En octubre, China desplazó por primera vez a Norteamérica como el mayor mercado cinematográfico del mundo. En la imagen (Wang Zhao/AFP via Getty Images), Wang Jianlin (segundo por la izquierda), presidente del Grupo Wanda, asiste a la inauguración de la Metrópolis del Cine Wanda Qingdao, "la respuesta china a Hollywood", el 28 de abril de 2018. |
En octubre China superó por primera vez a Norteamérica como el mayor mercado cinematográfico del mundo. "En 2020, la venta de entradas en China ascendió a 1,98 millardos de dólares el pasado domingo, sobrepasando los 1,93 millardos de Norteamérica, según los datos de Artisan Gateway. Se espera que la brecha se agrande considerablemente cuando finalice el año", informó The Hollywood Reporter el 18 de octubre. "Los analistas llevaban mucho tiempo prediciendo que el país más poblado del planeta acabaría encabezando los rankings globales. Pero con todo sigue siendo un momento histórico".
"Finalmente ha llegado el día en que China se ha convertido en el principal mercado del cine, sobrepasando a Norteamérica en 2020", proclamó China.org.cn, portal dependiente de la Oficina del Consejo Estatal Informativo –también conocida como Oficina de Propaganda del Partido Comunista Chino (PCCh)–, en un artículo autoensalzatorio: "China es oficialmente el mayor mercado mundial del cine". Publicado el 20 de octubre, en él se habla de Los Ochocientos, una película de la II Guerra Mundial sobre un grupo de soldados chinos sometidos a asedio por el Ejército japonés que ha sido la cinta más taquillera del año, así como de otro puñado de películas chinas programadas para el último trimestre de 2020.
Para esto es para lo que el PCCh trabaja desde hace al menos un decenio; en un comunicado de 0ctubre de 2011 hablaba de la "urgencia" de potenciar el soft power de Pekín y "el influjo internacional" de la cultura china, así como del deseo de "convertir a nuestro país en una superpotencia cultural socialista".
Esto son malas noticias para Hollywood, que durante años ha buscado una mayor penetración en el enorme y lucrativo mercado chino. China ya no depende de los taquillazos norteamericanos para llenar sus cines. Sin embargo, Hollywood sí necesita del mercado chino para que sus cintas tengan éxito en términos financieros.
Desde 2012, el PCCh tiene impuesta una cuota de sólo 34 películas extranjeras; antes, el número era aún más bajo. Sólo las cintas que cumplen las estrictas demandas de los censores del Departamento Central de Propaganda (DCP) del PCCh son tenidas en consideración. Dicha entidad se encarga de "supervisar la producción fílmica nacional, la distribución, la proyección de las películas; de organizar la revisión del contenido (...) la importación y exportación de todas las películas, publicaciones y demás (...) [y de] cualquier cooperación con organizaciones del exterior". El DCP trabaja para "implementar las pautas propagandísticas del partido".
"Las regulaciones y el proceso de aprobación de películas extranjeras son reflejo de la posición del PCCh de que el arte, incluido el cine, es un instrumento de control social", según Dirigido en Hollywood, editado en China: cómo la censura y la influencia de China influyen en las películas de todo el mundo, un documento de trabajo de la Comisión USA-China del Congreso norteamericano, que se encarga de analizar las implicaciones comerciales y de seguridad nacional de las relaciones entre ambos países.
Debido a dichas regulaciones, a los cineastas hollywoodienses se les exige que eliminen escenas, diálogos y temas que puedan ser considerados una falta de respeto al Gobierno chino. Con la mirada puesta en la distribución en China, los cineastas norteamericanos cada vez editan más sus filmes pensando en la sensibilidad de los censores chinos.
"Los directivos de Hollywood", se lee en el informe Realizado en Hollywood, censurado en Pekín, publicado en agosto por el PEN norteamericano, "tienen cada vez más en mente los deseos de los censores del PCCh cuando deciden a qué películas dar luz verde".
El Partido Comunista Chino (...) ejerce un gran influjo cuando se valora si una película será rentable o no, y los ejecutivos de los estudios lo saben. El resultado es un sistema en el que los burócratas de Pekín pueden exigir cambios a las películas hollywoodienses, o confiar en que la gente de Hollywood se anticipe a sus deseos, sin que haya gritos o protestas de relieve ante semejante censura".
"Pekín se sirve políticamente de la gran presión que ejerce sobre Hollywood", dice el PEN estadounidense.
Empujar a los directivos de Hollywood a presentar una imagen positiva y blanqueada de China y de su partido gobernante, y alentar a que los filmes hollywoodienses promuevan mensajes alineados con sus intereses políticos: el objetivo de Pekín no es sólo impedir que su población reciba mensajes que considere hostiles a sus intereses, aunque se trata de un factor principal en su estructura censora; el PCCh quiere influir proactivamente para que Hollywood cuente historias que lo halaguen y sirvan a sus intereses políticos.
La censura adopta diferentes formas. Hay tipos de películas que ya no se producen porque podrían enfurecer al PCCh y poner fin inmediatamente a todo el negocio en China. Películas como Kundun y Siete años en el Tíbet, sobre la invasión y ocupación china del Tíbet, o El laberinto rojo, sobre las violaciones a los derechos humanos en el sistema legal chino. Luego de que se produjeran esas cintas, en 1997, China ordenó que se detuviera el negocio con los tres estudios responsables, que lo que hicieron entonces fue distribuir... disculpas. "Cometimos un error estúpido. Lo malo es que la película se hizo; lo bueno es que nadie la vio", le dijo el director ejecutivo de Disney Michael Eisner al primer ministro chino Zhu Rongji a propósito de Kundun en 1998. "Quiero disculparme, y en el futuro deberíamos impedir que esta clase de cosas, que afrentan a nuestros amigos, sucedan".
No se trata sólo de las cuestiones políticas más espinosas. Hollywood elimina incluso a los villanos chinos de las películas de ficción antes de que pasen siquiera por el censor chino. Amanecer rojo, nueva versión de una vieja película sobre una invasión soviética de EEUU, fue digitalmente alterada para convertir a invasores chinos en norcoreanos. En aquel momento, el productor y distribuidor de películas en China Dan Mintz, de DMG Entertainment, dijo que si el film se hubiera difundido sin esa manipulación "habría habido represalias de verdad. Es como ser invitado a una cena y meterte todo el rato con los anfitriones. No hay manera de quedar bien... La realización misma de la película no fue una decisión muy inteligente".
A veces también se manipulan los hechos para que encajen en una narrativa que complazca a China. En el film de 2013 Gravity, en el que Sandra Bullock interpreta a una astronauta norteamericana, los restos de un satélite ruso dañan el transbordador estadounidense y Bullock sólo se salva llegando a una estación espacial china. En realidad, "los rusos nunca han lanzado un misil contra uno de sus propios satélites, como muestra la película. Pero eso fue exactamente lo que hicieron los chinos en 2007", escribió Michael Pillsbury en La maratón de los cien años.
Los servicios de inteligencia norteamericanos no fueron alertados por los chinos sobre el lanzamiento del misil, y de hecho se les aseguró repetidas veces que el Gobierno chino no tenía un programa antisatélites. Temerariamente, los chinos generaron la mayor y más peligrosa chatarra espacial de la historia, pero en la película las culpas recayeron sobre los rusos. La consecuencia de estas interpretaciones incorrectas es que los chinos quedan como héroes en Gravity (...) los guionistas se las apañaron para distorsionar la historia.
Un productor de Hollywood ha afirmado que las sugerencias para la realización de proyectos críticos con China provocan el temor a que "tú o tu compañía seáis puestos en la lista negra, y a que interfieran en tus proyectos actuales o futuros. Así que no sólo te llevas la peor parte, también [se ven perjudicados] tu compañía y aquellas en las que vayas a trabajar en el futuro. Y eso lo tienes siempre presente". Un colega comentó: "Cuesta verse como un autocensor (...) Simplemente no sabes qué está bien y qué está mal". Deliberadamente, China convierte en opacas sus decisiones sobre qué pasará y qué no pasará la censura. Esa ambigüedad le asegura que los productores de Hollywood prefieran redoblar la autocensura antes que arriesgarse a ser rechazados por los censores.
Una forma que tienen los estudios de Hollywood de sortear la cuota de los 34 filmes por año es coproducir con compañías chinas, con lo que dan al PCCh control creativo sobre esos proyectos. A nadie sorprenderá, pues, que también esas alianzas se muestren complacientes con China. En la más taquillera de las coproducciones sino-americanas, El mega –a la que alguno ha calificado de "actualización mediocre de Tiburón"–, los espectadores chinos eran perfectamente conscientes de esa indulgencia. "En esta película los occidentales son completamente devorados o hechos pedazos. En cambio todos los orientales tienen una muerte elegante, y sus rostros lucen indemnes", observó uno de ellos. Otro afirmó: "Este megalodón, que devora sólo extranjeros y no toca una playa llena de chinos, es muy considerado".
China ejerce una "extraordinaria influencia sobre Hollywood", al decir de Chris Fenton, verterano ejecutivo cinematográfico y autor de Alimentando al dragón: el billonario dilema que afrontan Hollywood, la NBA y las empresas de EEUU.
Incluso cuando no se espera obtener beneficios en China de una determinada película o serie de TV. Puede que vayan y digan: "El presupuesto para este film no precisa del mercado chino para generar ingresos. Vamos a ello, sentíos libres en lo relacionado con el contenido y pensad en EEUU y los demás países democráticos". Pues entonces va China, hace averiguaciones sobre esas películas, aun cuando no vayan a proyectarse en sus cines, y penalizará a los estudios o a los cineastas implicados en ellas, para que no consigan otras.
Puede que la mayoría de los espectadores no sean conscientes de que el PCCh tiene algo que decir sobre la película que están viendo: las películas de Hollywood censuradas no vienen con una etiqueta que las identifique como tales. Y la censura del PCCh no es un asunto que Hollywood esté dispuesto a debatir abiertamente. "Una de las cosas más chocantes de la investigación del PEN nortamericano fue lo reticentes que se mostraron los profesionales de Hollywood a hablar del tema en concreto o en público", se lee en Realizado en Hollywood, censurado en Pekín.
Las razones dadas para tal reticencia fueron varias, pero todas tenían que ver con el miedo a una reacción negativa: de Pekín, de los empleadores o de Hollywood en general. Como un productor declaró a PEN América: "Todos tememos ser citados en un artículo aun cuando sólo hable de [la influencia de] China en Hollywood en términos generales".
Es incongruente, por decirlo suave, que Hollywood mime y se someta a la censura del PCCh por mor de las finanzas mientras simultáneamente se vende como una industria progresista que dice cantarle las verdades al poder y alinearse con la justicia social y la igualdad de oportunidades para todos, con independencia del género, color de piel, etnia, religión u orientación sexual de cada cual. Semejante pretensión no casa bien con el hecho de que los tibetanos y los musulmanes uigures, por sólo citar dos grupos, no existan en el universo hollywoodiense porque así lo ha querido el PCCh. Sin duda, esto es algo que debería ser sometido a cuestión y a debate de manera estentórea, a menos que haya un acuerdo general en que el PCCh debería decidir siempre qué películas se hacen en EEUU, Europa y más allá. Y si así están las cosas en los grandes estudios, ¿qué esperanza hay para los pequeños, los independientes, etcétera?
El problema va mucho más allá del negocio cinematográfico.
"No es sólo Hollywood, no es sólo el sector tecnológico, no es sólo el baloncesto y el resto de los deportes, así como otras industrias", dice Chris Fenton:
Afecta a todo. Para llevar productos y servicios a ese mercado hay una serie de reglas que tienes que cumplir (...) a fin de que te permitan acceder a los consumidores. Pero esos procesos (...) han ido a peor (...) y se han ampliado con el tiempo (...) Se ha llegado a un punto en el que necesitamos detenernos y contraatacar, o estamos perdidos.