Moscú está tratando de ampliar su influencia en América Latina, especialmente desde la decisión del presidente ruso, Vladímir Putin, de invadir Ucrania y el consiguiente aislamiento internacional de Moscú.
La forma en que Rusia está extendiendo su influjo por Latinoamérica es parecida a la que ha puesto en práctica en África, donde se ha basado principalmente en los acuerdos de armas, el envío de mercenarios, las interferencias electorales y la desinformación.
Ya en marzo de 2015 el general John Kelly, comandante del Cuerpo de Marines , declaró ante el Comité de Servicios Armados del Senado norteamericano:
Desde 2008, Rusia ha buscado periódicamente una mayor presencia en América Latina por medio de la propaganda, la venta de armas y equipo militar, los acuerdos antidroga y el comercio. Sin embargo, con el presidente Putin hemos asistido a un claro retorno a las tácticas de la Guerra Fría. Como parte de su estrategia global, Rusia se sirve de su proyección de poder para tratar de socavar el liderazgo de Estados Unidos y poner en un brete su influencia en el Hemisferio Occidental.
Aunque su implicación en América Latina no es comparable cuantitativamente a la de China, en los últimos años Rusia ha profundizado significativamente su influencia. Resulta especialmente preocupante que no sólo haya reforzado sus lazos con socios de tiempos de la Guerra Fría como Cuba y Nicaragua, así como con Venezuela, sino que esté forjando nuevas y más sólidas relaciones con países tradicionalmente orientados hacia Estados Unidos, como Brasil y Argentina.
Justo antes de invadir Ucrania, Putin se reunió con los presidentes de Brasil y Argentina, al tiempo que firmó con Venezuela un acuerdo de cooperación en materia de seguridad.
Ryan C. Berg, director del Programa de las Américas del Center for Strategic and International Studies (CSIS), escribió en marzo:
Todo esto recuerda a cuando Dmitri Medvédev, entonces presidente de Rusia, realizó una visita improvisada a la región durante la crisis de Georgia (2008), a fin de demostrar que Rusia no estaba aislada internacionalmente. Las agresiones rusas en Europa suelen ir seguidas de una escalada militar en América Latina, como cuando Moscú envió bombarderos militares Tu-160 (con capacidad nuclear) a Venezuela para realizar maniobras en 2008, 2013 y 2018.
El Dr. Evan Ellis, profesor investigador de Estudios Latinoamericanos en el Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos, ligado igualmente al Programa de las Américas del CSIS, declaró el pasado julio ante el Subcomité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes sobre el Hemisferio Occidental :
Entre las recientes demostraciones de las intenciones hostiles de Rusia hacia Estados Unidos y nuestros socios en el Hemisferio Occidental se encuentran la sugerencia del viceministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Riabkov, de que Moscú podría desplegar fuerzas militares en Venezuela o Cuba (enero de 2022), la firma por parte del viceprimer ministro Yuri Borisov de un pacto para aumentar la cooperación militar con Venezuela (febrero de 2022) y la reautorización por parte de Nicaragua de la entrada de un número limitado de tropas y equipos rusos en su territorio para misiones de entrenamiento y otras formas de apoyo (junio 2022) (...) Por último, aunque las actividades militares rusas ha sido acogidas exclusivamente por regímenes autoritarios antiamericanos, la disposición de otros a apoyar a y colaborar con Moscú está siendo preocupante. Los principales ejemplos incluyen el apoyo simbólico y retórico que los Gobiernos de Alberto Fernández (Argentina) y Jair Bolsonaro (Brasil) dieron a Putin mientras su ejército se preparaba para invadir Ucrania. Alberto Fernández llegó a ofrecer su Gobierno como la "puerta" de entrada de Rusia en América Latina. Por su parte, el mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) calificó de "inmoral" la ayuda militar de la OTAN para que Ucrania haga frente a la agresión rusa.
En febrero, el presidente Fernández dejó claro que su país estaría encantado de cambiar su orientación proamericana en aras de la cooperación rusa. Así, le dijo a Putin:
Podríamos ser un espacio para el desarrollo de su cooperación con las naciones latinoamericanas (...) Desde los años 90, Argentina se ha venido orientado fuertemente hacia Estados Unidos. Argentina y su economía dependen en gran medida de Estados Unidos (...) De hecho, nuestra deuda con el FMI también surgió por esta relación (...) Estoy trabajando constantemente para librar a Argentina de esta dependencia del FMI y de los Estados Unidos. Quiero que Argentina se abra a nuevas oportunidades. La cooperación con Rusia es vital para nosotros. Me gustaría asegurarle –y espero que acepte mis garantías– que queremos desarrollar la cooperación con Rusia.
En junio, Putin y el presidente Bolsonaro confirmaron su propósito de reforzar su asociación estratégica. En marzo, Laura J. Richardson, comandante del Mando Sur de Estados Unidos, declaró ante el Comité de Servicios Armados del Senado que las acciones de Rusia en América Latina han deteriorado considerablemente la seguridad en la zona, y permitido que China gane influencia:
Rusia agrava la inestabilidad a través de sus vínculos con Venezuela, su atrincheramiento en Cuba y Nicaragua y sus vastas operaciones de desinformación. Las organizaciones criminales transnacionales, que operan casi sin oposición y asientan una senda de corrupción y violencia que explotan la RPC [República Popular China] y Rusia, amenazan la seguridad ciudadana y socavan la confianza pública en las instituciones de gobierno.
Richardson continuó asegurando que Moscú es un elemento profundamente desestabilizador en América Latina:
Rusia sigue desestabilizando la zona y socavando la democracia, inundando la región con desinformación, con cientos de artículos que distorsionan las acciones de seguridad de Estados Unidos. En 2020, Russia Today (RT) duplicó con creces sus seguidores en las redes sociales, pasando de 7 millones a más de 18. Esas campañas de desinformación son sólo una parte de los esfuerzos más amplios de Rusia por influir en las elecciones nacionales que se celebran este año en la región. La relación de Rusia con sus principales socios locales –Venezuela, Cuba y Nicaragua– permite a Moscú ampliar su acceso aéreo y marítimo para proyectar su poderío militar sobre toda la región. Los acuerdos con Venezuela, Nicaragua y Brasil permiten a los buques de guerra rusos hacer escalas rápidas en sus puertos. Rusia duplicó sus despliegues navales en la zona, pasando de cinco (2008-2014) a 11 (2015- 2020). Asimismo, Moscú se ha abierto camino en el Hemisferio proporcionando formación en materia de seguridad, así como mediante la venta de armas y equipo militar por valor de 2.300 millones de dólares en los últimos 10 años, lo que incluye ventas directas a Venezuela.
La creciente influencia de Rusia en América Latina debe verse en conjunción con la inmensa influencia de China en la región, de la que ya es el mayor socio comercial (excepción hecha de México) y el mayor inversor. Mientras que 21 países de América Latina y el Caribe se han adherido a la Nueva Ruta de la Seda china, la iniciativa Build Back Better World de Biden, lanzada en junio de 2021 para contrarrestar la anterior, aún no ha despegado. A diferencia de la NRS, financiada por la República Popular, Build Back Better depende principalmente de la disposición de los inversores privados a asumir riesgos.
Según el investigador Ammar A. Malik, que dirige el Programa de Financiación del Desarrollo de China de AidData:
No es la primera vez que se crean estas expectativas, pero va a ser bastante difícil conseguir que las empresas privadas financien [proyectos]; al fin y al cabo, son responsables ante sus accionistas y buscan proyectos solventes.
La combinación de las operaciones de influencia chinas y rusas en América Latina suponen una amenaza considerable para los intereses estadounidenses en la región.
La seguridad de Estados Unidos está "directamente vinculada a la resistencia, la estabilidad y la seguridad de nuestros socios latinoamericanos y caribeños", afirma Richardson. No obstante, "Estados Unidos ha infrainvertido en y despriorizado el Hemisferio Occidental durante décadas", al decir de Ryan Berg, del CSIS.
China y Rusia apoyan en todo el Hemisferio a regímenes no liberales como el de Venezuela, lo que agrava los problemas regionales de seguridad y frena las transiciones políticas hacia la democracia.
En marzo de 2020, en plena campaña presidencial, y en respuesta a la pregunta de si la creciente influencia de China en América Latina es una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos, Biden se comprometió a restaurar el liderazgo norteamericano en la región.
La ausencia actual de liderazgo estadounidense en el Hemisferio Occidental es la principal amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos. Rusia y China no pueden ponerse a la altura de nuestros extraordinarios vínculos y nuestra historia común con los pueblos de América Latina y el Caribe.
Por el momento, Biden no tiene con qué respaldar esas palabras, mientras que Rusia y China siguen consolidando sus ganancias.