El presidente estadounidense, Joe Biden, el secretario de Estado, Antony Blinken, y el asesor de seguridad nacional Jake Sullivan anunciaron el domingo que Estados Unidos espera que Israel permita la entrada de "ayuda humanitaria" a Gaza.
Las implicaciones de esta posición son devastadoras para Israel. Según los informes, hay "cientos de camiones" alineados en la frontera con Egipto, listos para ingresar a la Franja de Gaza llevando la llamada "ayuda humanitaria". Si se les permite ingresar, estos vehículos no serán realmente inspeccionados. No hay razón para creer que lleven fórmula para bebés o alimentos que luego se entregarán a los necesitados. Sí hay muchas para sospechar que llevan material de guerra y combatientes yihadistas que han llegado para reforzar a Hamás.
En la medida que haya comida en los camiones, ¿a quién alimentará? ¿A los rehenes? ¿Los enfermos? ¿A quién se le entregará el medicamento? ¿Los secuestrados? ¿Se utilizará el combustible de los camiones para frigoríficos que servirán para alimentar a los israelíes cautivos?
Por supuesto que no.
Hamás es Gaza. Todos los "ministerios" en Gaza son Hamás. Todos los hospitales son Hamás. El cuartel general militar de Hamás se encuentra debajo del hospital Shifa.
Entonces, quién o lo que esté dentro de los camiones de "ayuda humanitaria" será entregado a Hamás y será distribuido en beneficio de Hamás.
La idea de que pueda ser de otra manera es absurda. Y el hecho de que la Administración Biden esté argumentando este absurdo es un escándalo.
Incluso si los "cientos de camiones" están completamente vacíos (y es evidente que no lo están), los camiones en sí son instrumentos de guerra. Su presencia en Gaza también impulsará el esfuerzo militar de Hamás contra Israel. Aumentarán la capacidad de Hamás para matar y herir a un número incalculable de soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) que ahora se encuentran en la frontera esperando que el Gobierno de Netanyahu finalmente les ordene entrar en Gaza.
Biden, Blinken y Sullivan –al igual que sus homólogos en Europa y las Naciones Unidas– insisten en que quieren darle a Hamás los camiones para evitar un desastre humanitario en Gaza. Pero su posición es en realidad devastadora para los civiles de Gaza.
Al impedir que los civiles escapen de Gaza a su territorio, incluso con el propósito de transitar hacia terceros países, Egipto está colaborando con el esfuerzo bélico de Hamás. Al permitir que El Cairo mantenga su posición y exigir que Israel permita a Hamás reabastecerse mientras llama a ese aprovisionamiento "ayuda humanitaria", la Administración está cercando a los civiles de Gaza que dice preocuparse por proteger. Seguirán bajo la bota militar de Hamás. Seguirán siendo sus escudos humanos y su carne de cañón.
De manera similar, Estados Unidos está brindando apoyo material a la campaña propagandística de Hamás que culpa a Israel por la matanza de la cual el grupo terrorista es el único autor, tanto en Israel como en Gaza.
Estados Unidos también está actuando en violación del derecho internacional. Mientras que Biden y sus asistentes han insistido repetidamente su deseo de que Israel respete las leyes internacionales de guerra, las posiciones de la propia Administración son ilegales, como explicó el profesor Avi Bell de las facultades de derecho de la Universidad Bar-Ilan y la Universidad de San Diego en una entrevista en The Caroline Glick Show el domingo.
Tras los ataques yihadistas del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU) aprobó la resolución 1373 en virtud del Capítulo 7 de la Carta de la ONU. Las resoluciones del Capítulo 7, a diferencia de otras, son vinculantes para todos los países miembros.
La resolución 1373 instiga a todos los países miembros de la ONU a que "se abstengan de proporcionar todo tipo de apoyo, activo o pasivo, a las entidades o personas que participen en la comisión de actos de terrorismo".
Cualquier provisión de ayuda a Gaza, que está completamente controlada por Hamás, es, por supuesto, asistencia "activa o pasiva" a Hamás y, por tanto, ilegal.
La Resolución 1373 también requiere que todos los estados miembros de la ONU "denieguen refugio a quienes financian, planifican o cometen actos de terrorismo, o prestan apoyo a esos actos, o proporcionan refugios".
Tras visitar a Israel el pasado jueves, Blinken viajó a Qatar. Esa nación alberga a los principales amos del terrorismo de Hamás, desde donde planearon sus atrocidades. El dinero y las armas de Irán se canalizan hacia Hamás a través de Qatar. El canal satelital Al Jazeera de Qatar es un componente integral de la maquinaria terrorista de Hamás. El lunes por la mañana, las FDI anunciaron que los reporteros de Al Jazeera están transfiriendo información sobre la ubicación y el número de tropas israelíes a Hamás, tanto directamente como a través de sus transmisiones.
Qatar es Hamás.
En lugar de designar oficialmente a Qatar como un Estado que patrocina el terrorismo, Blinken abrazó como un aliado a su ministro de Asuntos Exteriores, Mohammed bin Abdulrahman bin Jassin Al Thani. Y eso tiene sentido porque, desde la perspectiva de la Administración, el anfitrión de Hamás es un aliado de Estados Unidos. Poco después de asumir el cargo, Joe Biden designó a ese país como un Aliado importante no-OTAN, la misma designación de la que disfruta Israel.
Al aceptar a Qatar como un socio en lugar de castigarlo por su papel central en todos los niveles de la infraestructura terrorista de Hamás, la Administración está violando el derecho internacional -una vez más-. También está traicionando a Israel.
En su entrevista con "60 Minutes", Biden dijo que Estados Unidos se opone al objetivo bélico de Israel de destruir a Hamás y acabar con su capacidad de gobernar Gaza. En cambio, Biden trazó una distinción obscena e imaginaria entre Hamás y los "elementos extremos de Hamás".
El mandatario demócrata también respaldó la idea de que Israel debería derribar a Hamás algunos puntos, pero no conquistar Gaza. En cambio, insinuó que debería gobernar Gaza la Autoridad Palestina controlada por la OLP, que apoya a Hamás y actúa como su Ministerio de Relaciones Exteriores en las Naciones Unidas y en las capitales del mundo.
Como superpotencia, Estados Unidos está en condiciones de ponerse tanto del lado de Israel como del de Hamás. Esa es claramente la política actual de la Administración Biden: su objetivo parece ser obligar a Israel a combatir hasta un empate, pero impedir que gane -en el mejor de los casos-.
Esto es ideal para Hamás, que sobreviviría y, con sus amigos en Estados Unidos, las Naciones Unidas, Irán, Qatar y en todo el mundo árabe y occidental, se reconstruiría más fuerte que nunca.
Para Israel, sería una calamidad de proporciones bíblicas. Solo en el mundo, tratado infamemente por su aparente aliado estadounidense, Israel saldría de la guerra con su posición regional hecha jirones. La paz con Egipto y Jordania probablemente no sobreviviría mucho tiempo. Los Acuerdos de Abraham se desharían. Y la noción misma de normalización de los vínculos con Arabia Saudita se hundiría en los agujeros de la memoria. Irán se posicionaría como la superpotencia regional y en unos meses podría esperarse que probara un arma nuclear. En resumen, el futuro de Israel sería sombrío.
A primera vista, con los israelíes ahora unidos detrás del objetivo de erradicar a Hamás, debería ser imposible vender la posición de la Administración al pueblo de Israel. Aparentemente reconociendo esta situación, durante una breve visita a Israel el 12 de octubre, Blinken propuso reunirse con la organización Brothers in Arms (Hermanos de Armas, en español). Hasta la guerra, esta organización era una fuerza de choque que constituyó la columna vertebral de los disturbios antigubernamentales. Sus miembros agredían habitualmente a ministros del gobierno y miembros de la Knéset de la coalición gobernante, así como a académicos, empresarios y periodistas que apoyan al gobierno de Netanyahu. Hermanos de Armas trabajó para socavar la preparación de las FDI pidiendo a miembros de unidades clave de reserva militar, principalmente pilotos de la Fuerza Aérea, que se negaran a servir bajo el gobierno de Netanyahu.
Desde las atrocidades del 7 de octubre, con el apoyo de sus financiadores multimillonarios, la organización ha lanzado una extraordinaria y masiva campaña de asistencia civil para el sur, insuperable en el esfuerzo bélico nacional. Su operación le ha valido el aplauso legítimo de todos los sectores de la sociedad israelí.
De todos modos, la visita de Blinken a Hermanos de Armas fue una señal para Netanyahu. Lo mismo ocurre con su decisión de reunirse con el líder opositor Yair Lapid durante su visita del lunes. De todo esto se intuye que si Netanyahu no cede ante la presión de la Administración para salvar a Hamás, el Gobierno estadounidense recurrirá a personas como Hermanos de Armas y Lapid para socavar la estabilidad interna y la cohesión de la sociedad israelí una vez más, esta vez durante la decisiva incursión terrestre en Gaza.
Netanyahu, afectado políticamente por el ataque, puede estar viviendo sus últimos días como líder nacional. Incluso muchos de sus más fervientes partidarios insinúan que podría verse obligado a dimitir cuando termine la guerra. Independientemente de que el primer ministro vea el final ante él o crea que puede permanecer en el poder, su futuro y su legado están ahora en juego.
Si Netanyahu desafía a Estados Unidos, podría enfrentar una renovación de las protestas violentas contra él y su gobierno. Si esto sucede, el objetivo de los agentes que organizan las protestas será minar la moral en tiempos de guerra. A juzgar por la cobertura mediática hasta la fecha, los alborotadores contarán con el apoyo de casi todos los medios de comunicación del país.
Por otro lado, si se enfrenta a Biden, Netanyahu dará a los soldados y comandantes de las FDI la oportunidad de librar esta guerra hasta la victoria y asegurar el porvenir de Israel.
Si Netanyahu no logra enfrentarse a Estados Unidos, si cede, la presión de Washington no tendrá fin. Al desistir, simplemente despertará el apetito de personas como el enviado de Estados Unidos a los palestinos, Hady Amr, quien tiene un historial público de apoyo a Hamás (y trabajó en Doha, Qatar, durante los años de Trump). Amr y sus colegas se embolsarán la primera concesión de Israel y, en coordinación con Hamás, la OLP, Qatar y Egipto, exigirán más y más y más.
Después de la guerra, Netanyahu será expulsado de su cargo y su legado quedará hecho trizas para siempre. Dejará atrás un Israel con su soberanía en duda, por primera vez en 75 años.
No es tiempo de volverse tibio.