El mes que viene visitaré Praga, la capital de la República Checa. He sido invitado a hablar ante un grupo de patriotas checos. Los checos son un pueblo amante de la libertad. En 2011, con motivo del centenario de Ronald Reagan, pusieron a una calle de Praga el nombre de este gran presidente americano y luchador por la libertad.
Esto me trae a la memoria un suceso vergonzoso que tuvo lugar en mi localidad natal, La Haya, sede del Parlamento y el Gobierno de los Países Bajos. Si buscas la calle Ronald Reagan en La Haya, no encontrarás nada. En 2011, una proposición para dedicar una calle a Reagan encontró una fiera oposición. Los partidos de izquierdas, como el laborista, los verdes y el progresista D66, adujeron que poner una calle a Reagan "no haría bien a la imagen de la ciudad". El asunto se solucionó con un compromiso político infausto: el año pasado, a un pequeño tramo de una vía ciclista se le puso el nombre de "Carril Reagan y Gorbachov".
Esta anécdota es indicativa de las diferencias entre Europa Occidental y Europa Oriental. También podemos ver la misma diferencia de actitud en las élites gobernantes en lo relacionado con el islam, el nuevo totalitarismo que está amenazando a Europa hoy en día. En el Este, los líderes políticos se oponen al islam; en el Oeste se rinden.
El islam ya ha dejado una fuerte impronta en Europa Occidental, cuyas calles parecen las de Medio Oriente, con velos por doquier. Algunos lugares de Europa Occidental, como el distrito Schilderswijk de La Haya, el barrio de Molenbeek en Bruselas, las banlieues (barriadas suburbiales) de París, la británica Birmingham, el área de Rosengard en Malmoe (Suecia), etcétera, se han convertido en semilleros para la subversión islámica.
La naturaleza totalitaria del islam no puede ser negada. El mandamiento de asesinar y aterrorizar a no musulmanes está en el Corán. El profeta del islam, Mahoma, fue un asesino de masas y un pedófilo. Se supone que todo aquel que abandona el islam merece la muerte. Y quien critique al islam y lo exponga como realmente es puede acabar como yo: en la lista islámica de la muerte.
En las últimas décadas, el islam han penetrado en Europa Occidental con los millones de inmigrantes procedentes de los países islámicos. Ahora la Unión Europea quiere repartir a esos inmigrantes del Tercer Mundo por todos sus 28 Estados miembros. Las naciones de Europa Central y Oriental rechazan los planes comunitarios de imponer un reasentamiento permanente y obligatorio a todos los Estados miembros. Les preocupa la dilución de su identidad, que no es islámica sino judeocristiana y humanista, enraizada en el legado de Jerusalén, Atenas y Roma, no de La Meca.
El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, ha denunciado la agenda proinmigración de la Unión Europea como una manera de erradicar la cultura y la identidad cristianas de Hungría. El presidente checo, Milos Zeman, es un destacado detractor de la inmigración y de la islamización de la República Checa. El primer ministro eslovaco, Robert Fico, ha dicho que el Islam no tiene lugar en Eslovaquia y advertido: "Los migrantes pueden alterar el carácter de nuestro país". La primera ministra polaca, Beata Szydlo, defiende vehementemente la negativa de su país a aceptar las cuotas de inmigración impuestas por la Unión Europea. "No vamos a tomar parte de esta locura", ha dicho. En la parte oriental de Europa, los partidos contrarios a la islamizacion y a la inmigración masiva están experimentando un auge en su apoyo popular.
La resistencia está creciendo también en la zona occidental del continente. Este año hemos visto cómo mi Partido de la Libertad (PVV) se convertía en el segundo más votado de Holanda, lo cual es un gran logro en un país con 13 formaciones con representación parlamentaria. En Francia, Marine Le Pen llegó a la segunda ronda de las elecciones presidenciales y su partido, el Frente Nacional, consiguió más votos que nunca. En Austria, el FPÖ se convirtió en la segunda formación en importancia. En Alemania, los patriotas de AfD consiguieron entrar en el Bundestag.
Geert Wilders, líder del Partido de la Libertad (PVV), deposita su voto en un colegio electoral de La Haya en las elecciones generales del 15 de marzo de 2017, que hicieron del PVV el segundo partido de los Países Bajos. (Foto: Carl Court/Getty Images). |
No obstante, las élites políticas de Europa Occidental hacen todo lo que pueden para mantener a los vencedores de las elecciones apartados del poder. El mes pasado se formó una nueva coalición de gobierno en mi país, compuesta nada menos que por cuatro partidos. Como se niegan obstinadamente hablar con el PVV, les ha llevado el tiempo récord de siete meses la conformación de la coalición. Prefieren al D66, el partido que ha negado a Ronald Reagan su calle en La Haya; y aun así han conformado una coalición con sólo un escaño de mayoría en el Parlamento.
En Europa Occidental, nuestras democracias han sido subvertidas. Ya no tienen por objetivo hacer lo que la gente quiere; es más, nuestras élites políticas a menudo hacen lo contrario. Nuestros parlamentarios promueven una política de puertas abiertas que la mayoría de la gente rechaza. Nuestros Gobiernos venden nuestra soberanía a la Unión Europea contra la voluntad de la gente. Nuestros gobernantes dan la bienvenida a más islam, aunque la mayoría de la gente se opone.
Nuestras democracias se han convertido en democracias fake. Son dictaduras multipartidistas gobernadas por partidos del establishment. Hacen tejemanejes y a menudo venden los principios por los que han sido elegidos. Los partidos del establishment controlan todo, no solo a sus propios políticos, también las altas esferas de la función pública, los medios de comunicación e incluso los tribunales. Partidos con el mío son excluidos de las conversaciones para la conformación de coaliciones. Nos llaman "populistas" porque defendemos lo que la gente. Incluso nos llevan ante los tribunales.
Hace tres décadas, los países de Europa Central fueron testigos de la Revolución de Terciopelo, democrática, política y pacífica. Tomaron las calles. Dijeron basta. Gracias a la Revolución de Terciopelo, hoy tienen líderes que verdaderamente representan a la gente y que no temen defender a sus países y sus identidades.
En Europa Occidental podemos aprender varias lecciones de la Revolución de Terciopelo. También nosotros necesitamos urgentemente dejar claro que ya está bien. También en Europa Occidental ha llegado la hora de drenar la ciénaga y sacar a las élites del poder. Pacífica y democráticamente pero con firmeza. Tenemos que hacer que nuestros sistemas vuelvan a ser realmente democráticos. Los actores políticos no deben seguir siendo sólo los políticos profesionales. La crisis es existencial. Ha llegado la hora de que cada hombre y cada mujer cumpla con su deber. Porque la supervivencia de nuestras naciones está en juego.
También nosotros tenemos que dejar claro que no queremos seguir tomando parte de la locura de unos líderes que venden sus países a las instituciones comunitarias en Bruselas y de unas élites comunitarias que venden nuestro continente a la inmigración masiva y al islam. Por eso es por lo que el PVV se manifestará en las calles de Rotterdam el 20 de enero. Necesitamos demostrar que las calles de Europa son nuestras, que queremos seguir siendo lo que somos y que no queremos ser colonizados por el islam. ¡Europa nos pertenece!