El presidente Emmanuel Macron ha reducido sustancialmente los planes para rehabilitar las banlieues de Francia —barrios lastrados por la pobreza e infestados de delincuencia con un alto número de habitantes musulmanes—, y en su lugar ha pedido a los alcaldes y asociaciones locales de la sociedad civil que encuentren soluciones a nivel de base.
Este cambio de política se produce después de semanas de debate interno acerca de si es mejor un enfoque de arriba abajo o de abajo arriba para mejorar la vida en las problemáticas banlieues, que son caldo de cultivo para el fundamentalismo islámico y a las que se suele referir como zonas de exclusión, por las peligrosas condiciones con que se encuentran allí la policía y otros representantes del Estado.
En un discurso muy esperado en el Palacio del Eliseo el 22 de mayo, Macron solo anunció varias iniciativas, sin asignación presupuestaria, para las banlieues, incluido un plan para contratar a más policías, mano dura contra el tráfico y un programa de becas en empresas para jóvenes desfavorecidos.
Dirigiéndose a 600 asistentes, entre ellos abogados, emprendedores, líderes de comunidades y residentes, Macron dijo que no anunciaría otro "Plan Marshall para los suburbios", como se llamó a un plan de renovación urbana en 2008, porque al menos diez de las anteriores estrategias han fallado:
No anunciaré un plan urbano o suburbano porque esta estrategia es tan vieja como yo. El primer plan lo presentó Raymond Barre [ex primer ministro francés] más o menos cuando yo nací [...] hemos llegado al límite de lo que se puede conseguir con este método.
Macron pidió una "movilización general" para sentar las bases de "una política de emancipación y dignidad" basada en "una filosofía de acción" y un "cambio de método" para liberar a los habitantes de los barrios pobres del "arresto domiciliario". En lo referente a la seguridad, Macron pidió una "sociedad de vigilancia" construida con prefectos, funcionarios electos y residentes donde "cada uno actúa sobre la seguridad colectiva".
Macron también pidió a las 120 empresas más importantes de Francia que "hagan su parte" para combatir la discriminación contra los africanos, árabes y musulmanes. "Vamos a ampliar las pruebas para vigilar las conductas y asegurarnos de que no haya discriminación en las contrataciones".
Las propuestas de Macron están a años luz del ambicioso plan anunciado hace menos de un mes por el exmiembro del gabinete Jean-Louis Borloo, al que Macron ha encargado diseñar una gran estrategia para las banlieues.
El informe "Vivre ensemble, vivre en grand: Pour une réconciliation nationale" (Vivir juntos, vivir bien: Por una reconciliación nacional), de 164 páginas y hecho público el 26 de abril tras nueve meses de trabajo, enumeraba 19 propuestas dirigidas a producir un "cambio radical". Entre ellas, poner el foco en la educación, el empleo y la renovación de edificios e infraestructuras en decadencia. La implementación del plan costaría 38.000 millones de euros.
"Para cuando se cumplan los cinco años de mi legislatura, quiero que haya cambiado la cara de nuestros barrios, no porque hayamos invertido una determinada cantidad de dinero, sino porque habremos cambiado nuestros métodos", dijo Macron. "No tiene sentido que dos hombres blancos que no viven en esos distritos se intercambien informes. Eso ya no funciona".
La reacción inicial al discurso de Macron fue de decepción casi unánime por la oportunidad perdida. "Esperábamos medidas políticas concretas", dijo el alcalde de Aulnay-sous-Bois, Bruno Beschizza. "Por ahora, no hay nada en la práctica. Salí con las manos vacías".
Stéphanie Daumin, alcaldesa de Chevilly-Larue, una comuna en la periferia sur de París, tuiteó:
Esperábamos acciones y compromisos fuertes y sólo hemos tenido palabras. Un jarro de agua fría para los que trabajaron en el #RapportBorloo y que quieren reequilibrar los territorios y volver a la igualdad republicana.
El líder de los republicanos de centroderecha, Laurent Wauquiez, describió el discurso de Macron como "un espectáculo político de palabras sin acciones", y dirigido a "sacarse la foto".
Éric Coquerel, diputado del partido de extrema izquierda La Francia Insumisa, acusó a Macron de "enterrar" el informe Borloo y "humillar" a los que han trabajado en él. Añadió que Macron había propuesto una serie de medidas sin financiación, inversión o novedad.
Stéphane Le Foll, exportavoz del gobierno socialista del presidente François Hollande, tuiteó: "Estamos presenciando la liquidación del plan Borloo".
Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional, señaló que Macron no había abordado los problemas de la inmigración y el islamismo.
Apenas una palabra sobre inmigración, apenas una palabra sobre el fundamentalismo islámico. Sabemos perfectamente que hay problemas que en parte son el origen de las dificultades en los suburbios. Negarse a ver la realidad es condenarse a uno mismo al fracaso.
Una cifra estimada de seis millones de personas —en torno a una décima parte de la población de Francia— vive en 1.500 barrios clasificados por el Gobierno como Zonas Urbanas Sensibles (zones urbaines sensibles, ZUS), los objetivos principales de la renovación urbana.
En octubre de 2011, un informe de referencia de 2.200 páginas, Banlieue de la Républicque (Suburbios de la República) reveló que muchos suburbios franceses se están convirtiendo en "sociedades islámicas separadas" del Estado francés, donde las leyes islámicas están desplazando rápidamente a las leyes civiles francesas. El informe decía que los inmigrantes musulmanes están rechazando cada vez más los valores franceses y sumergiéndose en el islam radical.
El informe, encargado por el influyente think tank francés L'Institut Montaigne, fue dirigido por Gilles Kepel, un respetado politólogo y especialista en el islam, junto con otros cinco investigadores franceses.
Los autores del informe mostraron que Francia —en la que ahora hay 6,5 millones de musulmanes (la mayor población musulmana de la Unión Europea)— están al borde del estallido social por la no integración de los musulmanes en la sociedad francesa.
El informe también revelaba cómo el problema se está viendo exacerbado por los predicadores musulmanes radicales, que están promoviendo la marginación de los inmigrantes musulmanes con el fin de crear una sociedad musulmana paralela en Francia regida por la ley de la sharia.
La investigación fue realizada principalmente en los municipios de Clichy-sous-Bois y Montfermeil de Seine-Saint-Denis, dos suburbios que fueron la zona cero de las revueltas musulmanas en otoño de 2005, cuando turbas de musulmanes prendieron fuego a más de 9.000 coches.
El informe describía Seine-Saint-Denis como "un páramo de desindustrialización" y dijo que en algunas áreas "un tercio de la población de la ciudad no tiene la nacionalidad francesa, y muchos residentes son atraídos a una identidad islámica".
Arrabal de Clichy-sous-Bois, en el suburbio parisino de Seine-Saint-Denis, recientemente descrito en un reportaje como un "vertedero de la desisdustrialización" en el que "un tercio de la población no tiene la nacionalidad francesa y numerosos residentes han asumido una identidad islámica" (Imagen: Marianna/Wikimedia Commons). |
Otro municipio de Seine-Saint-Denis es Aubervilliers. A veces referido como uno de "los territorios perdidos de la República francesa", más del 70% de su población es musulmana. Tres cuartas partes de los jóvenes menores de 18 años son extranjeros o franceses de origen extranjero, principalmente del Magreb o el África subsahariana. Se dice que la policía rara vez se aventura en algunas de las partes más peligrosas del municipio.
Un día antes del discurso de Macron, los canales de la televisión francesa emitieron imágenes de hombres enmascarados abriendo fuego a plena luz del día en la ciudad portuaria de Marsella, al sur de Francia. Los asaltantes, vestidos de negro y armados con rifles de asalto Kalashnikov, secuestraron a una persona, la introdujeron en un coche y se alejaron ante la impotencia de la policía. Los gánsteres, de los que se cree que están implicados en una lucha territorial por el control del comercio de drogas en la ciudad, "no temen ni a la policía ni a la justicia", según un oficial, que dijo que la policía "no tenía opciones", porque les superaban en armas y margen de maniobra.
De vuelta en París, Macron admitió que Francia "ha perdido la batalla contra el tráfico de drogas en muchas ciudades". Prometió anunciar un nuevo plan para combatir el tráfico de drogas en julio.
Soeren Kern es analista de política europea para el Instituto Gatestone en Nueva York.