En un artículo en el Sunday Telegraph del 31 de julio, la nueva primera ministra de Gran Bretaña, Theresa May, afirmaba: "El año pasado presenté la Ley sobre la Esclavitud Moderna, pionera a nivel mundial, para lanzar el mensaje más nítido posible de que las víctimas no están solas y los responsables de esa vil explotación serán llevados ante la justicia". Sin embargo, estas campañas para combatir la esclavitud moderna soslayan cuidadosamente a los países del mundo árabe, donde las leyes permiten la posesión de esclavos.
En 2015 Gran Bretaña aprobó la Ley sobre la Esclavitud Moderna para hacer frente a los acusados niveles de tráfico de personas (ahora considerado por los criminales como más lucrativo que el contrabando de drogas) y las circunstancias de muchos sirvientes de extranjeros adinerados.
Como sus jefes ricos, estos sirvientes no remunerados son llevados directamente del avión a un coche que les espera en la pista, y no pasan por los controles de inmigración o las aduanas. No son tratados como el resto de nosotros: esas personas sumamente ricas y quienes trabajan para ellas viven bajo leyes distintas. Por lo tanto, es muy raro que los casos de maltrato de sirvientes lleguen alguna vez a los tribunales. Los pocos que llegan a juicio se deben a que los sirvientes han podido escapar de las garras de sus empleadores, y las historias que cuentan son terribles (aunque en su mayoría quedan impunes y pasan inadvertidas por motivos políticos).
El Daily Mail documentó uno de estos casos el 15 de marzo de 2011. Una sirviente africana fue obligada a dormir en el suelo, situación que soportaba al principio por 10 libras de salario mensual, hasta que su empleadora, una médico de origen asiático, decidió no pagarle nada en absoluto.
Una intérprete judicial del Reino Unido que trabaja con la lengua árabe y pidió mantener su anonimato me contó historias aún peores sobre sirvientes que escapan y que logran presentar una denuncia en la comisaría, donde ella les había conocido y les había hecho de intérprete. Los empleadores, en su mayoría de Arabia Saudí y los Estados del Golfo, rara vez son juzgados.
Los sobornos de Qatar
Mientras se acerca la fecha del Mundial de la FIFA de 2022, convendría investigar las prácticas laborales del país anfitrión, Qatar, que vulneran claramente leyes europeas anteriores, y por supuesto la Ley sobre la Esclavitud Moderna. Según Greg Dyke, expresidente de la Asociación de Fútbol Británica (BFA, por sus siglas en inglés), y otros responsables de la BFA, Qatar ofreció sobornos a la FIFA para albergar el campeonato.
Qatar, como el Líbano, Baréin, Irak, Jordania, Kuwait, Omán, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos (los Estados del Golfo), opera bajo el sistema kafala o kefala (en árabe, نظام الكفالة niẓām al-kafāla). Esto se traduce del árabe como "sistema de patrocinio", pero en realidad es una manera brutal de controlar la mano de obra extranjera que cubre prácticamente todo el trabajo en los países más ricos del mundo árabe.
Las perversidades del sistema 'kafala'
Con el sistema kafala, cualquier extranjero que busque o se le ofrezca trabajo en Arabia Saudí o los Estados del Golfo –incluidos Baréin, los Emiratos y Qatar– tiene un patrocinador (un empleador, una agencia o un intermediario, a través de los cuales se les ofrece el trabajo) que les tramita el visado. A cambio, el pasaporte de cada trabajador extranjero es confiscado por el empleador o la agencia. Esto significa que el trabajador no tiene derecho a cambiar de trabajo o abandonar el país sin el permiso de la persona que retiene su pasaporte. Ni que decir tiene que los empleados y agencias rara vez conceden dicho permiso.
Esta explotación de la mano de obra ha sido criticada por muchas organizaciones de derechos humanos. Según The Economist, "el sistema [también] bloquea la competencia interna para los trabajadores extranjeros".
Explotación en Qatar
En noviembre de 2013, Amnistía Internacional publicó un informe sobre los obreros de la construcción en Qatar. Según Shalil Shetty, entonces secretario general de Amnistía Internacional:
La atención del mundo seguirá puesta en Qatar en el periodo previo a la Copa del Mundo de 2022, lo que ofrece al Gobierno [británico] una oportunidad única para demostrar en la escena mundial que se toma en serio su compromiso con los derechos humanos y actuar como ejemplo para el resto de la región.
Personas que han viajado recientemente a Qatar han fotografiado la terrible miseria en la que viven los obreros de la construcción. Se les obliga a dormir en habitaciones del tamaño de una celda diminuta, donde apenas tienen espacio para tumbarse. No hay baños o cocinas en condiciones.
Según un artículo publicado en el diario británico The Guardian –un periódico que suele defender a los árabes– el 23 de diciembre de 2014, los trabajadores migrantes nepalíes están muriendo a un ritmo de uno cada dos días, por accidentes laborales o puro agotamiento, mientras trabajan para construir las infraestructuras de la Copa Mundial de la FIFA de 2022.
La 'kafala' se aplica a los empleados de todos los niveles
A menudo se da por hecho que el sistema kafala sólo afecta a los trabajadores de los países del Tercer Mundo de ámbitos como el servicio doméstico o el sector de la construcción. Esta percepción es falsa: la kafala se aplica a todos los trabajadores, incluidos los de más alto nivel.
Por ejemplo, el 14 de noviembre de 2013, The Guardian publicó la historia de Zahir Belounis, un futbolista francés retenido en Qatar contra su voluntad. Un club de fútbol local le había contratado por cinco años porque quería utilizarlo para subir de categoría. Una vez logró su promoción, el club dejó de pagar el sueldo de Belounis, pero no le dejaba abandonar el país, ya que siguió reteniendo su pasaporte. Se quedó atrapado en su apartamento sin ingresos, con una familia a la que alimentar. Desesperado, Belounis se dirigió al presidente de Francia y a figuras del fútbol de todo el mundo. Al final, después de 19 meses, le permitieron marcharse.
El 30 de septiembre de 2009, el diario en lengua inglesa Flanders Today publicó:
Philippe Bogaert, el empresario flamenco retenido en Qatar desde hace más de un año, vuelve a casa tras escapar en barco amparado por la oscuridad de la noche. Bogaert había ido a Qatar en octubre de 2008 para trabajar en la filial local de una compañía belga. Cuando los socios qataríes rescindieron el contrato, la empresa quebró, y Bogaert dimitió. Según la ley qatarí, sólo podía abandonar el país si su patrocinador –un exsocio comercial– firmaba la autorización. El socio se negó, dejando a Bogaert sin trabajo, sin ingresos y sin poder marcharse.
El periódico francés L'Express publicó un reportaje el 2 de agosto de 2013 en el que se leía:
Nasr al Awartany, francés de origen jordano, está atrapado en su hotel de Doha. No puede dejar Qatar y volver con su familia porque su socio qatarí, que también es su patrocinador, le niega el visado de salida. Esto no es algo inusual [énfasis de la autora] (...) Un asombroso 80% de la población [de Qatar] es extranjero. (...) El caso ha llegado a los tribunales, pero podría durar años, y mientras, la visa de salida de Nasr ha sido denegada.
Según un artículo publicado el 25 de diciembre de 2014 en Doha News, está prevista una serie de cambios en la ley catarí de la kafala que entrarán en vigor el 14 de diciembre de 2016. Entre ellos se encuentra la posibilidad de apelar las denegaciones de los permisos de salida y que los expatriados que hayan finalizado su trabajo ya no necesiten una autorización para ejercer otro empleo. Que esto se aplique o no en la práctica ya es otro asunto.
Supuestamente, Baréin abolió el sistema kafala en 2012, pero, según los expertos, entre ellos Andrew Gardner, profesor adjunto de Antropología en la Universidad de Puget Sound, fue sólo un gesto de cara a la galería y el sistema sigue funcionando. En Qatar, la nueva ley sólo se aplicará –si es que se aplica– a los extranjeros que sean contratados después de la aprobación de la misma.