Hace poco entrevistaron al arzobispo de Canterbury, Justin Welby, sobre los atentados de París y le preguntaron cuál había sido su reacción. "La misma de todo el mundo: primero impresión y horror y luego una profunda tristeza...", contestó. "El sábado por la mañana salí, y mientras paseaba iba rezando y diciendo: 'Dios, por qué... ¿por qué sucede esto?'".
Welby es el principal líder de la Iglesia Anglicana y cabeza simbólica de la Comunión Anglicana, que cuenta con unos 85 millones de miembros y es la tercera mayor comunión del mundo, tras la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa Oriental. Es un hombre con un altísimo perfil público, y millones de cristianos buscan guía espiritual en él.
Pero ¿por qué un hombre que es cabeza simbólica de 85 millones de cristianos de todo el mundo manifiesta haberse impresionado ante otro atentado terrorista perpetrado por el Estado Islámico? Si el arzobispo de Canterbury hubiera prestado algo más que una ligera atención a sus hermanos cristianos de Irak y Siria, sabría que ese grupo lleva asesinando cristianos en Oriente Medio desde 2006. Entre 2004 y 2006, antes de que surgiera a partir de Al Qaeda en Irak, el EI no es que mostrara menos celo para acabar con el cristianismo.
El arzobispo ha tenido once años para acostumbrarse a la idea de que hay personas a las que echan de sus hogares; a las que exilian, torturan, violan, esclavizan, decapitan y asesinan por no ser musulmanas. ¿Cuánto tiempo más necesitaba?
El arzobispo de Canterbury soltó más perlas durante la entrevista. "La perversión de la fe es uno de los aspectos más acuciantes de nuestro mundo actual", afirmó, y explicó que los terroristas del Estado Islámico han distorsionado su religión hasta el punto de que creen estar glorificando a su dios. Pero no está claro que Welby sea un experto en el islam tan cualificado como el califa del EI, Abu Bakr al Bagdadi, que posee un doctorado en Estudios Islámicos por la Universidad de Bagdad.
Seguramente los cristianos, yazidíes y musulmanes perseguidos de Oriente Medio podrían señalar que en el mundo hay varios aspectos más acuciantes que la "perversión de la fe", pero claro, el arzobispo no parece demasiado preocupado por la situación existente allí.
Por suerte, hay otros que sí lo están. Para escribir un artículo en The Atlantic titulado "Lo que de verdad quiere el ISIS", Graeme Wood dedicó mucho tiempo a investigar a fondo el Estado Islámico y su ideología. Habló con miembros y reclutadores del grupo, y sus conclusiones fueron las siguientes:
Lo cierto es que el Estado Islámico es islámico. 'Muy' islámico. Sí, ha atraído a psicópatas y a aventureros, que en buena parte proceden de poblaciones desafectas de Oriente Medio y Europa. Pero la religión que predican sus más ardientes seguidores procede de interpretaciones coherentes, incluso eruditas, del islam.
Prácticamente todas las decisiones y leyes importantes promulgadas por el Estado Islámico se ajustan a lo que en sus medios, pronunciamientos, carteles, matrículas, material de oficina y monedas denominan 'metodología profética', lo que significa seguir las predicaciones y el ejemplo de Mahoma de forma puntillosa. Los musulmanes pueden rechazar al Estado Islámico, casi todos lo hacen. Pero pretender que no se trata de un grupo milenarista y religioso, con una teología que hay que comprender para poder combatirla, ha hecho que Estados Unidos lo subestime y apoye planes absurdos para frenarlo.
Miembros del Estado Islámico, en la costa libia, preparados para decapitar a un grupo de cristianos etíopes. (De un vídeo divulgado en abril de 2015). |
Sin embargo, Occidente sigue pretendiendo que el Estado Islámico no tiene que ver con el islam y, por lo visto, el arzobispo de Canterbury hace lo mismo. No obstante, resulta digno de mención que el arzobispo no tenga dudas cuando se trata de los cristianos. "No puedo decir que los cristianos que recurren a la violencia no sean cristianos", dijo hace dos meses ante el Consejo Musulmán de Gales. "En Srebrenica los criminales proclamaron su fe cristiana. No puedo negar su pretendido cristianismo, pero tengo que reconocer que ese acontecimiento es uno más en la larga historia de la violencia cristiana, y debo rechazar que lo que hicieran fuera seguir de alguna forma la vida y enseñanzas de Jesús".
Durante un debate en la Cámara de los Lores celebrado a comienzos de este año, tampoco tuvo reparo alguno en declarar que "el historial de la Iglesia, que en ocasiones ha forzado la obediencia a sus preceptos mediante la violencia y la coerción, es causa de humildad y vergüenza".
Si el arzobispo de Canterbury no puede negar la cristiandad de los criminales que afirman ser cristianos, ¿cómo puede él, que no es un experto en islam, negar la naturaleza islámica de los criminales musulmanes que afirman su adhesión a dicha fe?
Igual de desconcertante resulta la negativa del papa Francisco a pronunciar el nombre de los criminales. En agosto de 2014, cuando el Estado Islámico conquistó la ciudad de Sinyar, en el norte de Irak, y comenzó a reunir y a asesinar brutalmente a los yazidíes, y hasta 100.000 cristianos tuvieron que huir para salvarse, el Papa no fue capaz de pronunciar el nombre "Estado Islámico". En su tradicional bendición del domingo dijo que las noticias de Irak le habían causado "consternación e incredulidad". ¡Como si fuera la primera vez que sucedían esas atrocidades! Para entonces, los cristianos iraquíes llevaban una década siendo perseguidos por Al Qaeda de Irak y por el Estado Islámico. Sin referirse al EI por su nombre y hablando como si lo que actuara fuera una fuerza invisible de la naturaleza, el Pontífice lamentó que "miles de personas, entre ellas muchos cristianos, sean expulsados de sus hogares de manera brutal; que haya niños que mueran de hambre y frío durante su huida, mujeres secuestradas, gente masacrada; todo tipo de violencia".
Un año después, en julio de 2015, denominó al ataque contra los cristianos de Oriente Medio "una forma de genocidio", pero siguió sin mencionar quién, concretamente, lo estaba cometiendo.
Resulta trágico que la Iglesia haya hecho tan poco para ayudar a su rebaño de Oriente Medio. En la última década, ¿dónde han estado metidos el arzobispo de Canterbury y sus colegas de la Iglesia Católica Romana y de la Iglesia Ortodoxa Oriental? ¿Dónde está ahora su indignación, explicita y pública, ante la práctica extinción de esta ancestral cultura cristiana? ¿Dónde están sus enérgicos llamamientos a líderes políticos y militares para que intervengan en defensa de sus hermanos, que están sufriendo?
Sin embargo, el Papa sacó tiempo el pasado mes de mayo para escribir una encíclica de 180 páginas sobre el cambio climático, y ha hablado apasionadamente sobre el estrambótico concepto de "derechos del medio ambiente". Ante Naciones Unidas y en una sesión conjunta del Congreso de Estados Unidos volvió a hablar de la persecución a los cristianos como si se tratara de un acontecimiento metafísico:
Manifestó su honda preocupación por la persecución a los cristianos en Oriente Medio, donde éstos, y otros grupos religiosos, se han visto 'obligados a asistir a la destrucción de sus lugares de culto y de su herencia cultural y religiosa', y han tenido que huir o afrontar la muerte o la esclavitud.
Los cristianos de Oriente Medio están sufriendo y muriendo, y el mundo apenas les presta atención. Está claro que el Occidente postcristiano no tiene ni un instante de caridad para el tormento de una gente por la que debería sentir al menos un poco de solidaridad. Pero en 2016 Europa recibirá a otros tres millones de inmigrantes, según la Unión Europea. De momento la mayoría de los que han venido son musulmanes, y no hay muchas razones para suponer que los que vengan el año que viene vayan a ser cristianos perseguidos. La mayoría de los refugiados procede de campamentos próximos a Siria; los cristianos se mantienen alejados de esos campamentos porque también ahí son perseguidos. Sucede lo mismo en el caso de los refugiados que van a Estados Unidos.
Así, los cristianos de Oriente Medio siguen teniendo que defenderse por su cuenta.