Los dirigentes palestinos de la Franja de Gaza y la Margen Occidental lo llaman resistencia popular pacífica. Se refieren, por supuesto a la última oleada de apuñalamientos, tiroteos y ataques con vehículos contra los judíos de Israel.
Según nuestros líderes –y, por desgracia, también según muchos miembros de la comunidad internacional–, ésta es una resistencia popular pacífica, un levantamiento o intifada, como los dos levantamientos que ya tuvimos en 1987 y 2000.
Pero lo que está sucediendo últimamente en los territorios palestinos e Israel es de todo menos una resistencia popular pacífica. Para empezar, no vemos que haya en ella nada de popular. No estamos viendo, como ha ocurrido anteriormente, a miles de palestinos que tomen parte en la violencia o en las protestas. Estos ataques no son protestas iniciadas por vecinos, residentes en campos de refugiados o miembros de los sindicatos profesionales de los territorios palestinos.
Lo que estamos viendo son atentados puros y duros, cometidos en su mayoría por jóvenes impresionables, envenenados en cuerpo y alma por la retórica incendiaria y la incitación de los dirigentes, las mezquitas y los medios palestinos, Facebook y otras redes sociales. Al parecer, los terroristas que llevan cuchillos o armas de fuego para asesinar judíos son generalmente jóvenes perturbados enardecidos por la penetrante atmósfera de odio a la que se ven expuestos a diario por sus dirigentes y por los medios de comunicación controlados por éstos. Los terroristas de ahora no forman parte de un grupo armado, como el Tanzim o las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, vinculadas a Fatah; tampoco son resistencia popular, ni una banda callejera ni un movimiento organizado.
Al contrario de lo que nos han estado diciendo los dirigentes palestinos, por no mencionar al resto del mundo, estos terroristas no creen en ningún tipo de resistencia pacífica y popular contra Israel. Al fin y al cabo, no hay nada de pacífico y popular en apuñalar o disparar a judíos que esperan el autobús o conducen de camino al trabajo o de vuelta a casa. Y, desde luego, tampoco lo hay en asesinar a un matrimonio judío delante de sus cuatro hijos, o en apuñalar y herir gravemente a un niño de 13 años que iba en bicicleta por las calles de Jerusalén.
Dicho claramente: esto no es más que otra oleada terrorista en la que se ataca a los judíos por ser judíos. Los terroristas y sus apologistas no distinguen entre un judío que vive en Beersheba y uno de un asentamiento de la Margen Occidental. Para los dirigentes y medios palestinos, todos estos judíos son colonos que viven en territorios ocupados. Para muchos de ellos, como nos insisten, todo Israel es territorio ocupado.
Los mapas oficiales palestinos siguen mostrando a Palestina ocupando todo el territorio de Israel. Y hay continuos intentos de borrar la historia de la presencia judía. El pasado julio la Tumba de Raquel, lugar de sepultura de una matriarca judía, fue atacado con explosivos lanzados con hondas. Y la semana pasada la Tumba de José, donde está enterrado un patriarca judío, fue incendiado. Son los mismos métodos que han empleado Al Qaeda y el Estado Islámico en Bamiyán y Palmira para tratar de borrar cualquier prueba de una presencia preislámica en esos antiguos lugares. Estos ataques fueron acompañados de peticiones por parte de seis Estados árabes (Argelia, Egipto, Kuwait, Túnez, Marruecos y Emiratos Árabes Unidos) para que la Unesco declarara la Tumba de Raquel y el Muro Occidental (un muro de contención, todo lo que queda del Segundo Templo judío destruido por los romanos en el 70 d. C.) parte del Monte del Templo musulmán, bajo control palestino. La última petición fue retirada antes de la votación, pero, en una grotesca reinterpretación de la historia, la Unesco declaró que dos lugares sagrados del judaísmo, la Tumba de Raquel y la Cueva de los Patriarcas, eran lugares sagrados del islam.
Además, los medios oficiales de la Autoridad Palestina, financiada por Occidente, se han referido a las víctimas judías de la actual oleada terrorista como colonos. Una mujer de 73 años, residente en la parte occidental de Jerusalén, que fue apuñalada en la estación central de autobuses de la ciudad hace dos semanas, fue descrita como colona. De manera análoga, dos judíos que fueron apuñalados y resultaron heridos en la ciudad de Raanana, a las afueras de Tel Aviv, también fueron calificados de colonos por los medios de comunicación de Abás. Su ciudad, Raanana, que está más que de sobra dentro de las fronteras de 1967, también ha sido descrita por la mayoría de los medios y periodistas palestinos como un asentamiento.
¿Qué es lo que demuestra todo esto? La respuesta es sencilla: que la mayoría de los palestinos sigue considerando que Israel es un gran asentamiento que debe ser extirpado y destruido. También demuestra que estos palestinos no distinguen entre un judío que viva en un asentamiento en la Margen Occidental y uno que viva en una ciudad de Israel. Las víctimas judías de esta oleada terrorista son todos colonos y colonialistas que merecen lo que les pasó porque están "viviendo en una tierra robada". Ése es el mensaje que que la Autoridad Palestina, Hamás y otros grupos palestinos están enviando a los palestinos y al resto del mundo: que los colonos son objetivos legítimos que merecen ser asesinados y abatidos por un pueblo que lucha por "la independencia y la libertad".
El término adecuado para referirse a esta oleada terrorista es yihad (guerra santa). Los ataques contra judíos en Israel y la Margen Occidental forman parte de la yihad global que lleva años librándose contra los judíos en particular, los no musulmanes en general, e incluso contra otros musulmanes que puedan no estar de acuerdo con una versión distinta del islam.
Casi todos los terroristas implicados en estos recientes atentados están afiliados a Hamás y la Yihad Islámica, dos grupos yihadistas cuyo principal objetivo es destruir Israel mediante el asesinato y la intimidación de judíos. Al igual que el Estado Islámico y Al Qaeda, los dos grupos palestinos también persiguen la creación de un califato islámico regido por la sharia.
Esta yihad no tiene como objetivo acabar con la ocupación o protestar por la miseria y los puestos de control. Más bien se trata de expulsar a los judíos de la región. Punto. Los terroristas y sus patrocinadores no ven diferencia entre un soldado israelí y un bebé israelí. No distinguen entre un judío de izquierdas y un judío de derechas. No preguntan a sus víctimas por su ideología política antes de clavarles un cuchillo.
Es una oleada terrorista basada nada más que en mentiras. Los dirigentes palestinos, incluidos Abás y su facción de Fatah, llevan meses mintiéndonos acerca de la naturaleza de las visitas de judíos a Haram al Sharif (el Monte del Templo). Han dicho a los palestinos que los judíos están invadiendo y profanando lugares sagrados del islam con la intención de destruirlos. Así, Abás y sus hombres de la Autoridad Palestina y Fatah en realidad han estado instando a los musulmanes a unirse a la yihad contra los judíos.
Después de que comenzara la oleada terrorista, los líderes palestinos siguieron mintiendo acerca de las circunstancias en torno a la muerte de los terroristas. Y ahora nos dicen que, en realidad, la mayoría de ellos eran civiles inocentes abatidos por los israelíes cuando iban a comprar comida para sus familias o de camino al trabajo. Los dirigentes palestinos mienten cuando nos dicen que los terroristas murieron como consecuencia de una nueva política israelí de "ejecuciones sobre el terreno" contra los jóvenes palestinos. Mentir y distorsionar la realidad se ha convertido en parte integral de la yihad contra los judíos. La campaña de mentiras, tergiversaciones e invenciones no es menos grave que los ataques terroristas. No hay diferencia entre un líder palestino que incita y miente y un terrorista que agarra un cuchillo y sale a la calle a matar judíos.
Es hora de que abramos los ojos y veamos la realidad tal cual es: ésta es otra fase de la yihad mundial contra todos los infieles y enemigos del islam. Quienes matan judíos hoy no vacilarán en matar a otros no musulmanes mañana, sobre todo a quienes son considerados amigos de Israel, como Estados Unidos y la mayoría de las naciones occidentales. Así que pongamos las cosas en su contexto y empecemos a llamar a esta oleada terrorista por su verdadero nombre, que no es intifada ni resistencia popular pacífica, sino yihad.