Tras el 11 de septiembre de 2001, la crema de los intelectuales europeos empezó inmediatamente a buscar justificaciones para la yihad. Estaban obviamente fascinados por el rifle de asalto Kaláshnikov, "el arma de los pobres". Para ellos, lo que habíamos visto en Nueva York era una quimera, una ilusión. Los asesinatos masivos eran supuestamente el suicidio de la democracia capitalista, y el terrorismo la cólera de los desempleados, el arma desesperada de un lumpemproletariado agraviado por la arrogancia de la globalización occidental.
Esos intelectuales han sembrado la semilla de la desesperación en una gran caja de resonancia occidental. Desde el 11-S hasta las más recientes matanzas en suelo europeo, los occidentales asesinados son presentados como simples víctimas colaterales de una guerra entre "el sistema" y los parias de la Tierra, que sólo están reclamando su lugar en la mesa.
Uno de esos intelectuales es Michel Onfray. Hace algún tiempo ya que conocemos la cínica expresión tonto útil, que se suele atribuir a Lenin y se utilizaba para denominar a los occidentales que justificaban los horrores del comunismo. La revista francesa L'Express lo ha utilizado para describir a Onfray: "El tonto útil del islamismo".
Cuando, en 2005, se publicó su Tratado de ateología, Onfray jamás se hubiese imaginado que diez años después se convertiría en la niña bonita de la organización islamista Estado Islámico (ISIS). Sin embargo, el 21 de noviembre de 2015, una semana después de las matanzas de París, Onfray apareció en un vídeo de propaganda del Estado Islámico. Pocos días después, Onfray, ese ídolo de la reflexiva clase media europea, dijo: "El ISIS y Francia podrían firmar una tregua".
Onfray dio otra entrevista, a la revista Famille Chrétienne, donde explicaba que no hay diferencias morales entre "matar vidas inocentes de mujeres, niños y ancianos" y el "terrorismo de Estado": entre el ISIS y la guerra occidental contra el terrorismo.
Onfray es el filósofo francés más leído del mundo, y ha destronado a Michel Serres, Michel Foucault y Jean-Paul Sartre. Este filósofo embriagado por la Ilustración ha escrito 80 libros, que se han traducido a casi 30 idiomas. No es marxista, sino un hedonista libertario. Según Onfray, la herencia judeocristiana impide el goce libre del amor. De ahí su insistencia, en definitiva, en que la civilización occidental está "muerta".
¿Cómo pudo este gran hedonista, teórico del materialismo y el ateísmo, convertirse en la niña bonita de los degolladores islamistas? El primer ministro Manuel Valls lo acusó de haber "perdido el norte".
Si Onfray pide una tregua con el Estado Islámico es porque cree que Francia es responsable de lo que le ha ocurrido. En su libro Pensar el islam, Onfray escribió: "Si nos atenemos a los hechos históricos y no a las emociones, Occidente atacó primero". Al parecer, Francia está recogiendo lo que ha sembrado. Por supuesto que los islamistas matan y masacran, pero no es por su culpa, ya que Occidente, a juicio de Onfray, atacó primero.
También parecía dar más excusas al ISIS al hablar de la "islamofobia" francesa.
¿Por qué se ha vuelto Onfray tan popular entre los yihadistas franceses que luchan en Siria e Irak? El periodista David Thomson, especialista en movimientos yihadistas, explicó: "Onfray es traducido al árabe y sus textos se comparten en todas las webs pro ISIS". Hablando con Jean-Jacques Bourdin en 2013, Onfray defendió incluso el derecho de los islamistas a aplicar la sharia en Mali.
Onfray reconoce que estamos en guerra. Pero esta guerra, según él, la empezó George W. Bush. Se olvida de que 3.000 americanos fueron asesinados el 11 de septiembre de 2001. Si se le recuerda que el "ISIS mata a gente inocente", Onfray responderá: "Nosotros también hemos matado a gente inocente". Es la equivalencia moral perfecta entre el ISIS y Occidente. ¡Bárbaros contra bárbaros! Los 130 franceses asesinados el 13 de noviembre de 2015 son simples marionetas de Occidente. Con su relativismo moral, Onfray abre la puerta al degüello islamista.
Onfray pertenece a una larga lista de charlatanes que pululan en la intelectualidad europea. En un artículo en Le Monde, el filósofo alemán vivo más famoso, Jürgen Habermas, afirmaba: "El yihadismo es una forma moderna de reacción a las condiciones de vida que caracterizan el desarraigo". Alguien debería haberle explicado que todos los terroristas estaban bien integrados en las democracias francesa y belga, y que vivían de prestaciones sociales.
Otro celebridad del mundo de la filosofía, el gurú neomarxista esloveno Slavoj Zizek, decía que el islamismo podría parecer reaccionario; pero
en un curioso giro, la religión es uno de los posibles lugares desde los que se pueden plantear dudas críticas sobre la sociedad de hoy. Se ha convertido en uno de los lugares de resistencia.
Zizek también afirmaba que los "islamofascistas" y los "racistas europeos antiinmigración" son "las dos caras de la misma moneda".
Tras las matanzas de París, el intelectual francés Thomas Piketty apuntó a la "desigualdad" como origen del éxito del ISIS. Otro filósofo alemán muy conocido, Peter Sloterdijk, dijo que los atentados del 11 de Septiembre fueron sólo "unos pequeños incidentes".
José Saramago, Premio Nobel de Literatura, afirmó que estrellar dos aviones contra las Torres Gemelas era "una venganza contra la humillación".
Están también los que, como el pensador francés Jean Baudrillard, dijeron que los ataques contra las Torres Gemelas era lo que Estados Unidos quería en realidad. En resumen: lo hicieron los terroristas islámicos, pero nosotros lo queríamos. O por citar al famoso compositor alemán Karlheinz Stockhausen, el atentado contra el World Trade Center fue "la mayor obra de arte posible en todo el Cosmos".
La cumbre del cinismo la alcanzó Dario Fo, el ganador del Premio Nobel de Literatura en 1997, que tras el 11-S declaró:
Los grandes especuladores se regodean en una economía que mata de miseria a decenas de millones de personas cada año, así que ¿qué son 20.000 muertos en Nueva York? Independientemente de quién haya llevado a cabo la masacre [del 11-S], esta violencia es hija legítima de la cultura de la violencia, del hambre y de la explotación humana.
Esto ya pasó antes. Filósofos como Martin Heidegger y Carl Schmitt, escritores como Knut Hamsun y Louis Ferdinand Céline, músicos como Wilhelm Furtwangler y Ernst von Karajan son sólo algunos de los representantes más famosos de la cultura europea que abrazaron el sueño de Adolf Hitler. Sus herederos justifican ahora la yihad como el castigo definitivo a las libertades y la democracia occidentales.