Unas semanas después de que Europa abriera sus fronteras a más de un millón de refugiados de Oriente Medio, África y Asia, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, dijo que la crisis migratoria "desestabilizaría las democracias". Fue tachado de demagogo y xenófobo. Dos años después, Orbán ha sido vindicado. Como explica ahora Politico, "La mayoría de los líderes de la UE recuerdan al primer ministro húngaro", y el primer ministro húngaro puede ahora afirmar que "nuestra postura se está convirtiendo poco a poco en la postura mayoritaria".
Muchos en Europa parecen haber entendido lo que Ivan Krastev, presidente del Center for Liberal Strategies de Sofía, y miembro del Institute of Humanities en Viena, explicó recientemente a Le Figaro:
La crisis migratoria es el 11-S de la Unión Europea. Aquel día de 2001, todo cambió en Estados Unidos. En un minuto, América descubrió su vulnerabilidad. Los migrantes han tenido el mismo efecto en Europa. No es su cifra lo que desestabiliza el continente. La crisis migratoria debilita profundamente los ideales de la democracia, la tolerancia y el progreso así como los principios liberales que constituyen nuestro paisaje ideológico. Es un punto de inflexión en la dinámica política del proyecto europeo.
Miles de migrantes llegan a pie a la estación de tren de Tovarnik, Croacia, el 17 de septiembre de 2015. (Foto: Jeff J Mitchell/Getty Images). |
La migración está teniendo un importante impacto en, por ejemplo, las finanzas públicas de Europa. Consideremos los dos países más afectados por ella. El gobierno federal de Alemania gastó 21.700 millones de euros en 2016 para manejarla. También se ha informado de que el presupuesto para seguridad de Alemania este año crecerá al menos un tercio, de los 6.100 millones de euros a los 8.300 millones.
En Italia, el ministro de Economía y Finanzas anunció hace poco que el país gastará 4.200 millones en 2017 en los migrantes (una séptima parte de todo el presupuesto de Italia para 2016). España anunció recientemente que en África del Norte, la valla que rodea sus enclaves de Ceuta y Melilla para evitar la entrada de los migrantes a territorio español, se financiará mediante una nueva inyección de 12 millones de euros. En todas partes de Europa, los países están destinando recursos extraordinarios para abordar la crisis migratoria, que también ha cambiado el paisaje político de Europa.
Las recientes victorias electorales de Sebastian Kurz en Austria y Andrej Babis en la República Checa han ampliado potencialmente el grupo de países de Europa Central y del Este que se oponen a Bruselas, es decir, países que no quieren aceptar la cifra de migrantes que la UE les exige. El tema de la inmigración está fracturando Europa en líneas ideológicas. No sólo las vallas, también la rivalidad, la desconfianza y el odio están dividiendo al proyecto europeo más que nunca. La opinión pública europea mira ahora con desprecio a las instituciones europeas. Su percepción sobre ellas —bajo el multiculturalismo y la inmigración— es que no sólo son indiferentes a sus propios problemas, sino que los agravan.
Otro terremoto político vinculado a la crisis migratoria es "el declive de la socialdemocracia en Occidente", como Josef Joffe, director y editor de Die Zeit, lo llamó hace poco. En todas partes de Europa, la crisis migratoria no ha hecho más que liquidar a los partidos socialdemócratas, durante mucho tiempo percibidos como incapaces de lidiar con ella. Hace veinte años, estos partidos de izquierda liberal gobernaba en casi todas partes —España, Gran Bretaña, Alemania, por ejemplo—, pero ahora están en la oposición en casi todas partes. La mayor parte de Europa está gobernada ahora por gobiernos conservadores.
Más de la mitad de las tramas terroristas en Alemania desde el inicio de la crisis migratoria en 2011 han tenido relación con los migrantes, según los titulares y también un estudio de la Heritage Foundation. Además, desde que el Estado Islámico —ahora derrotado en Raqa— se aprovechara de la desestabilización causada por la guerra civil de Siria para convertirse en un gran impulsor de la crisis migratoria, la migración ha sido una de las principales preocupaciones para la seguridad de Europa. Desde el territorio que conquistó, el ISIS ha lanzado grandes atentados en Europa.
La crisis migratoria también ha llevado al fortalecimiento estratégico en Europa del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Ha chantajeado a los países europeos amenazándolos con que, si no le daban miles de millones de euros y ciertas concesiones políticas, abrirá las fronteras de Turquía para dejar pasar a más millones de migrantes a Europa. Erdogan no sólo ha exigido que Europa encarcele a escritores y periodistas; también ha intentado influir en las elecciones en los Países Bajos y Alemania apelando a su electorado allí.
Un informe del Pew Research demuestra cómo la migración está remodelando los países europeos. Sólo en 2016, la población de Suecia aumentó más de un 1%. El aumento se atribuye a la migración masiva, la segunda más alta en la UE. El número de migrantes ascendió del 16% al 18,3% de la población sueca entre 2015 y 2016.
Austria y Noruega, otros dos países con grandes poblaciones de inmigrantes (al menos el 15% en 2016) sufrieron un aumento del 1% respecto a 2015. El periódico Die Welt informó recientemente de que 18,6 millones de habitantes alemanes —una quinta parte de la población total de Alemania— son de origen inmigrante.
El Machiavelli Center de Italia reveló en un estudio, "Cómo la inmigración está cambiando la demografía italiana", que se está produciendo un cambio "sin precedentes" en la demografía italiana debido a la crisis migratoria.
Se ha abierto la caja de Pandora de la revolución demográfica.
Hace dos años, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, fue la única voz en Europa que hablaba de la necesidad de mantener a Europa "cristiana". Uno de sus más destacados detractores, Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, ha dicho ahora:
Somos una comunidad cultural, lo que no significa que sea mejor o peor; simplemente somos distintos al mundo de fuera. Nuestra apertura y tolerancia no puede significar un alejamiento de la protección de nuestro patrimonio.
En 2015, cualquier cosa que se dijera de la "cultura" se condenaba por "racista". Ahora se está convirtiendo en lo normal.
Tratando de lidiar con la guerra de los islamistas contra la política, la cultura y la religión, y el choque cultural que ha creado, Europa ha sido vencida.