Las actividades de Mahmud Abás en Roma comenzaron el 14 de enero, con la apertura formal de la embajada palestina en el Vaticano. El presidente palestino, que va por el duodécimo de sus cuatro años de mandato, se reunió entonces con Francisco por tercera vez desde el comienzo del papado de éste, hace cuatro años. El encuentro de alto perfil se produjo en pleno intento palestino de sortear las negociaciones de paz con Israel e internacionalizar el conflicto.
Hace unas semanas, el Consejo de Seguridad de la ONU, por medio de la Resolución 2334, condenó a Israel por sus "asentamientos"; no hizo la menor alusión a los incontables apuñalamientos y atropellos palestinos contra civiles israelíes, y la Administración norteamericana, que había planeado y orquestado la emboscada, se negó, por primera vez en cuarenta años, a vetar una resolución antiisraelí, con lo que Obama se aseguró su aprobación.
El 15 de enero, la cuestión palestina dominó la conferencia de paz organizada por Francia en París. Al abrir la embajada palestina en ese momento crítico de agudizada animosidad antiisraelí, ¿estaba el Papa justificando el intento árabe-palestino de aislar al Estado judío e imponerle mediante la presión internacional unas condiciones de rendición inaceptables?
Desgraciadamente, el papado de Francisco se viene caracterizando por una larga lista de gestos antiisraelíes que no han ayudado a la causa de la paz que el Santo Padre dice defender.
Cuando, en 2014, visitó Israel, el Papa fue fotografiado orando ante la barrera de seguridad, que se creó simplemente para frenar la ola de atentados suicidas palestinos contra civiles israelíes. El Papa se situó ante a una pintada que comparaba a los palestinos con los judíos bajo el nazismo. "Belén parece el Gueto de Varsovia", decía la pintada. Si lo parece, es sólo porque desde que se cedió el control total de la ciudad a la Autoridad Palestina, en 1995, la mayor parte de sus atribulados cristianos ha huido a causa de la persecución musulmana. Antes, Belén tenía una mayoría demográfica cristiana.
Lamentablemente, la homilía que Francisco dio en Belén no exhibía el lenguaje de la paz, sólo críticas a Israel: "¿Somos como María y José, que acogieron a Jesús y cuidaron de él con su amor paterno, o somos como Herodes, que quiere eliminarlo?". ¿Estaba el Papa, como escribió Caroline Glick, comparando a los israelíes con Herodes, cuando son históricamente los palestinos los que, como Herodes, han querido eliminar a los judíos?
El Papa también se reunió con "refugiados" palestinos, como si la guerra de 1948 fuese la fuente del conflicto entre los dos pueblos, y no el hecho de que los musulmanes hayan desplazado durante siglos a los cristianos y a otros no musulmanes de Persia, el Imperio cristiano Bizantino, el norte de África, el sur de España y la mayor parte de Europa Oriental.
El papa Francisco aceptó después la invitación para visitar –junto a Mohamed Ahmad Husein, el gran muftí de Jerusalén– el Monte del Templo, el lugar más sagrado del judaísmo y también el tercer lugar más sagrado del islam, después de La Meca y Medina. Este es el mismo muftí palestino que justifica el terrorismo contra los israelíes diciendo, entre otras cosas incendiarias: "No llegará la hora de la resurrección hasta que no combatáis a los judíos".
Un año antes de su visita a la región, el papa Francisco, al dar la bienvenida a los fieles católicos en la Audiencia General en Roma, dijo:
Os pido que recéis por la paz en Oriente Medio: en Siria, en Irak, en Egipto, en el Líbano y en la Tierra Santa, donde nació el Príncipe de la Paz.
¿Tan difícil le resultaba al jefe de la Iglesia Católica pronunciar la palabra Israel, en lugar del aséptico Tierra Santa?
Previamente, cuando visitó la tumba de San Francisco en Asís, el Papa dijo:
Escuchemos el llanto de los que lloran, los que están sufriendo y los que están muriendo a causa de la violencia, el terrorismo o la guerra, en Tierra Santa, tan amada por San Francisco, en Siria, en todo Oriente Medio, en el mundo.
De nuevo, el Papa evitó mencionar nada de judíos israelíes entre las víctimas del terrorismo.
En los días siguientes al comienzo de la devastadora Tercera Intifada contra los civiles israelíes, el Papa llamó a Mahmud Abás "ángel de paz". ¿En serio? ¿Un ángel de paz? Según Shmuley Boteach, "Abás se ha pasado la vida asesinando judíos"; financiando la matanza de Múnich de 1972, incitando contra los judíos y glorificando a los terroristas palestinos. El Papa, en resumidas cuentas, elogió a un corrupto defensor de terroristas ya un torturador que ha acabado con cualquier proceso democrático en la Margen Occidental.
En mayo de 2015, el día de la Naqba (Catástrofe) –que conmemora el nacimiento de Israel, cuando cinco países árabes declararon la guerra a Israel para matarlo en su cuna, pero la perdieron–, el papa Francisco dio otra victoria simbólica a los palestinos firmando el tratado por el cual reconocía oficialmente el "Estado de Palestina".
Durante estos cuatro años, el papa Francisco no ha dejado de levantar importantes barreras en el camino a la paz entre los israelíes y los palestinos; una paz que ha de estar basada en el diálogo, el respeto mutuo y el fin del conflicto. En su lugar, este supuesto hombre de paz ha potenciado la negativa de Abás a negociar con los judíos –los "hermanos mayores" de los cristianos, como los llamó valientemente el papa Juan Pablo II– para acabar con las hostilidades contra ellos. Si este es su concepto de caridad, qué trágica vergüenza.