El personal de seguridad de las cárceles francesas está en huelga. En un lapso de menos de diez días, una serie de guardias en distintas prisiones fueron atacados y heridos, principalmente a manos de islamistas encarcelados por delitos de terrorismo o delincuentes de poca monta que estaban en proceso de convertirse en islamistas radicales. Como respuesta, los guardias han bloqueado el funcionamiento normal de la mayoría de las cárceles.
La ola de ataques comenzó el pasado 11 de enero. Tres guardias de la cárcel de Vendin-le-Vieil, en el norte de Francia, resultaron levemente heridos después de ser atacados con un cuchillo por Christian Gantzarski, un alemán convertido al islam que se unió a Al Qaeda y orquestó el atentado contra una sinagoga en Yerba (Túnez) en 2002.
El 15 de enero, siete guardias fueron atacados y heridos por un recluso "radicalizado" en la prisión de Mont-de-Marsan, al sur de Francia.
Centro penitenciario de Mont de Marsan. (Imagen: Jibi44/Wikimedia Commons) |
El 16 de enero, un guardia de la cárcel de Grenoble-Varces estuvo a punto de perder un ojo en un ataque. Antes de entrar a una celda, miró por la mirilla de la puerta, cuando de repente un preso intentó sacarle el ojo clavándole un lápiz a través de la mirilla. Por fortuna, el guardia no fue herido.
El mismo día, un recluso de 28 años de la cárcel de Tarascon le dio un puñetazo en la cara a una supervisora. Se sospechaba que este detenido, encarcelado por robo, estaba en proceso de radicalización islamista.
El 17 de enero, un guardia de la cárcel de Grenoble-Varces fue asaltado por un preso que quería ir a la enfermería de la cárcel sin tener cita con el médico. Las informaciones de prensa no mencionaban si era islamista o no.
El 19 de enero, dos guardias fueron atacados por cuatro presos islamistas en la cárcel de Borgo en Córcega, una isla francesa en el mar Mediterráneo. Los guardias fueron trasladados al hospital en estado grave. Según el fiscal, "no es posible decir si este es un ataque terrorista islamista".
El 21 de enero, dos guardias —un hombre y una mujer— de la penitenciaría de Longuenesse, al norte de Francia, recibieron severos golpes de un preso armado con una barra de hierro. Fueron posteriormente hospitalizados.
El 21 de enero, un total de 123 presos de la cárcel de Fleury-Mérogis, un suburbio de París, se negaron a volver a sus celdas tras la hora de los ejercicios. Se llamó a los equipos de emergencia para impedir un motín.
El 22 de enero, los guardias de la penitenciaría de Craquelin en Chateauroux (en la Francia central), desarmaron a un preso que gritaba "Alá Akbar" (Alá es el más grande) mientras amenazaba a otros con un cuchillo. Antes de que los guardias lograran reducirlo, llegó a lanzar una silla contra los guardias de seguridad, hiriendo levemente a uno de ellos.
El 22 de enero, según el Ministerio de Justicia, 27 presos se quedaron totalmente bloqueados por los guardias que estaban de huelga. Según los sindicatos, entre 120 y 130 cárceles, de un total de 188, quedaron parcial o totalmente paralizadas. También según los sindicatos, una mayoría de 28.000 guardias en huelga dijeron que no pondrán fin al paro hasta que el gobierno proporcione suficientes recursos para garantizar su seguridad.
Como su policía y sus bomberos, los guardias de las cárceles de Francia dicen que viven en un clima permanente de violencia y miedo. Y su exasperación va en aumento. "Bernard", un funcionario de prisiones que pidió conservar el anonimato, dice:
Antes, cada mañana, temía encontrarme a un tipo ahorcado en su celda. ¿Sabes de qué tengo miedo ahora? De ser asesinado, de que me quiten las cosas, de que me apuñalen por la espalda. En nombre del islam y del ISIS. Cada día, de camino al trabajo, este miedo me reconcome el estómago.
"Lo que están transmitiendo los guardias es su temor a que les abandonen", escribe Le Monde.
Puñetazos en la cara, esguinces, dislocaciones. Anthony, supervisor en la cárcel de Baumettes, en Marsella, afirma haber sufrido cuatro agresiones físicas en los últimos tres años. Todas las veces presentó una denuncia, pero el fiscal las archivó. "Estamos pidiendo más trabajadores, es verdad —dijo—, pero también que los jueces hagan su trabajo, porque la violencia física se está convirtiendo en algo cada vez más común.
El terrorismo y el islamismo han cambiado la situación en las cárceles. Según Joaquim Pueyo, exdirector de la cárcel de Fleury-Mérogis y hoy diputado, la situación es muy simple:
En los viejos tiempos, la conducta agresiva se vinculaba a las dificultades del día a día. Ahora, el odio y la violencia [de los islamistas] se desatan contra [nuestra] autoridad, nuestra sociedad y sus valores. No [es] extraño que los guardias, que se han enfrentado a la radicalización de los presos, se hayan convertido en objetivo.
Según las estadísticas oficiales del Ministerio de Justicia, el 1 de diciembre de 2017 había apenas 80.000 personas en las cárceles y prisiones de Francia. ¿Cuántos presos musulmanes hay en Francia? Es difícil saberlo, porque la ley prohíbe cualquier dato basado en la raza, la religión o el lugar de origen. En 2015, un informe oficial elaborado por un senador, Jean-René Lecerf, citaba un estudio que decía que en cuatro de las mayores cárceles francesas más del 50% de los reos son musulmanes. Según el Ministerio de Justicia, actualmente hay 500 musulmanes en prisión por delitos de terrorismo, y otros 1.200 son delincuentes comunes que están siendo vigilados como presuntos islamistas radicales.
La huelga del personal de seguridad de las cárceles revela mucho sobre las consecuencias de las inadecuadas políticas que se han seguido hasta ahora en los asuntos penales y penitenciarios. Los guardias ya no están dispuestos a tolerar la violencia y el peligro de muerte a manos de los islamistas y otros radicales que amenazan contra su vida en la cárcel.
En lugar de considerar que el islamismo ha cambiado de manera fundamental la cuestión de la política penal, el Ministerio de Justicia parece seguir pensando que los grandes problemas son la aglomeración de los presos y las deficientes condiciones en las cárceles.
Por supuesto, los problemas de la aglomeración y las deficientes condiciones son importantes. Pero la inercia administrativa, junto con la constante negación política de que los islamistas están en guerra contra Francia, impide ver a los políticos y los funcionarios el carácter trastornador del islamismo en las cárceles.
En lugar de reconsiderar todas las políticas carcelarias desde la perspectiva del riesgo islamista —el riesgo de que los guardias sean asesinados y el riesgo de que los presos musulmanes, que son una mayoría de los 70.000 presos, se transformen en auténticos yihadistas—, el gobierno intenta comprar la paz a los guardias con aumentos salariales y "experimentos" para hacer que los islamistas se "reintegren" en una "vida normal" en la "sociedad normal".
En lugar de entender que los famosos centros de desrradicalización —a menudo convertidos en castillos medievales— no han sido útiles porque no ha habido desrradicalización, los que crean las políticas en Francia se empeñan en pensar que la solución a la guerra islamista es el apaciguamiento. Sus nuevos experimentos van todos en la misma dirección: atenerse a la fantasía de que "si somos amables con los yihadistas, ellos serán amables con nosotros".
La situación está en un punto muerto por una negativa a reformular el problema sobre una base fáctica. Mientras los responsables de las políticas no consideren el islamismo como el problema número uno —el problema por el que hay que replantearse la política penitenciaria general—, los guardias de las cárceles de Francia seguirán pagándolo con su sufrimiento, y algún día con sus vidas.
Después de los funcionarios de prisiones, iremos nosotros. A finales de 2020, el 60% de los yihadistas convictos serán puestos en libertad, o sea, en menos de tres años.