Aumentan los ataques contra niñas y niños cristianos en Egipto.
A finales de mayo Cyril Yusuf Saad, un niño copto de seis años, fue secuestrado y retenido para pedir un rescate por él. Después de que su familia pagara, el secuestrador, Ahmed Abdelmoneim Abdelsalam, musulmán, mató a la criatura. Según la información en árabe sobre el caso, la familia del pequeño.
está destrozada tras pagar 30.000 libras al secuestrador, que aun así mató al inocente niño y arrojó su cadáver al retrete de su casa, de donde fue recuperado, hinchado y enmohecido.
Semanas antes, Sameh George, de diez años, monaguillo de la iglesia copta de San Abdul Nasih (Siervo de Cristo) en Minya, fue secuestrado por "personas desconocidas" cuando se dirigía a la iglesia para participar en las oraciones previas a la Pascua ortodoxa. Sus padres y familiares declararon que solía ir al templo y asistir al culto por la tarde, pero cuando no regresó y comenzaban a alarmarse recibieron una llamada anónima de los secuestradores, que les decían que tenían al niño en su poder y que lo ejecutarían a menos que recibieran un rescate de 250.000 libras egipcias.
Un mes antes de este incidente, otro niño copto, Abanub Ashraf, de doce años, fue secuestrado justo delante de su iglesia, San Pablo, en el distrito de Shubra al Jaima. Los secuestradores, cuatro hombres, le pusieron un cuchillo en el cuello, lo arrastraron al interior de su coche, dispararon contra la iglesia y huyeron a toda velocidad. Posteriormente llamaron a la familia del chico exigiendo un exorbitante rescate a cambio de su vida.
Si bien el motivo inmediato de estos secuestros es el dinero, otra finalidad parece ser asustar a las familias cristianas para que no manden a sus hijos a la iglesia. Si no, ¿por qué los iban a secuestrar justo delante de los templos? (Teniendo en cuenta que algunos clérigos musulmanes egipcios consideran que ir a la iglesia es peor que ir a bares y prostíbulos, es probable que los secuestradores crean que éste es el lado altruista de su odio y su codicia).
Las niñas coptas son aún más vulnerables que los niños. Como indica un informe de International Christian Concern,
cientos de niñas cristianas (…) han sido secuestradas, obligadas a convertirse al islam y forzadas a contraer matrimonio en Egipto. Estos incidentes a menudo van acompañados de violencia, incluidas violaciones, palizas y otras formas de maltrato físico y psicológico.
Un día, Ágape Esam Girgis, de catorce años, se dirigía a la escuela acompañada por una trabajadora social musulmana y dos profesores, uno de ellos salafista, y nunca regresó. Tras diversas protestas, finalmente
fue devuelta a su familia y al sacerdote de su iglesia, en la que se quedó durante cierto tiempo con sus parientes debido al terrible suplicio que había padecido durante su secuestro.
Según un obispo copto involucrado en el caso, lo que le ocurrió a Ágape (cuyo nombre procede de la palabra empleada en la Biblia para referirse al amor fraterno) es desgarrador. Fue drogada, y cuando despertó se encontró en un lugar aislado con una mujer anciana y varios salafistas que trataron de convertirla al islam, la obligaron a llevar el hiyab completo y la golpearon.
Algunas semanas antes, Sarah Abdelmalek, también de catorce años, fue secuestrada mientras se dirigía a su colegio. Posteriormente se informó de que se la había introducido ilegalmente en Libia (donde los cristianos coptos son sometidos a un trato brutal) con ayuda del Ministerio del Interior. El nuevo papa copto dijo que el secuestro y la conversión forzada de Sarah eran "una desgracia para todo Egipto", y añadió:
¿Puede alguna familia aceptar el secuestro de su hija, y su conversión forzosa?
En los últimos años se han documentado en Egipto unos 550 casos de secuestro, violación y conversión forzosa de mujeres cristianas. La cifra no ha hecho sino aumentar tras la Primavera Árabe y la toma del poder por los Hermanos Musulmanes –paralelamente, ha aumentado el acoso sexual a todas las mujeres egipcias–. Irónicamente, cuando el presidente Morsi estuvo en Alemania, en febrero pasado, se le preguntó por la cuestión de las niñas coptas atacadas, y respondió que la idea de que estaban siendo secuestradas y sometidas a abusos era sólo un rumor. La opinión del presidente de Solidaridad Copta, Adel Guindy, es muy distinta:
Cualquier análisis objetivo y justo de los casos de conversión forzosa de niñas coptas, que comenzaron a producirse hace cuatro décadas, pero que han experimentado un ascenso dramático tras enero de 2011 [cuando la Primavera Árabe llegó a Egipto], mostrará un claro patrón de acontecimientos que apuntan a una mano oculta bien organizada. Sorprendentemente, la connivencia de las fuerzas de seguridad egipcias y de las autoridades judiciales –que contravienen las vigentes leyes de menores– muestra la extensión de la trama. Es parte de la guerra de desgaste contra los coptos en su propia patria.
La yihad contra los niños de la minoría cristiana es, al igual que otras señales recientes –como el ataque sin precedentes al templo copto más importante y las medidas legales para oprimirlos–, un indicador más de la hostilidad de un Egipto que se está islamizando rápidamente hacia sus habitantes más antiguos y autóctonos, los coptos. Y, como antes les sucedió a los judíos, es un ejemplo de lo que aguarda en estas sociedades a los otros.