A menudo, uno oye hablar de la "mayoría musulmana moderada". Después de cualquier ataque terrorista, los políticos nos dicen que "la mayoría de los musulmanes lo condena totalmente". Después de cualquier salvajada, los comentaristas y analistas se levantan corriendo para decir: "Por supuesto que la inmensa mayoría de los musulmanes son moderados". ¿Pero es eso cierto? ¿Son "moderados" la inmensa mayoría de los musulmanes?
Una serie de factores indica quizá no sea así, y el más obvio es el problema que revelan repetidamente las encuestas de opinión. Una y otra vez, los resultados de las encuestas de opinión en el mundo occidental, no importa si son en Oriente Medio o el norte de África, presentan una imagen bastante diferente de la aguatinta de la "mayoría moderada".
Ciertamente, esas encuestas suelen demostrar que, por ejemplo, sólo el 27 por ciento de los musulmanes británicos tienen "alguna simpatía por los motivos que hay detrás de los atentados" contra la redacción de la revista satírica francesa Charlie Hebdo el año pasado. Ciertamente, eso sólo supone entre una cuarta parte y un tercio de los musulmanes británicos que simpatizan con el escuadrón contra la blasfemia. En otras ocasiones, como ocurrió hace poco en Gran Bretaña con una encuesta de ICM encargada por Channel 4, se encuentra que una mayoría de musulmanes tiene posturas sobre las cuales discreparía la mayoría de la población británica. Así, por ejemplo, la reciente encuesta de ICM halló que el 52 por ciento de los musulmanes británicos cree que se debería ilegalizar la homosexualidad. Es una cifra impactante. No es que el 52 por ciento de los musulmanes británicos diga que la homosexualidad no sea de su agrado, o que no esté del todo a favor del matrimonio gay, sino que el 52 por ciento de los musulmanes británicos cree que la homosexualidad debería ser un delito penado la ley.
Pero es en lo que sucede después de que aparezcan esas encuestas cuando la idea de la "mayoría moderada" entra en tensión. Primero, por supuesto, siempre hay un intento de dar un sesgo positivo a los resultados. Así, por ejemplo, cuando salió la encuesta sobre Charlie Hebdo el año pasado, la BBC (que había encargado la encuesta) informó sobre ella con este titular: "La mayoría de los musulmanes británicos 'se opone a emprender represalias por las viñetas de Mahoma'". Aunque es cierto, no es el aspecto más llamativo de los resultados. Pero lo más revelador es lo que sucede después, y lo que verdaderamente hace cuestionar si estamos tratando con una "mayoría moderada" o, más francamente, con una "minoría moderada". Porque siempre que salen los resultados, casi toda la comunidad musulmana, incluidos casi todos los musulmanes en los medios y todos los grupos de autoproclamados "líderes de la comunidad musulmana" intentan demostrar que la encuesta es un fraude. Ocurrió cuando salió la encuesta de ICM en Reino Unido, como ocurrió con todas las encuestas anteriores. A excepción de uno o dos destacados disidentes musulmanes, todas las voces musulmanas en los medios y todos los grupos musulmanes decidieron no preocuparse por los resultados de ICM, sino intentar desmontar su validez, su metodología e incluso los "motivos" de la encuesta. Esto es profundamente elocuente.
Vale la pena probar en este punto un experimento mental. Al margen de la comunidad de donde usted provenga, imagínese su reacción si apareciera una encuesta, como la de ICM sobre los musulmanes británicos, sobre la comunidad de la que usted se sienta parte. Imagine que es usted judío, y que sale una encuesta que dice que la mayor parte del resto de judíos de su país quiere convertir la homosexualidad en delito. ¿Cuál sería su primera reacción? Mi impresión es que la mayoría de los judíos se sentiría profundamente avergonzada. Muy poco después de esa primera reacción, quizá empezaría a preguntarse qué se podría hacer para dar la vuelta a esa terrible estadística. Es posible que, si no conoce a nadie de su religión que piense que se debe criminalizar la homosexualidad, y nunca antes se ha encontrado con esa postura (o con alguna encuesta previa que indicase lo mismo), pueda dudar de la credibilidad y metodología de la encuesta. Pero si no, probablemente suspiraría y se preguntaría qué se podría hacer para mejorar las cosas. Si sabe que los resultados son bastante precisos, ¿por qué intentaría hacer trizas los resultados?
Asimismo, si mañana se publicara una encuesta sobre las opiniones de la población británica de educación cristiana en Reino Unido, me interesaría por ella. Si revelara que el 39 por ciento de los cristianos británicos cree que las mujeres siempre deberían obedecer a sus maridos (como reveló la encuesta de ICM sobre los musulmanes británicos), entonces me preocuparía. Si también hallara que casi una cuarta parte (el 23 por ciento) de la población británica de origen cristiano quisiera que algunas zonas de Reino Unido se desligaran de la ley de la nación y fuesen en su lugar gobernadas por alguna "interpretación" bíblica y literal de la ley, me preocuparía aún más.
Por supuesto, es bastante difícil que se produzca alguna de estas eventualidades. Pero pongámonos en que se produce. ¿Cuál sería mi reacción? Lo primero sería bajar la cabeza avergonzado. Y la bajaría aún más si los resultados no me sorprendiesen en absoluto. Si yo siempre hubiese sabido que mi "comunidad" mantiene esa postura, y una encuesta sacara a la luz esa verdad, me sentiría profundamente avergonzado de que lo que yo siempre supe también lo supiera ahora el resto del país.
Lo más interesante es que, cuando aparecen dichas encuestas de opinión de los musulmanes británicos, nunca, jamás, hay el menor indicio de tal introspección. No hay bochorno ni preocupación, sólo ataques. Si hubiese realmente una "mayoría moderada", cuando saliese una encuesta que dijese que una cuarta parte de tu comunidad quiere básicamente alterar la ley de la nación y vivir bajo la ley de la sharia, el 75 por ciento restante dedicaría el tiempo a intentar cambiar la opinión de esa cuarta parte. En su lugar, un 74 por ciento de ese 75 por ciento que no está a favor de la sharia dedica su tiempo a cubrir al 25 por ciento y a atacar a la empresa demoscópica que lo descubrió. Es un pequeño síntoma de un problema mucho mayor, cuyas repercusiones apenas han empezado a afrontar nuestras sociedades.