Las elecciones generales francesas se pusieron oficialmente en marcha el 18 de marzo, cuando el Consejo Constitucional anunció que un total de once candidatos competirán por el máximo puesto político del país.
Estas elecciones se están siguiendo con gran atención en Francia y otros lugares por ser un indicativo del descontento popular con los partidos tradicionales y la Unión Europea, y también con el multiculturalismo y la constante inmigración masiva desde el mundo musulmán.
La primera vuelta se celebrará el 23 de abril. Si no hay un único candidato que obtenga la mayoría absoluta, los dos ganadores de la primera vuelta se enfrentarán en un desempate el 7 de mayo.
Si se celebraran hoy las elecciones, el candidato independiente "progresista" Emmanuel Macron, que jamás ha ocupado ningún puesto electo, se convertiría en el próximo presidente de Francia, según varios sondeos de opinión.
Una investigación de mercado de BVA para Orange publicada el 18 de marzo reveló que Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, partido antiestablishment, ganaría la primera vuelta con el 26% de los votos, seguida de Macron con el 25%. El conservador François Fillon queda el tercero (19,5%), seguido del socialista radical Benoît Hamon (12%) y el agitador izquierdista Jean-Luc Mélenchon (12%).
Por primera vez, los dos partidos del establishment –el Partido Socialista y Los Republicanos, de centro derecha– quedarían eliminados en la primera vuelta.
En la segunda vuelta, Macron, un globalista a favor del islam y la UE (aquí su programa) derrotaría a Le Pen, nacionalista francesa de 48 años, contraria a la UE y al islam (aquí su programa), por un amplio margen (entre el 62% y el 38%), según la encuesta.
Macron, exbanquero de inversión, fue asesor del presidente en funciones, el socialista François Hollande, uno de los presidentes con menos popularidad de la historia moderna francesa. Macron, veterano miembro del Partido Socialista, formó parte durante dos años del gabinete de Hollande como ministro de Economía, hasta agosto de 2016, cuando dimitió para competir con su candidatura para "transformar Francia".
Macron, cuyo principal núcleo de apoyo lo conforman jóvenes y progresistas urbanos, ha tratado de posicionarse en el centro político, entre los socialistas y los conservadores. Su ascenso meteórico se ha visto impulsado después de que Fillon se viese envuelto en un escándalo –está siendo objeto de una investigación penal acusado de haber utilizado dinero público para pagar a su mujer y sus hijos más de un millón de euros por trabajos que nunca realizaron–, y porque los socialistas se han alineado con Hamon, un candidato inviable que ha prometido que el Gobierno pagará a cada ciudadano francés mayor de 18 años –esté o no trabajando– una paga mensual fija de 750 euros. El coste anual para los contribuyentes sería de 400.000 millones de euros. En comparación, el presupuesto para defensa de Francia es de 32.700 millones de euros.
El ascenso de Macron se produce en un momento de aguda preocupación por la seguridad. Más de 230 personas han sido asesinadas en atentados en Francia por radicales islámicos en los últimos dos años. El último atentado, el 18 de marzo, lo protagonizó un yihadista de 39 años, francés de origen tunecino, que proclamó que quería "morir por Alá" y que fue abatido después de que tratara de robarle el arma a un soldado en el Aeropuerto parisino de Orly.
Poco después del atentado, Le Pen acusó a Macron y al resto del establishment político francés de "cobardía frente al fundamentalismo islámico".
Presumiblemente, para tratar de reforzar sus credibilidad en materia de seguridad nacional, Macron anunció por sorpresa el 18 de marzo una propuesta para reinstaurar el servicio militar obligatorio. Dijo que obligaría a hombres y mujeres con edades comprendidas entre los 18 y 21 a cumplir un mes en las fuerzas armadas.
"Quiero que cada joven francés pueda experimentar la vida militar, aunque sea brevemente", dijo Macron. "Este es un importante proyecto de sociedad, un verdadero proyecto republicano, que debería permitir a nuestra democracia estar más unida y aumentar la resiliencia de nuestra sociedad". Macron, de ser elegido, se convertiría en el primer presidente de la historia moderna de Francia que no ha realizado el servicio militar.
Algunos observadores dicen que la propuesta de Macron sobre el servicio militar –que copia la propuesta de Le Pen de reintroducir el servicio militar obligatorio por un periodo mínimo de tres meses– es un intento de captar votos de Le Pen y Fillon, cuyas campañas defienden una defensa nacional fuerte.
La propuesta de Macron, que requeriría una cantidad inicial estimada de 15.000 millones de euros, más otros 3.000 millones al año para mantenerse, ha sido recibida con sorna a causa de su desorbitado coste y su dudosa contribución a la seguridad nacional. Le Monde recordó a sus lectores que Francia gasta una cantidad similar (3.000 millones anuales) en disuasión nuclear.
El portavoz de Fillon, Luc Chantel, dijo que la propuesta era "ridícula y poco realista", y añadió:
Está por ver si es una medida diseñada para disuadir a los estudiantes de abandonar los estudios, y esta no es la misión del ejército, o formarlos para la defensa de Francia, y un mes no sirve para nada.
Estas son algunas de las demás medidas propuestas por Macron:
Federalismo europeo: Macron ha defendido varias veces una Unión Europea más fuerte. El 14 de enero, en un mitin en Lille, dijo: "Somos Europa, somos Bruselas, lo quisimos y lo necesitamos. Necesitamos a Europa porque Europa nos hace más grandes, porque Europa nos hace más fuertes".
Moneda única europea: El 10 de enero, en un discurso en la Universidad Humboldt de Berlín, Macron, en un impecable inglés, dijo: "Lo cierto es que debemos reconocer colectivamente que el euro es incompleto y no puede durar sin hacer importantes reformas. No ha dotado a Europa de plena soberanía internacional contra el dólar en sus regulaciones. No ha dotado a Europa de una convergencia natural entre los diferentes estados miembros. El euro es un marco alemán débil, y el statu quo equivale, en un periodo de diez años, al desmantelamiento del euro".
Crisis migratoria: Macron ha elogiado varias veces la política migratoria de puertas abiertas de la canciller alemana, Angela Merkel, que permitió que más de dos millones de personas –en su mayoría migrantes musulmanes– entraran en Alemania desde 2015.
En una entrevista el 1 de enero en el Süddeutsche Zeitung, Macron acusaba a quienes critican la política migratoria de Merkel de "lamentable exceso reduccionista". Dijo: "Merkel y la sociedad alemana ejemplificaron nuestros valores comunes europeos. Salvaron nuestra dignidad colectiva al aceptar y dar techo y educación a los refugiados desamparados".
El 4 de febrero, en un mitin en Lyon, Macron se burló de la promesa del presidente de EEUU, Donald Trump, de construir un muro en la frontera con México: "Yo no quiero construir un muro. Les aseguro que no hay ningún muro en mi programa. ¿Se acuerdan de la Línea Maginot?", dijo, refiriéndose a una fallida serie de fortificaciones que construyó Francia en los años 30 para frenar una invasión de Alemania.
Terrorismo islámico: Macron ha dicho que cree que la solución al terrorismo yihadista es más federalismo europeo: "El terrorismo quiere destruir Europa. Debemos crear rápidamente una Europa soberana capaz de protegernos contra los peligros externos y reforzar la seguridad interna. También tenemos que superar la falta de voluntad nacional para crear un sistema de inteligencia europea común que permita capturar eficazmente a los delincuentes y terroristas".
Islam: Macron ha dicho que cree que la política de seguridad francesa ha apuntado injustamente a los musulmanes y que "el laicismo no debería esgrimirse como arma para luchar contra el islam". En octubre de 2016, en un mitin en Montpellier, rechazó las declaraciones del presidente Hollande sobre que "Francia tiene un problema con el islam". En su lugar, dijo Macron, "Ninguna religión es un problema hoy en Francia". Si queremos que el Estado sea neutral, que es la esencia del laicismo, nuestro deber es dejar que todo el mundo profese su religión con dignidad". También insistió en que el Estado Islámico no es islámico: "Lo que plantea un problema no es el islam, sino ciertas conductas que se dicen religiosas y que se imponen a las personas que practican esa religión".
- Defensa nacional: Macron apoya la OTAN, y ha prometido elevar el gasto francés en defensa hasta un 2% del PIB en 2025, un nivel aceptado por todos los miembros de la OTAN en 2006. Al mismo tiempo, Macron defiende la necesidad de crear una entidad europea de defensa "autónoma", o ejército europeo, que duplicaría las entidades militares ya existentes en el seno de la ONU.
Una encuesta de Ifop para el Journal du Dimanche publicada el 18 de marzo reveló que los votantes franceses están divididos en "dos bloques casi iguales" respecto a la honestidad de Macron y su capacidad para gobernar. Según la encuesta, sólo el 46% de los franceses cree que "podrá garantizar la seguridad de los franceses". Más de la mitad (52%) de los encuestados dijeron sentirse "preocupados" por Macron, mientras que el 52% dijo que dudaba de su sinceridad.
En una entrevista con BMFTV, Laurence Haïm, periodista de Canal+ acreditada en la Casa Blanca y que se incorporó recientemente al equipo de Macron, lo describió como el "Obama francés". Y añadió: "Creo que en el mundo de hoy necesitamos renovación, que venga de alguien joven, que no sea un político. Quiere hacer la revolución democrática".
Así que, ¿qué mueve a Macron en su ascenso político? El analista francés Pascal-Emmanuel Gobry explica:
Lo mejor es ver a Macron como una especie de anti Le Pen o, apurando más los límites de la lógica, como un "populista de la élite". Si Le Pen es antiestablishment, Macron es la encarnación del establishment francés: se ha licenciado por la ENA (Escuela Nacional de Administración), la más alta academia para altos funcionarios que forma a las élites del país, y es miembro de Inspection des Finances, que supervisa a la mayor parte del funcionariado de élite. Su única experiencia en el sector privado ha sido mediante puertas giratorias en la banca de inversión. Y aun así, Macron suena a retórica populista: su candidatura, dice, se propone barrer un sistema corrupto (a pesar de contar con el apoyo de la inmensa mayoría del establishment francés).
No sería más que ligeramente grosero decir que las partes del sistema con las que quiere acabar Macron son las democráticas; ahí tenemos su defensa a pleno pulmón de la UE en un país que la rechazó en las urnas. Macron defiende varias reformas liberalizadoras, y la política de Angela Merkel que abre las puertas a los migrantes. Él, por supuesto, es social-liberal. En un país que se toma muy en serio la cultura, ha dicho que "que no existe la cultura francesa, sino que hay muchas culturas donde la francesa funciona como una especie de síntesis. Sus principales donantes son al parecer exiliados fiscales franceses que viven en Londres y Bruselas.
Dicho de otro modo, es el reflejo del realineamiento político que está transformando la política occidental. En el variopinto grupo conocido de populistas –Trump, Le Pen– están los candidatos de quienes perdieron con la globalización, y Macron es el candidato de quienes ganaron. En ambos casos, parecen dejar obsoletas las divisiones entre izquierda y derecha. Si la burbuja de Macron no explota, esto podría presagiar el realineamiento, no sólo de la política francesa, sino de la política occidental en general, alejándose de la división izquierda-derecha que ha definido la política occidental desde la Revolución francesa, hacia una división entre el pueblo y las élites.
Le Pen coincide. En un mitin en Lyon el 5 de febrero, dijo:
Los viejos debates sobre izquierda y derecha se mantienen pero han dejado de ser útiles. Las primarias han demostrado que los debates sobre el laicismo o la inmigración, así como la globalización o la desregulación generalizada, constituyen una división fundamental y transversal. Esta división ya no es entre la izquierda y la derecha, sino entre los patriotas y los globalistas.
La quiebra de los partidos tradicionales y la desaparición sistemática de casi todos sus líderes demuestra que ha comenzado una gran recomposición política.
En el mismo mitin, Le Pen lanzó un doble ataque contra la globalización y el islam radical. También prometió a los votantes franceses un referéndum sobre la permanencia en la Unión Europea a fin de "poder recuperar nuestras cuatro soberanías: la monetaria, la económica, la legislativa y la territorial".
Después articuló exactamente lo que está en juego en estas elecciones francesas.
Con todos los respetos, estas elecciones generales no son como las anteriores. Su resultado determinará el futuro de Francia como país libre y nuestra existencia como pueblo.
Tras décadas de errores y cobardía, estamos en una encrucijada. Lo digo con gravedad: en estas elecciones tendremos que elegir sobre la civilización.
La pregunta es sencilla y cruel: ¿vivirán nuestros hijos en un país libre, independiente y democrático? ¿Podrán seguir refiriéndose a nuestro sistema de valores? ¿Tendrán el mismo estilo de vida que nosotros y nuestros padres?
¿Seguirán teniendo trabajo nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos, con un salario decente, la posibilidad de construir un patrimonio, ser propietarios, formar una familia en un entorno seguro, recibir la asistencia adecuada, y envejecer con dignidad?
¿Tendrán nuestros hijos los mismos derechos que nosotros?
¿Vivirán conforme a nuestras referencias culturales, nuestros valores como civilización, nuestro estilo de vida, e incluso hablarán nuestro idioma, el francés, que se está desintegrando por los ataques de los líderes políticos que desaprovechan este tesoro nacional, por ejemplo, eligiendo un eslogan en inglés para promover la candidatura de París para celebrar los Juegos Olímpicos de 2024?
¿Tendrán derecho a reivindicar la cultura francesa cuando ciertos candidatos a la presidencia, hinchados por su propia vacuidad, explican que no existe?
Hago esta importante pregunta porque, a diferencia de nuestros adversarios, yo estoy interesada no sólo en el legado material de los franceses, sino también en defender nuestro capital inmaterial. Este capital inmaterial no tiene precio, porque su legado es irremplazable. De hecho, estoy defendiendo los pilares de nuestra sociedad.
La elección para los votantes franceses está clara: Le Pen es la candidata por el cambio antiestablishment y Macron es el candidato del statu quo pro establishment.
Le Pen está ofreciendo a los votantes una oportunidad histórica de reconsiderar las relaciones con la Unión Europea, reafirmar la soberanía nacional y restañar la migración masiva del mundo musulmán. Por contra, Macron está ofreciendo a los votantes más federalismo europeo, la transferencia de más soberanía nacional a la Unión Europea, y más multiculturalización de la sociedad francesa.
Si las encuestas son un indicativo, los votantes franceses parecen sentirse más cómodos con el statu quo. La revolución populista que empezó en junio de 2016 cuando los votantes británicos decidieron abandonar la Unión Europea, y al otro lado del Atlántico en noviembre, cuando los estadounidenses eligieron como presidente a Donald J. Trump, no se extenderá a Francia en 2017.
Soeren Kern es analista de política europea para el Instituto Gatestone en Nueva York. Síguelo en Facebook y en Twitter. Su primer libro, Global Fire, estará a la venta en 2016.