Dimitris Avramopoulos, el comisario europeo para Migración, Asuntos Internos y Ciudadanía, publicó hace poco un desconcertante artículo de opinión, en el que defendía una mayor inmigración como una realidad ineludible a la que los ciudadanos europeos deberían adaptarse sin más discusión.
El artículo ilustra buena parte del problema con las instituciones europeas, en particular la Comisión Europea, una mezcla de arrogancia burocrática, un credo falso basado en el dogma en vez de en los hechos, y el desdén por el debate democrático. La Comisión, con sede en Bruselas, no ha sido votada, pero según los tratados de la UE, tiene el monopolio —sí, el monopolio— para iniciar procesos legislativos a nivel europeo. Cada comisario es un burócrata al que se le nombra, uno para cada estado miembro; a menudo es un antiguo político de alto perfil, ya apartado en su país de origen, y por lo tanto con muy poca legitimidad democrática.
Dimitris Avramopoulos, comisario europeo para Migración, Asuntos Domésticos y Ciudadanía. (Imagen: EU2017EE Estonian Presidency) |
"Es hora de afrontar la verdad [...]. La única forma de hacer que nuestras políticas de asilo y migración resistan el futuro es cambiar colectivamente nuestra forma inicial de pensar", escribió Avramopoulos. ¿Cree que los ciudadanos de a pie no piensan? Como Zeus —otro griego— en el monte Olimpo, la verdad viene de la última planta del edificio Berlaymont, la sede central de la Comisión Europea en Bruselas, en un proceso de arriba abajo. Oíd, estúpidos que quieren controlar la inmigración: escuchad al nuevo autoproclamado dios-burócrata y callaos, porque: "no podemos y nunca seremos capaces de detener la inmigración". Punto.
Está muy claro, encuesta tras encuesta, Eurobarómetro tras Eurobarómetro, elecciones tras elecciones, que una inmensa mayoría de ciudadanos europeos no sólo están preocupados por la inmigración, sino que quieren, si no pararla, sí reducirla drásticamente y recuperar el control perdido sobre las fronteras y sobre quién tiene permitido entrar en Europa y quién no. En el Brexit y las recientes campañas electorales en Reino Unido, Austria, Alemania, Países Bajos y la República Checa la inmigración ha sido una cuestión esencial. Esta tendencia es muy evidente y Avramopoulos no puede ignorar estas señales escribiendo que "la migración es un asunto delicado, emocional [...] en el que influye el creciente nacionalismo, el populismo y la xenofobia". Así que, ¿cualquier reticencia para aminorar el ritmo de la inmigración se clasifica como "racista" y descalifica a cualquiera que intente plantear una objeción al futuro mundo feliz soñado por la Comisión Europea?
Según nuestro comisario, este populismo y racismo han "limitado nuestras oportunidades de poner en marcha políticas inteligentes que miran al futuro", políticas que idearán e implementarán, ¿adivinan quiénes? Las ilustradas instituciones europeas, por supuesto.
En un proceso democrático normal, cualquier país debería, idealmente, poder decidir, mediante los parlamentos nacionales, sus políticas migratorias. Al nivel europeo, se debería tener en cuenta la voluntad de la mayoría de los ciudadanos. Pero a Avramopoulos no podría importarle menos. Según este comisario griego no electo, esto es porque "al final, todos tenemos que estar preparados para aceptar la migración, la movilidad y la diversidad como la nueva norma". Las nuevas normas, como el tamaño de las manzanas o la curvatura de los pepinos, las debería determinar, según el comisario europeo, la Comisión Europea. La migración no será una cuestión abierta al debate. Será una "norma" determinada por la Comisión.
Así pues, ¿de verdad tenemos que aceptar migrantes y refugiados? Según la Comisión, "no sólo es un imperativo moral, sino también un imperativo económico y social para nuestro continente envejecido". Este es otro cliché falso. En su libro Exodus: How Migration is Changing Our World [Éxodo: Cómo la migración está cambiando nuestro mundo], el profesor de Oxford Paul Collier explica que ha revisado todos los principales artículos científicos que sustentan las afirmaciones de que los migrantes podrán pagar las prestaciones sociales de los europeos envejecidos y llegó a la conclusión de que no estaba convencido en absoluto. En primer lugar, muchos de los migrantes no están cualificados, y segundo, reciben prestaciones sociales, así que tienen pocos o ningunos incentivos para trabajar.
Los artículos que sustentan las afirmaciones de las autoridades —que Europa necesita más migrantes para financiar el sistema sanitario y las pensiones de los europeos envejecidos— ignoran que este plan sólo puede salir bien si los migrantes trabajan. estos supuestos, por lo tanto, se basan al parecer en un prejuicio ideológico en vez de en la evidencia científica.
¿Pero qué pasa con los casi cuatro millones de jóvenes ciudadanos en paro que ya están en la Unión Europea? Han tenido una tasa de paro de entre el 15 y el 20% en los últimos años. ¿No tienen los políticos "un imperativo moral" (por decirlo como Avramopoulos) para darles un trabajo y un futuro a ellos primero antes de recibir a nuevos migrantes? En Grecia, el país de Avramopoulos, la tasa de paro juvenil no es del 17% —la actual media europea—, sino que supera el 40%. En Grecia, Portugal, España e Italia —países con tasas muy elevadas de desempleo– también hay una generación de jóvenes con estudios, pero están en el paro y se enfrentan a un futuro incierto. Muchos jóvenes griegos no ven motivos para quedarse en Grecia y querrían irse del país. ¿Prevé el comisario Avramopoulos sustituirlos con migrantes, o acepta que su destino es esta migración interna, casi forzosa, dentro de Europa? ¿Otra "norma"?
Quizá el aspecto más triste de su artículo es que Avramopoulos no es un político izquierdista, ecologista, ni siquiera socialdemócrata. Es de Nueva Democracia, un partido de derechas. Él es la prueba viviente de hasta qué punto la izquierda ha acabado dominando el paisaje intelectual en las instituciones europeas e impuesto su forma de pensar. Con políticos de "derechas" como Angela Merkel o Avramopoulos, que traicionan a sus propios electorados, a uno no le debería sorprender el auge del "populismo" que ellos mismos denuncian tan a menudo.