En una profética conferencia celebrada en Viena el 7 de mayo de 1935, el filósofo Edmund Husserl dijo: "El mayor peligro para Europa es el cansancio". Ochenta años después, la misma fatiga y pasividad siguen dominando las sociedades europeas occidentales.
Es el tipo de agotamiento que vemos en el descenso de las tasas natalidad europeas, la multiplicación de la deuda pública, el caos en las calles y la negativa de Europa a invertir recursos en su fuerza de seguridad y militar. El mes pasado, en un suburbio parisino, la Basílica de Saint Denis, donde están enterrados reyes cristianos de Francia, fue ocupada por ochenta migrantes y activistas pro inmigración ilegal. La policía tuvo que intervenir para liberar el lugar.
Stephen Bullivant, profesor de Teología y Sociología de la Religión en la Universidad St. Mary de Londres, publicó hace poco un informe: Europe's Young Adults and Religion (Los adultos jóvenes de Europa y la religión):
"El cristianismo por defecto, como norma, ha desaparecido, y probablemente para siempre, o al menos para los próximos cien años", dijo Bullivant.
Según Bullivant, muchos jóvenes europeos "serán bautizados y después no volverán a asomarse por la puerta de una iglesia. Las identidades religiosas culturales ya no se están transmitiendo de padres a hijos. Directamente se les saca de la cabeza..." Y sabemos que la tasa de natalidad musulmana es más alta que la de la población general, y que tienen tasas de retención [religiosa] mucho más altas".
Richard Dawkins, ateo y autor de El espejismo de Dios, respondió a la publicación del estudio tuiteando para sus millones de seguidores en Twitter:
Antes de festejar la agonía de la relativamente benigna religión cristiana, no olvidemos los amenazadores versos de Hilaire Belloc:
"Mantén siempre a raya a la enfermera / por temor a otra cosa peor".
Dawkins está aparentemente preocupado de que tras la desaparición del cristianismo en Europa no haya una utopía ateísta, sino un islam en auge.
Ese es el principal argumento de Philippe Bénéton en su libro Le dérèglement moral de l'Occident (El desorden moral de Occidente): el islam está llenando el vacío cultural de una sociedad sin hijos y que cree —equivocadamente— que no tiene enemigos.
Según Radio Sweden, se está bautizando a menos recién nacidos en el país a causa del cambio demográfico. Para 2050, casi una de cada tres personas será musulmana en Suecia, según un informe reciente del Pew Center.
La mentalidad en los medios europeos parece ahora creer que el "mal" sólo proviene de nuestros propios pecados: el racismo, el sexismo, el elitismo, la xenofobia, la homofobia, la culpa del varón blanco occidental y heterosexual, y nunca de las culturas no europeas. Así que Europa postula ahora una idealización infinita del "otro", sobre todo del migrante. La herencia y el legado de la civilización occidental se trocea pedazo a pedazo para que no quede nada; nuestros valores son objeto de burla y nuestro instinto de supervivencia es inhibido. Es un proceso de descomposición en el que las autoridades políticas parecen haber decidido mediar, como si fuese inevitable. Ahora, la Unión Europea espera a recibir la próxima ola de migrantes, de África.
En el importante discurso de la canciller alemana, Angela Merkel, en el Bundestag, tras un proceso sin precedentes, largo y difícil, de formar un nuevo gobierno, empleó un tono conciliador sobre la inmigración mientras ofrecía un mensaje inclusivo sobre el islam. "Con 4,5 millones de musulmanes viviendo entre nosotros, su religión, el islam, también se ha convertido en parte de Alemania", dijo.
La política más poderosa de Europa claudicó: evidentemente se olvidó (otra vez) de la diferencia entre los derechos civiles de las personas, de los cuales gozan los ciudadanos musulmanes en Alemania, y las fuentes de la identidad nacional, sobre las que se basa Europa: los valores humanistas y judeocristianos. La comprensión de esta idea podría explicar por qué una semana antes el nuevo ministro de Interior alemán, Horst Seehofer, dijo que "Alemania ha sido moldeada por el cristianismo", y no por el islam.
El cansancio de Europa también se puede ver en un conflicto generacional encarnado en el alarmante aumento de la deuda pública. En Italia, el establishment político se vio hace poco sacudido por la elección de dos importantes partidos populistas. Se trata de un país con una deuda de 40.000 euros per cápita, y una carga fiscal equivalente al 43,3% del PIB. La edad media de la población es la tercera más vieja del mundo, junto con una de las tasas de natalidad más bajas del planeta, una de las edades de jubilación más bajas de Europa, y la mayor proporción entre gasto en seguridad social y PIB del mundo occidental. También es un país donde las pensiones suponen un tercio de todo el gasto público y donde el porcentaje de pensionistas respecto a los trabajadores crecerá del 37% actual al 65% en 2040 (de tres trabajadores que sustentan a un pensionista a los tres trabajadores que sustentan a dos pensionistas).
Un desafío islamista a esta sociedad cansada y en declive podría ser decisivo. Sólo la población cristiana de Europa es infértil y está envejeciendo. La población musulmana es fértil y joven. "En la mayoría de países europeos —incluidos Inglaterra, Alemania, Italia y Rusia— las muertes de cristianos superaron a los nacimientos desde 2010 a 2015", escribe The Wall Street Journal.
Seguirá habiendo ataques terroristas en Europa. Hace poco, en Trèbes, en el sur de Francia, un yihadista tomó rehenes en un supermercado y juró lealtad al ISIS. Parece que las sociedades europeas se consideran a sí mismas tan fuertes, y su capacidad para absorber la inmigración masiva tan amplia, que nada les impedirá creer que pueden asimilar y manejar los actos terroristas como los accidentes de tráfico o las catástrofes naturales. El cansancio también parece explicar por qué estos países no toman medidas significativas para derrotar al yihadismo, como cerrar las mezquitas salafistas o expulsar a los imanes radicales.
Los extremistas musulmanes entienden esta ventaja: mientras logren evitar otra enorme masacre como la del 11-S, podrán seguir asesinando a gente y debilitando a Occidente sin despertarlo de su inercia. El escenario más probable es que todo continúe: la fractura interna de Europa, dos sociedades paralelas y la devaluación de la cultura occidental. Pieza por pieza, la sociedad europea parece estar desmoronándose irremediablemente.