Con ustedes, las nuevas bandas de nazis, que van de Rectos y Virtuosos y que persiguen políticas exterminadoras de Israel y, justo a continuación, de los judíos.
"En la Alemania nazi, la moda era hacer tu ciudad Judenfrei", señalaba Brendan O'Neill en The Wall Street Journal.
Ahora, una nueva moda recorre Europa: hacer tu pueblo o ciudad lo que podríamos denominar 'Zionistfrei': libre de los productos y la cultura del Estado judío. Ciudades y pueblos de todo el continente están declarándose "zonas libres de Israel", aislando a sus ciudadanos de los productos y la cultura israelíes. Esto recuerda desagradablemente a lo que pasó hace 70 años.
Los nazis decían: "Kauft nicht bei Juden", no compréis a los judíos. El eslogan de los nuevos racistas es: "Kauft nicht beim Judenstaat", no compréis al Estado judío. Los nazis repetían: "Geh nach Palästina, du Jud", vete a Palestina, judío. Los racistas de Europa gritan: "¡Fuera los judíos de Palestina!".
Echemos un vistazo a quiénes son. El Ayuntamiento de Leicester, por ejemplo, aprobó recientemente el veto a los productos "fabricados en Israel". Piénsenlo: una ciudad sin productos israelíes. No se trata de la Alemania nazi de 1933; se trata de una ciudad británica de 2016 con un Gobierno laborista. Dos ayuntamientos galeses, los de Swansea y Gwynedd, bloquearon asociaciones comerciales con compañías israelíes. En Dublín, un famoso restaurante, Exchequer, decidió no usar productos israelíes. La ciudad irlandesa de Kinvara se ha declarado "libre de Israel". En España, la localidad de Villanueva de Duero ya no distribuye agua israelí en sus edificios públicos. La ciudad francesa de Lille congeló un acuerdo con la ciudad israelí de Safed.
Bajo la presión racista, Brussels Airlines, aerolínea belga participada por Lufthansa, decidió dejar de servir halvá, un postre israelí, de la marca Achva. Un activista del Movimiento Solidaridad con Palestina que volaba del aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv a Bruselas descubrió que estaba comiendo el postre elaborado en Israel. Este nazi light se quejó a la aerolínea, que inmediatamente retiró el dulce (tras las protestas, la compañía se retractó). En lugar de preocuparse por el terrorismo islámico en Molenbeek, el nido de yihadistas de Bruselas, hay racistas en Europa que quieren machacar a Israel, la única democracia de Oriente Medio.
Un temprano caso en el que se intentó destruir a Israel con medios económicos tuvo lugar en 1980, cuando L'Oreal compró la empresa de cosméticos Helena Rubinstein. Los regímenes árabes habían amenazado con truncar las lucrativas relaciones con ambas multinacionales si no cortaban lazos con Israel. En lugar de rechazar el chantaje, L'Oreal cedió. Hoy, este antisemitismo no lo encabezan ni los Estados árabes ni los occidentales. Francia, por ejemplo, prohibió hace poco los llamamientos que señalaban a Israel como objetivo de boicot. Hoy, las campañas del odio y estas políticas nazis las encabezan en su mayoría universidades, sindicatos, empresas y asociaciones que hipócritamente se dicen "pro derechos humanos", así como otras ONG.
Y, bochornosamente, también iglesias. La Iglesia Evangélica Luterana de América (ELCA, por sus siglas en inglés) pidió el pasado 11 de agosto al Gobierno de EEUU que pusiera fin a todas las ayudas a Israel y que adoptara tácticas para destruirlo por medios económicos. El pasado invierno, la Iglesia metodista estadounidense, también de manera muy poco cristiana, retiró sus inversiones de cinco bancos israelíes.
Todos ellos afirman falsamente ser "pacíficos" y utilizar "medios económicos" para corregir las "injusticias" que comete Israel en los territorios palestinos. Sin embargo, nunca parecen intentar corregir ninguna de las injusticias cometidas por los corruptos y represores regímenes de la Autoridad Palestina y de Hamás en Gaza, o defender siquiera la libertad de prensa, el Estado de Derecho o la creación de una economía estable. Ocultan sus auténticas motivaciones racistas. Simplemente se están coordinando con la violenta estrategia de los palestinos y los fundamentalistas musulmanes de Occidente; los mismos que se han negado repetidas veces durante siete décadas a hacer la paz con Israel y han optado en su lugar por el terrorismo.
Por primera vez desde el Holocausto y la matanza sistemática de seis millones de judíos, esta guerra asimétrica también rompió hace poco un tabú alemán. Al parecer, para algunos alemanes, la vieja sed de sangre nunca desapareció: sólo estaba dormida. El sindicato de profesores de la ciudad de Oldemburgo acaba de publicar un artículo en su revista de septiembre pidiendo un "boicot absoluto al Estado judío"; según el Jerusalem Post, es "la primera llamada al boicot contra Israel o los judíos por parte de un sindicato organizado alemán desde el Holocausto". El 5 de septiembre, con tardío mérito, el sindicato de profesores de Oldemburgo se disculpó y dijo que el boicot era "un gran error" y "antisemita".
La Unión Europea firmó un acuerdo con Marruecos –que mantiene un conflicto territorial con Argelia– que consagra su derecho a explotar los recursos del Sáhara Occidental. No se lanzó ninguna campaña de protestar. Y no hemos visto ninguna protesta contra Turquía por ocupar el norte de Chipre, o por su encarcelar sistemáticamente a disidentes, periodistas y académicos. No: la política del boicot sólo aplica contra el Estado judío, que presume de tener uno de los mayores niveles de libertad académica, de prensa y de igualdad de todo el planeta. Lo hacen a la manera de las 3-D, señaladas por un verdadero defensor de los derechos humanos, el disidente soviético Natan Sharansky, en su libro Alegato por la democracia.
- Doble moral: entre los más de 200 conflictos territoriales, desde el Tíbet hasta Ucrania, se señala únicamente a Israel.
- Demonización: se comparan los actos de Israel con los de los nazis, cuando en realidad es a quienes hacen dicha comparación a los que habría que comparar con los nazis.
- Deslegitimación: negar el derecho de Israel a existir.
La hipocresía racista es tan transparente como pérfida.
También someten el sector académico israelí a la silenciosa campaña neonazi de universidades que carecen de principios: extienden menos invitaciones, rechazan más artículos y siguen la pauta de las Leyes de Núremberg del Tercer Reich para impedir la participación de los judíos. La Universidad de Siracusa acaba de retirar la invitación para dar una conferencia a Simon Dotan, profesor judío de la Universidad de Nueva York, galardonado realizador, nacido en Rumanía, criado en Israel y ahora residente en EEUU. La comentarista Caroline Glick señaló:
La decisión de Hamner no ha tenido nada que ver con la calidad de la obra de Dotan. Sólo admitió (...) que a Dotan se le retiró la invitación porque es israelí y porque el título de su película, 'The Settlers' (Los colonos), no aclara enseguida si en ella se denigra lo suficiente al medio millón de judíos israelíes que viven en Judea y Samaria.
Entre otras figuras del ámbito académico que han dado su aprobación a estas medidas neonazis está la historiadora británica Catherine Hall y, desgraciadamente, el gravemente discapacitado Stephen Hawking, que si puede hablar es gracias a un dispositivo de voz israelí.
Esta campaña de boicot académico comenzó cuando a Oren Yiftachel, investigador de la Universidad Ben Gurión, se le rechazó un artículo en la revista Political Geography. El rechazo se acompañaba de una nota en que se le informaba de que la revista no podía aceptar un envío de "Israel", y le devolvían el artículo sin abrir. La editorial St. Jerome Manchester, especializada en traducciones, se negó a enviar volúmenes académicos a la Universidad Bar Ilán de Israel. La revista británica Dance Europa se negó a publicar un artículo sobre la coreógrafa israelí Sally Anne Friedland. Richard Seaford declinó reseñar un libro para la revista israelí Antiquity Scripta Classica Israelica. Un profesor de patología en la Universidad de Oxford, Andrew Wilkie, rechazó la solicitud de Amit Duvshani, estudiante de doctorado en la Universidad de Tel Aviv. Wilkie escribió en su nota de rechazo: "De ningún modo voy a aceptar a alguien que ha servido en el Ejército israelí".
Estos neonazis diseminan su mensaje en universidades, iglesias, empresas y ayuntamientos. Adoptan medidas tales como peticiones de profesores, acosos públicos, amenazas de acciones legales (guerras jurídicas), manifestaciones delante de tiendas, y muchas veces simples gritos violentos, intimidaciones, amenazas y sentadas.
Por supuesto, no tienen la capacidad de afectar a la floreciente economía israelí, pero es evidente que intentan generar un clima racista de sospecha y hostilidad hacia Israel y los judíos en todas partes. La empresa sueca Coop ha dejado de vender máquinas de carbonatación fabricadas por SodaStream, empresa israelí, mientras que el mayor fondo de pensiones holandés, PGGM, retiró las inversiones de cinco instituciones financieras de Israel. Vitens, el principal proveedor de agua potable de los Países Bajos, rompió sus lazos con su homóloga israelí, Mekorot. Los grandes almacenes berlineses KaDeWe, los mayores de Europa, dejaron de vender vino israelí (luego se retractaron). La mayor cooperativa de Europa, The Co-Operative Group, de Reino Unido, ha puesto en marcha una política discriminatoria contra los productos israelíes. McDonald's se ha negado a abrir un restaurante en la ciudad israelí de Ariel, en Samaria. La Universidad de Johanesburgo rompió sus lazos con la Universidad Ben Gurión de Israel. Sindicatos académicos del Reino Unido y Canadá, desde médicos a arquitectónicos, también han defendido las nuevas Leyes de Núremberg contra Israel. Decenas de artistas –especialmente músicos y directores de cine– se han negado, como los nazis originales antes que ellos, a actuar en Israel o han cancelado sus actuaciones allí. Muchos fondos de pensiones han retirado sus inversiones de Israel. Deutsche Bank, el mayor banco de Alemania, alegando dudosas "cuestiones éticas", incluyó al banco israelí Hapoalim en una lista negra de empresas.
Las líneas anteriores o posteriores a 1967 son simplemente una coartada para estos nuevos nazis. Muchos consideran que la totalidad de Israel es ilegal, inmoral o ambas cosas, aunque los judíos hayan vivido en esa tierra –parte de la cual se denomina Judea– desde hace 3.000 años. Su ansia de acusar a los judíos por tener la osadía de "ocupar" su propio territorio histórico y bíblico sólo revela su connivencia con las mentiras más nefastas de los extremistas islámicos, que están intentando destruir a los cristianos coptos nativos en su tierra natal de Egipto, y a los cristianos asirios nativos que estamos viendo asesinados en todo Oriente Medio. ¿Deberíamos acusar a los franceses de ocupar la Galia? Miremos simplemente cualquier mapa de Palestina, que cubre todo el Estado de Israel: para muchos palestinos, todo Israel es un sólo asentamiento gigante que ha de ser desmantelado.
En el lugar de Israel, facilitarán la creación de otro Estado árabe-islámico que suprima la libertad de expresión de los artistas, periodistas y escritores; que expulse a los cristianos de sus casas; que lapide hasta la muerte a los homosexuales; que torture a los presos en las cárceles; que dé muerte a inocentes por querer simplemente convertirse al cristianismo; que sentencie a latigazos, a la cárcel o a la muerte a cualquiera del que se haya podido decir que ha dicho algo que alguien podría considerar ofensivo para el islam; que obligue a las mujeres a llevar el velo y vivir apartadas; que glorifique a los terroristas; que prohíba el alcohol; que detenga a la gente por expresar opiniones impopulares; que fomente una nueva categoría de refugiados musulmanes: los que escapen felizmente de un régimen opresivo y asesino.
Estos nuevos nazis presentan, en vez de argumentos, latiguillos falsos y engañosos, como "Estado apartheid", "ocupación", "represivo", "violador de las leyes internacionales" (que Israel cumple meticulosamente). Su objetivo, como el de los nazis originales, es manipular a la gente e instilar el prejuicio y el odio contra Israel y, tras ese subterfugio, contra los judíos.