Francia acaba de homenajear a las víctimas de los ataques terroristas del 13 de noviembre de 2015. ¿Qué se ha logrado en estos dos años desde los atentados?
Las autoridades francesas está indemnizando a las más de 2.500 víctimas de los atentados yihadistas en París y Saint-Denis, que recibirán 64 millones de euros. Las fuerzas antiterroristas también han logrado grandes victorias. Según una investigación del semanario L'Express, en los dos últimos años, se frustraron 32 atentados, se confiscaron 625 armas de fuego, se registraron los domicilios de 4.457 personas sospechosas de tener vínculos yihadistas y se ordenó el arresto domiciliario a 752 personas. Pero la impresión general es la de un país que se está "debilitando desde dentro".
Un médico atiende a una víctima del ataque terrorista registrado en París, Francia, el 13 de noviembre de 2015. (Foto: Thierry Chesnot/Getty Images) |
En 1939, un periodista español antifascista, Manuel Chaves Nogales, huyó a Francia, donde fue testigo de la caída de la República francesa bajo el ataque alemán. Su libro La agonía de Francia se podría haber escrito hoy. Nogales escribió que, mientras los soldados alemanes marchaban por París, las muchedumbres francesas salían del cine "justo a tiempo para tomar el aperitivo en el bistró".
Después de que dos jóvenes francesas fueran asesinadas por un islamista en Marsella el mes pasado, el comentarista sobre asuntos sociales Mathieu Bock-Côte escribió que Francia está experimentando "un proceso de descomposición nacional y civilizacional que las autoridades han decidido acompañar y moderar, sin pretender combatirlo y derrocarlo, como si fuese inevitable". Parece que él lo ha entendido bien.
El anterior presidente francés, François Hollande, ni siquiera intentó ser reelegido; su sucesor, Emmanuel Macron, se niega a hablar del islam y parece aceptar la capitulación permanente al estado del miedo y la emergencia. El ejército francés no logró liberar Raqa (Siria), como prometió tras los atentados. "Francia destruirá al ISIS", dijo Hollande tras la matanza de París; pero fueron EEUU y las fuerzas kurdas las que liberaron la capital de facto del Estado Islámico. Los servicios de inteligencia franceses están vigilando en este momento a 15.000 islamistas franceses. Mientras, en los últimos diez años, 40.000 judíos han huido de Francia.
La seguridad de los franceses corrientes ya no está salvaguardada. La violencia islamista puede surgir en cualquier lugar para atacar a los que llevan uniforme y a los que no. Todos los ciudadanos franceses son ahora objetivos en una guerra donde, para los terroristas islamistas, todo está permitido.
En el Parlamento francés, las voces "islámico-izquierdistas" se están creciendo cada vez más. La clase política se entretiene con la "redacción inclusiva" en los colegios, la fertilización in vitro para solteras y gais y multas en el acto para acosadores "sexistas". Ningún terrorista francés que fue a cortar cabezas en Siria ha perdido su ciudadanía. La revista Charlie Hebdo está recibiendo nuevas amenazas de muerte; ninguna de las principales publicaciones francesas expresó solidaridad con sus colegas asesinados publicando caricaturas islámicas. Los familiares de las víctimas publicaron libros con títulos como No tendréis mi odio. Mucha parte de la intelectualidad francesa fue llevada a juicio acusada de una presunta "islamofobia".
Entretanto, no se ha reclamado ningún enclave islamista en la República laica, y sólo se han cerrado 19 mezquitas salafistas.
Hace poco, el Parlamento francés consideró urgente despojar a Marine Le Pen de su inmunidad después de que ésta tuiteara fotos de las víctimas del ISIS, incluido el periodista estadounidense James Foley. "¡El Daesh es ESTO!", escribió en un comentario que acompañaba a las fotografías, utilizando el acrónimo árabe del ISIS. Así que, en un país que ha sufrido 250 asesinatos a manos del ISIS, se ha eliminado la protección política a una líder, que ya está bajo protección policial, por haber difundido imágenes de las víctimas del ISIS, abriendo por lo tanto la puerta a su enjuiciamiento.
Ya se ha olvidado el martirio del padre Jacques Hamel a manos de los islamistas; el lugar de la masacre aún está esperando la visita del papa Francisco en señal de condolencia y respeto. Los jueces franceses están ahora ocupados eliminando símbolos cristianos del paisaje: el mes pasado, en Ploërmel, se mandó retirar la cruz que había en la parte superior de una estatua del papa Juan Pablo II por una supuesta vulneración de la separación entre Estado e Iglesia.
La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, vetó hace poco al principal mercado navideño de la ciudad por no ser suficientemente elegante. Las autoridades y élites francesas están destrozando, pieza por pieza, el legado histórico, religioso y cultural del país, de modo que no quedará nada. Pero una nación desposeída de su identidad sufrirá una rotura de su fortaleza interior. Samuel Pruvot, periodista de Famille Chrétienne (Familia Cristiana), afirmó recientemente que, dentro de poco, se podrá encontrar el cristianismo de Francia en los museos.
La cultura francesa, en los dos últimos años, se ha visto afectada por el "sentimiento de fin del mundo". Los intelectuales tanto de izquierda como de derecha han publicado ensayos sobre el "suicidio de Francia", su "decadencia" y su "identidad infeliz". Son enfoques brillantes e importantes sobre el estado actual de la sociedad francesa. Francia tiene que ir más allá del duelo. Tiene que demostrar fortaleza, la voluntad de prevalecer.
Francia tiene que empezar a luchar la guerra ideológica, la más importante después de las detenciones y las confiscaciones de armas. Si Francia no lo hace, el 13 de noviembre de 2015 será recordado como el día en que Francia, como dijo el sociólogo Shmuel Trigano, "sacrificó a las víctimas para evitar combatir a los asesinos".