Trescientos treinta y dos ataques de drones contra objetivos de Al Qaeda y de los talibanes en territorio paquistaní desde 2005 demuestran la tenaz resolución del presidente Barack Obama contra los terroristas que amenazan a Estados Unidos. Sólo en la última semana de abril la más reciente oleada de ataques aéreos lanzada o posibilitada por su Gobierno contra las redes de Al Qaeda en Yemen mató a 55 presuntos extremistas, entre ellos, probablemente, el experto en fabricación de bombas Ibrahim al Asiri.
Naturalmente, nadie espera que Estados Unidos envíe drones como respuesta a la noticia de que la Autoridad Palestina, con la que ha derrochado miles de millones de dólares y miles de horas de diplomacia, iba a establecer relaciones con Hamás, al que la Administración estadounidense considera una organización terrorista.
Pero cabría esperar algo más enérgico por parte de Washington que la débil y vacilante respuesta de la portavoz del Departamento de Estado, Jean Psaki, en la que trató de quitar presión a Hamás y a la Autoridad Palestina lanzando una pulla gratuita contra Israel: "Por parte de ambos bandos, ha habido acciones que no han ayudado durante el proceso", afirmó.
Si la respuesta estadounidense fue endeble, la de la Unión Europea fue traicionera.
Como Norteamérica y otros países, la UE considera a Hamás una organización terrorista. Pero el portavoz de Catherine Ashton, responsable de Asuntos Exteriores de la Unión, celebró la propuesta de incluir a Hamás en la Autoridad Palestina.
Esto, pese a ser algo vergonzoso, no resulta sorprendente, ni mucho menos; forma parte de un largo historial de aliento (deliberado o no) al terrorismo de Oriente Medio por parte de la UE.
La UE ha destinado el dinero de sus contribuyentes a pagar los salarios de terroristas palestinos convictos a través de donaciones incondicionales a la AP, que ascienden a miles de millones de dólares, desde 1994. Parte de este dinero también se ha destinado a libros de texto escolares, programas de televisión y otra propaganda de la Autoridad Palestina que incita al odio y al terrorismo contra Israel.
Ashton y la UE han instado repetidamente a que se ponga fin a la operación de seguridad marítimo-terrestre que llevan a cabo Israel y Egipto en torno a Gaza. Dicha operación tiene como fin prevenir que en la Franja entren municiones y material terrorista (suministrado, principalmente, por Irán), y evitar movimientos de armas y terroristas gazatíes para atacar objetivos israelíes o egipcios.
Al mismo tiempo, la Unión Europea, al igual que la ONU, generalmente ha permanecido muda ante oleada tras oleada de ataques con cohetes procedentes de Gaza y apoyados por Irán contra la población civil de Israel. Dichos cohetes son lanzados, sobre todo, por Hamás y sus compañeros de cama terroristas, la Yihad Islámica palestina. El silencio y la falta de actuación por parte de dos instituciones internacionales tan importantes como la UE y la ONU debería despertar, por lo menos, cierto grado de culpabilidad.
Robert Serry, coordinador especial de Naciones Unidas para el proceso de paz, parece haberse creído la insinuación que le hizo Abás de que la reconciliación con Hamás estaría basada en "el reconocimiento de Israel, en la no violencia y en la adhesión a acuerdos previos". Bajo esas premisas, Naciones Unidas, al igual que la UE, parece celebrar e incluso apoyar la perspectiva de que un grupo terrorista se incorpore a la Autoridad Palestina.
Si Hamás, supuestamente, se comprometiera a dichas premisas, Israel, naturalmente, proseguiría con las negociaciones de paz y con la cooperación con la AP en las condiciones actuales. Pero, aparte de las palabras de Abás a Serry, no hay ninguna señal de ello y, en el mundo real, no es probable que Hamás considere siquiera semejantes condiciones.
El primer ministro Netanyahu, por tanto, no tuvo más alternativa que suspender el proceso de paz. Era su obligación hacia el pueblo israelí y la comunidad internacional. ¿Cómo iba a seguir negociando con una entidad que negocia, a su vez, con un grupo terrorista cruel, asesino e implacable, empeñado en la destrucción de Israel y declarado ilegal en muchas partes del mundo?
Naturalmente, Abás sabía perfectamente, cuando accedió a la unión con Hamás, que con ello acabarían las negociaciones de paz. Pero éste es sólo el último de una serie de pasos dados por el presidente de la AP para sabotear el proceso de paz. El mes pasado rechazó los principios marco del secretario de Estado John Kerry; ha rehusado reiteradamente discutir el reconocimiento de Israel como patria del pueblo judío por parte de la AP, y, a finales de marzo, inició actuaciones para unirse a 15 organismos internacionales, contraviniendo así el acuerdo de no llevar a cabo acciones unilaterales en la escena internacional durante el periodo de las negociaciones de paz.
Uno de los mayores desafíos del proceso de paz, en el caso de que se reanude en algún momento, es resolver las inquietudes israelíes respecto a la seguridad en la Margen Occidental. Desde que las Fuerzas de Defensa de Israel abandonaron Gaza en 2005, los palestinos han lanzado más de 8.000 cohetes contra Israel, causando la muerte de 44 israelíes e hiriendo a más de 1.600.
Además, los terroristas gazatíes han aprovechado todas las oportunidades que se les han presentado para llevar a cabo otro tipo de ataques contra soldados y civiles israelíes, entre ellos secuestros, tiroteos, hombres-bomba, misiles antitanque y dispositivos explosivos improvisados (IED, por sus siglas en inglés).
Irán, empeñado en la destrucción de Israel, al igual que sus peones gazatíes, ha financiado, armado, reforzado y dirigido tanto a Hamás como a la Yihad Islámica palestina. Como vimos en el caso de la aprehensión del cargamento de armas iraníes a bordo del Klos C el mes pasado, el patrocinio iraní del terrorismo sigue implacable, incluso mientras la comunidad internacional rehabilita a su régimen extremista.
Israel debe asegurarse, sobre todo al estar en una región y con unos vecinos que se vuelven cada vez más inestables, violentos e impredecibles, de que, en el caso de que en un futuro llegue a cuajar un Estado palestino, la Margen Occidental no se convierta en un segunda Gaza. Las sangrientas consecuencias de ello para el pueblo israelí serían más graves que cualquier cosa que Hamás pueda lanzar desde la Franja.
Kerry ha propuesto que tropas internacionales proporcionen seguridad frente ataques contra Israel procedentes de la Margen Occidental. Pocos israelíes consideran que se pueda confiar en que semejante fuerza pueda protegerlos. Hay precedentes históricos del fracaso de fuerzas de paz en la región y fuera de ella, sobre todo cuando las cosas se complican. Y en la Margen se podrían complicar muy pronto y muy a menudo.
Ahí está el fracaso criminal de la comunidad internacional, cómplice e instigadora, al no haber adoptado ningún tipo de acción relevante para impedir las inacabables oleadas de letales ataques terroristas con cohetes contra civiles israelíes a lo largo de nueve años.
Y, lo que es peor, cuando Israel se ha visto obligado a proteger a sus ciudadanos, ha sido apuñalado por la espalda por la comunidad internacional, que lo ha acusado de crímenes de guerra.
El Informe Goldstone de Naciones Unidas en 2009, por ejemplo, mal concebido y lleno de fallos, suponía prácticamente incitación al terrorismo.
Y luego tenemos el espectáculo al que hemos asistido últimamente: la respuesta internacional, pusilánime y equívoca, a los planes de incorporación de un grupo terrorista activo y violento a la Autoridad Palestina.
Frente a unos líderes mundiales carentes de valor moral para enfrentarse a unos terroristas a los que ellos mismos han calificado como tales, Israel acierta plenamente al asumir que, en lo relativo a su seguridad, sólo puede confiar en su propia fuerza moral y en sus propias Fuerzas Armadas.