Viernes, 12 de enero de 2018. Sarcelles. Una localidad en la periferia norte de París. Una joven de 15 años vuelve del instituto. Lleva un collar con una estrella de David y el uniforme de una escuela judía. Un hombre la ataca con un cuchillo, le raja la cara y se da a la fuga. La chica quedará desfigurada para el resto de su vida.
El 29 de enero, de nuevo en Sarcelles, dos adolescentes dan patadas y puñetazos a un niño de 8 años que lleva una kipá.
Un año antes, en febrero de 2017, en Bondy, dos jóvenes judíos que llevaban kipás fueron apalizados con porras y barras de hierro. A uno le cortaron los dedos con una sierra.
Antes de eso, en Marsella, un profesor judío había sido atacado con un machete por un alumno de su instituto que dijo que quería "decapitar a un judío". El profesor usó la Torá que llevaba para protegerse. Sobrevivió, pero quedó gravemente herido.
En Francia, los ataques antisemitas se han multiplicado.
La mayoría se llevan a cabo a plena luz del día; los judíos saben que deben ir con cuidado por la calle. Algunos atacantes irrumpen en las casas de los judíos.
En septiembre de 2017, Roger Pinto, presidente de Siona, una destacada organización proisraelí, fue retenido y golpeado durante horas por unos individuos que habían entrado forzando la puerta.
Sarah Halimi, una anciana judía, sufrió golpes y torturas en su apartamento de París, y después la tiraron por el balcón.
El 18 de enero, seis días después del ataque con cuchillo de Sarcelles, uno de los líderes de la comunidad judía de Montreuil, al este de París, fue torturado toda la noche por dos hombres que habían entrado en su domicilio rompiendo una ventana, atacándolo mientras dormía.
En las casas de los judíos aparecen pintadas que advierten a sus propietarios de que "huyan inmediatamente" si quieren vivir. En los buzones les dejan cartas anónimas con balas auténticas en las que les dicen que la próxima bala se las dispararán en la cabeza.
Se pinta la palabra judío en mayúsculas en tiendas y restaurantes judíos. En el tercer aniversario del atentado contra un supermercado kósher de París, otra tienda kósher fue prendida fuego y destruida.
"Uno de cada tres actos racistas cometidos en Francia en los dos últimos años fue dirigido contra un judío, aunque los judíos representan ahora menos del 1% de la población francesa", señaló el informe más reciente que el Servicio de Protección de la Comunidad Judía ha presentado al Gobierno francés.
"El antisemitismo ha crecido tanto últimamente —añadía el informe— que los actos de agresión que no dejan heridas ya no se reportan. La mayoría de las víctimas se sienten impotentes y temen las represalias por presentar una denuncia".
Los judíos franceses que pueden marcharse del país lo hacen.
Los que aún no han decidido marcharse o no tienen medios para hacerlo se mudan a barrios más seguros.
La mayoría se marcha de forma apresurada; muchas familias judías venden sus casas muy por debajo del precio de mercado. Algunas familias acaban en apartamentos que son demasiado pequeños, pero prefieren la incomodidad al riesgo de que los asalten o los maten.
Puede que la comunidad judía francesa sea la más grande de Europa, pero está menguando rápidamente. En 2000 se calculaba que tenía unos 500.000 miembros, pero la cifra es ahora inferior a 400.000, y bajando. Los distritos judíos que antes eran prósperos ahora están al borde de de la extinción.
"Lo que se está produciendo ahora es una limpieza étnica a la que no nos atrevemos a llamar por su nombre. En unas pocas décadas ya no habrá judíos en Francia", dice Richard Abitbol, presidente de la Confederación de Judíos Franceses y Amigos de Israel.
Sin los judíos de Francia, Francia ya no sería Francia, afirmó el ex primer ministro Manuel Valls en 2016. Pero no hizo nada.
Hace poco dijo que había hecho todo lo posible, que no podía haber hecho más. "El problema —dijo— es que el antisemitismo actual en Francia procede menos de la extrema derecha que de los individuos de confesión o cultura musulmana".
Añadió que en Francia, durante al menos dos décadas, todos los ataques contra los judíos en los que se ha identificado al perpetrador los han cometido musulmanes, y la mayoría de los más recientes no han sido una excepción.
Valls, sin embargo, sufrió enseguida las consecuencias de su franqueza. Fue empujado a codazos a los márgenes de la vida política. Las webs musulmanas lo llamaron "agente del lobby judío" y "racista". Exlíderes de su propio partido, como el exministro de Exteriores Roland Dumas, dijeron que la mujer de Valls es judía y dieron a entender que estaba "bajo su influencia".
En Francia, decir la verdad sobre el antisemitismo islámico es peligroso. Para un político es suicida.
Los políticos franceses, de la derecha y la izquierda, saben que rige la corrección política y que transgredir sus normas no escritas conduce a la exclusión de los medios y efectivamente al ostracismo. Saben que ya no se pueden utilizar algunas palabras en Francia, y que las organizaciones antirracistas se aseguran de que nadie pueda criticar al islam.
Una nueva edición de un libro de texto de Historia de octavo curso de un colegio público afirma que en Francia está prohibido criticar el islam, y cita una sentencia judicial para sustentar la afirmación.
Los políticos ven que la cifra de musulmanes en Francia es tan alta ahora que es prácticamente imposible ganar unas elecciones sin el voto musulmán, y que la diferencia entre la tasa de nacimientos entre musulmanes y no musulmanes hará más insalvable ese criterio en los próximos años.
Los políticos también ven que las 600 "zonas de exclusión" del país están creciendo; que los musulmanes radicalizados podrían matar y que pueden estallar revueltas violentas en cualquier momento. En Francia, más de 500 personas han sido asesinadas o mutiladas por terroristas islámicos en menos de cuatro años.
Los políticos también ven que las olas de inmigrantes de Oriente Medio y África han creado barriadas que en su mayor parte son ajenas al control de la Policía; que las cárceles están a punto de estallar y que los judíos no tienen peso electoral y son básicamente impotentes.
Los políticos, por tanto, eligen la inercia, la negación, la cobardía.
En los barrios musulmanes franceses, los imanes islamistas denuncian la "mala influencia" de los judíos y difunden teorías conspiratorias antisemitas. Los políticos guardan silencio.
Las librerías islámicas de Francia venden libros prohibidos en otras partes, como los fraudulentos Protocolos de los Sabios de Sion, y CD y DVD con virulentos discursos antisemitas de predicadores radicales. Yusuf al Qaradawi, el líder espiritual de los Hermanos Musulmanes, que tiene prohibida la entrada en Francia y Estados Unidos, dice que lamenta que Hitler "no terminara el trabajo". Los políticos franceses guardan silencio.
Aunque no ha habido ataques contra sinagogas en Francia desde 2014, están vigiladas las 24 horas por soldados armados que llevan chalecos antibalas y se protegen tras sacos terreros, como lo están los colegios y centros culturales judíos.
Militares franceses protegen una escuela judía en París. (Foto: Jeff J Mitchell/Getty Images). |
Entre tanto, la ley dirigida a castigar las amenazas antisemitas se utiliza ahora para castigar a los que denuncian las amenazas.
Hace seis años, el escritor Renaud Camus publicó Le grand remplacement ("El gran reemplazo"), un libro que señalaba que los judíos y los cristianos no sólo están siendo reemplazados por los musulmanes, también que a menudo son hostigados y perseguidos. Lamentaba la destrucción de las iglesias y describía los ataques contra los judíos como un "pogromo lento". Fue condenado por "incitación al odio".
Recientemente, el periodista Éric Zemmour observó que en sus barrios los musulmanes viven ahora "según sus propias leyes", obligando a los no musulmanes a marcharse. Fue declarado culpable de "incitación" y multado.
Un reportero que realizó hace poco un documental sobre los barrios musulmanes franceses, concluyó que los Hermanos Musulmanes y otras organizaciones islamistas radicales están arraigando rápidamente en las comunidades musulmanas francesas mientras propagan el odio hacia los judíos y Occidente, y que tienen muchas escuelas donde se enseña la yihad.
El Gobierno francés, añadió, está financiando estas escuelas y es por tanto cómplice de sembrar las semillas de una devastación que podría perfectamente ir más allá de la destrucción de los judíos de Francia. "La ocupación de Occidente —dijo— se hará sin guerra, pero lentamente, mediante la infiltración y la subversión". Ninguna cadena de televisión francesa lo ha emitido, ni prevé hacerlo. El documental sólo se emitió en Israel.
Manifestaciones contra Israel que apoyan el terrorismo. Gente que grita: "Muerte a los judíos". Pero después a esa gente nunca se la detiene por discurso del odio.
Las encuestas revelan que la diseminación sin trabas del antisemitismo y la violencia de los musulmanes resultante ha provocado el surgimiento de un antisemitismo generalizado que evoca nítidamente algunos periodos oscuros de la historia.
Un creciente porcentaje de franceses dice que los judíos de Francia son "demasiado numerosos" y "demasiado visibles".
Los informes para el Ministerio de Educación Nacional revelan que se utilizan expresiones como "No hagas como los judíos" para criticar a un alumno que no dice lo que piensa, y están muy extendidas en los colegios públicos. Los estudiantes judíos son cada vez más objeto de burla, y no sólo por parte de los estudiantes musulmanes.
Hace unos días, la cómica Laura Laune ganó el concurso de telerrealidad Got Talent Francia. Algunos de sus chistes bromeaban con que hubiese menos judíos en el mundo en 1945 que en 1939. Las organizaciones judías protestaron, pero en vano. Ahora, llena las salas. El cómico antisemita Dieudonné también llena los estadios donde actúa.
Recientemente, la prestigiosa editorial Gallimard pidió volver a publicar los escritos antisemitas de Louis Ferdinand Celine, admirador francés de la Alemania nazi y firme defensor del exterminio de los judíos de Europa durante el régimen de Vichy. El primer ministro, Edouard Philippe, se declaró a favor de volver a publicarlos, e hizo hincapié en que no se puede negar "el lugar central de Celine en la literatura francesa". El famoso cazador de nazis Serge Klarsfeld repuso que los escritos que habían enviado a sus padres a la muerte "no debían volver a ser accesibles". Gallimard aplazó temporalmente la publicación.
Hace unos años, el deber de memoria —lo que se le ha hecho a los judíos— era objeto de muchos artículos. El pasado 27 de enero, Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto, ni un solo periódico francés lo mencionó.
El presidente francés, Emmanuel Macron, guardó silencio. Publicó un tuit que evocaba "Auschwitz" y la necesidad de "preservar la paz, la unidad y la tolerancia". No dijo una palabra sobre los judíos o el Holocausto. Es difícil encontrar hoy en Francia "la paz, la unión y la tolerancia", especialmente si eres judío francés.