Que los dirigentes iraníes se hayan esforzado, desde la instauración del régimen, en propagar su influencia para respaldar a un candidato y partido político en las elecciones presidenciales estadounidenses es un hecho más que significativo. La notable intromisión está ahora dirigida a auxiliar la candidatura de la vicepresidente Kamala Harris. Movimiento que indica que Teherán tiene la esperanza de asegurarse un alineamiento geopolítico más favorable tras los comicios de noviembre.
Fuentes de inteligencia confirmaron recientemente que información robada por agentes iraníes a la campaña de Donald Trump fue entregada a individuos vinculados con la campaña demócrata. El FBI, la Oficina del Director de Inteligencia Nacional y la Agencia de Ciberseguridad y Seguridad de Infraestructuras revelaron en un comunicado conjunto que agentes iraníes ejecutaron una operación maliciosa mediante la cual "enviaron, a individuos entonces asociados con la campaña del presidente Biden, correos electrónicos no solicitados que contenían un extracto de material robado y no público de la campaña del expresidente Trump."
Esta revelación sirve para remarcar qué tan lejos han llegado las capacidades cibernéticas de Irán.
En esta revelación, un elemento de lo más llamativo es el silencio de la campaña demócrata. A pesar de recibir datos procedentes del equipo de Trump, el bando azul se abstuvo de hacer comentarios hasta que el FBI comunicó el hecho el 18 de septiembre. Al día siguiente, la campaña de Harris respondió, finalmente, que no había utilizado ningún material recopilado por los hackers iraníes.
Desde las filas republicanas reaccionaron, rápidamente, emitiendo un comunicado donde exigían responsabilidades a los de Harris. Ella, afirmaron, debe "confesar si usaron el material hackeado".
El 18 de septiembre, el expresidente acudió a Truth Social con un mensaje mordaz:
"EL FBI PILLÓ A IRÁN ESPIANDO A MI CAMPAÑA Y DANDO TODA LA INFORMACIÓN A LA CAMPAÑA DE KAMALA HARRIS. POR LO TANTO ELLA Y SU CAMPAÑA ME ESTABAN ESPIANDO ILEGALMENTE".
Y continuó:
"¡QUE SE CONOZCA COMO EL CASO IRÁN, IRÁN, IRÁN! ¿DIMITIRÁ KAMALA, EN DESGRACIA, DE LA POLÍTICA? ¿ELEGIRÁ LA IZQUIERDA COMUNISTA UN NUEVO CANDIDATO PARA SUSTITUIRLA?".
Estos comentarios ponen de manifiesto la preocupación del republicano por la injerencia extranjera y su posible efecto en la integridad electoral, sobre cuando se trata de la candidatura de la vicepresidente.
El ingrediente que más intriga añade a esta historia es el aparente deseo del régimen iraní de asistir al Partido Demócrata, detrás del cual se esconden, subyacentes, varios motivos.
En primer lugar, es más que probable que Harris continúe la indulgencia de la actual Administración cuando se trata de aplicar sanciones a Irán. Bajo el Gobierno actual, Teherán ha vendido petróleo a niveles récord y participado en lucrativos negocios con naciones europeas, multiplicando sus ganancias.
Irán, en segundo lugar, prevé que Harris, si ocupa la Presidencia, seguirá librando miles de millones de dólares para sus arcas. En los últimos cuatro años, la Administración Biden-Harris otorgó cerca de 60.000 millones de dólares a los mulás iraníes. Las inesperadas ganancias enriquecieron al régimen y reforzaron su capacidad económica y militar. Sus dirigentes consideran fundamental la continuación de este flujo financiero para su objetivo de largo plazo: expandir su influencia en Oriente Próximo y más allá.
Iniciar una guerra con Israel a través de sus proxies Hamás y Hezbolá, cerrar el Canal de Suez y disparar, más de 150 veces sólo desde octubre, contra las tropas estadounidenses en la región fue, al parecer, su amable forma de dar las gracias.
En tercer lugar, el régimen debe estar extasiado por la reticencia con la que Harris hace frente a sus galopantes avances en tecnología nuclear. Durante la Administración Biden-Harris, el programa nuclear iraní progresó como nunca antes: el secretario de Estado, Antony Blinken, anunció en julio que las armas atómicas iraníes estaban sólo a "una o dos semanas" de ser una realidad. Los mulás parecen estar peligrosamente cerca de poseer bombas con las que finalmente hacer su voluntad.
Irán, en cuarto lugar, espera que una Administración Harris mantenga la pasividad estadounidense frente a al apoyo militar iraní a Rusia en la guerra contra Ucrania. Cree, igualmente, que Harris ignorará sus esfuerzos por aniquilar a Israel mediante sus proxies terroristas, así como su creciente influencia en América Latina, patio trasero de Estados Unidos que cada vez se vuelve más interesante para la geopolítica iraní.
Que el gobierno de los ayatolás se inmiscuya en las elecciones estadounidenses para apoyar a los demócratas debería servir como una advertencia alarmante: la plataforma internacional de Harris permitiría a aquel régimen expansionista seguir sembrando horrores en el mundo, tanto por mano propia -aún más después de adquirir capacidades nucleares- como a través de sus apoderados. Después de todo, ¿por qué debería esperarse que el Irán que trata atrozmente a su propio pueblo trate mejor a los demás?