Ashraf Yabari, un empresario palestino de Hebrón (Margen Occidental), lanzó recientemente junto a varios amigos judíos una iniciativa económica para promover emprendimientos conjuntos entre israelíes y palestinos. (Imagen: iStock). |
En las sociedades normales, un empresario que quiere mejorar las condiciones de vida de su pueblo impulsando la economía y creando oportunidades de trabajo para los desempleados –entre los que hay una multitud de licenciados universitarios– es tratado con respeto. La palestina, al parecer, no es una de ellas.
Ashraf Yabari es un empresario de 45 años de la ciudad de Hebrón, en la Margen Occidental. Miembro de un importante clan palestino local, Yabari cree en la cooperación económica y en la convivencia pacífica con sus vecinos judíos, colonos incluidos.
A principios de año, Yabari y algunos de sus amigos judíos lanzaron una iniciativa económica para promover emprendimientos conjuntos entre israelíes y palestinos. "Estamos trabajando para derribar fronteras, y tanto los israelíes como los palestinos tienen que ser parte de esto", explicó. "Tenemos que atravesar este muro. Debemos crear primero buenos vínculos y buenas relaciones, no sólo en la Margen Occidental sino en todo Israel, para poder alcanzar nuestra meta".
Para promover su objetivo, Yabari anunció hace poco la creación de un nuevo partido que pretende centrarse en la prosperidad económica de los palestinos:
El Partido Reforma y Desarrollo, dijo, se propone resolver los problemas económicos de los palestinos, como el elevado desempleo. "Tenemos un ejército de licenciados universitarios en paro", afirmó. "Hemos llegado a una situación en que un joven [palestino] con un máster en Derecho tiene que trabajar de vendedor callejero porque no encuentra trabajo".
Uno esperaría que un mensaje así fuese bien recibido por los palestinos. He aquí un hombre que habla de ayudar a su gente a ganarse la vida. He aquí un hombre que dice: "Dejemos a un lado nuestras diferencias políticas y busquemos la manera de dar estabilidad económica a nuestro pueblo". Pero en lugar de darle una oportunidad para desarrollar su iniciativa, los palestinos han lanzado una campaña de desprestigio contra Yabari; muchos lo acusan de "traidor" y de "colaborador" con Israel y los judíos. Algunos han llegado incluso a pedir su arresto o su ejecución.
La campaña contra el empresario palestino alcanzó su apogeo el pasado día 13, después de que invitara a su casa a varios judíos para el iftar, la cena que rompe el ayuno del Ramadán. No es infrecuente que los musulmanes inviten a no musulmanes al iftar. En este caso, sin embargo, Yabari cometió el error de invitar a unos judíos.
En cuanto las imágenes de la cena llegaron a los medios, numerosos palestinos airados recurrieron a las redes sociales para expresar sus enérgicas condenas.
Frente a las protestas y la animadversión generalizadas, el clan del empresario se vio obligado a condenarlo públicamente y a renegar de él. "Ashraf Yabari es un criminal, y no entra en los territorios controlados por la Autoridad Palestina", declaró Arif Rubin Yabari, líder del mismo. "Nuestra familia renegó de ese farsante en 2002. No representa a nadie de nuestro clan ni a Hebrón". Además, afirmó que Israel estaba "usando a Yabari para llevar a cabo planes sospechosos contra los palestinos" y pidió a la AP que "investigara el intento de Israel de dar preeminencia a Yabari al presentarlo como una alternativa al actual liderazgo palestino".
Pero la condena pública del clan no ha logrado aplacar a los numerosos palestinos que siguen pidiendo severos castigos a sus palabras y obras. La web de noticias Watan, con sede en Ramala, capital de facto de los palestinos, pidió que se llevara a Yabari ante la justicia por traición. "Los servicios de seguridad deben actuar inmediatamente para arrestarlo", se ha podido leer en un artículo publicado ahí.
Según el artículo 135 del Código Penal Revolucionario de la OLP (1979), la pena por traición es la cárcel con trabajos forzados. La ley establece que cualquiera que ofrezca alojamiento, comida o ropa a un soldado o espía enemigo, o le ayude a escapar, debe ser castigado. Decenas de espías han sido castigados de acuerdo con esta ley. El artículo 140 de la misma contempla la pena de muerte para cualquiera que sea informante del enemigo. De hecho, numerosos espías han sido ejecutados.
A juzgar por sus reacciones, los palestinos están furiosos con Yabari principalmente por dos razones: por implicarse en la normalización con los israelíes y por promover la idea de la paz económica. El movimiento antinormalización palestino se opone firmemente a cualquier forma de relación con los israelíes, incluso por medio de acontecimientos deportivos y culturales. Ahora parece que se oponen incluso a que los palestinos y los judíos coman juntos.
Yabari ofendió a muchos palestinos porque se atrevió a invitar a sus amigos judíos a una comida del Ramadán en su propia casa. Y al hablar de "prosperidad económica" se ha convertido en un enemigo público. ¿Cómo se atreve a hablar de buscar formas de mejorar las condiciones de vida de su pueblo, y de crear puestos de trabajo para los desempleados?
A ojos de numerosos palestinos, lo primordial ha de ser la lucha contra Israel, aunque tengan que comerse y beberse esa lucha en vez de la comida y la bebida que podrían obtener al implicarse en iniciativas económicas como la de Yabari.
Si se hubiese unido a Hamás o a la Yihad Islámica, o a una de las organizaciones antiisraelíes de la Margen Occidental, Yabari se habría convertido en un ídolo. Si hubiese pedido el boicot a Israel, en vez de trabajar –y comer– con los judíos, habría sido alabado por su pueblo y por su clan.
Dado el clamor que han provocado sus dichos y hechos, podemos asumir sin temor a equivocarnos que su nuevo partido jamás logrará ganarse los corazones y las mentes de los palestinos. También cuesta imaginarse cómo se hará realidad cualquiera de las iniciativas económicas de las que habla.
La inaudita campaña de odio e intimidación contra Yabari se produce semanas antes de que la Administración Trump despliegue su largamente esperado plan para la paz en Oriente Medio, también conocido como "el acuerdo del siglo" y que, según varias informaciones, habla de dar a los palestinos miles de millones de dólares y de recaudar dinero para ellos en los países árabes. Sin embargo, como deja claro el caso Yabari, los palestinos están menos interesados en tener estabilidad económica que en odiar a Israel.
Para los palestinos, la ayuda financiera es un cínico intento de disuadirlos de su lucha contra Israel, y ningún líder palestino tiene estómago para exponerse a las amenazas que está sufriendo Yabari. Así que, lejos de cualquier acuerdo del siglo, los líderes palestinos llegaron a su propio y sucio acuerdo hace mucho: invertir en el odio a Israel en vez de en su propio pueblo.