El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, con el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, en una conferencia de prensa en Jerusalén (Israel) el pasado 19 de julio de 2018. (Foto: Kobi Gideon, Israel Government Press Office). |
Los críticos del primer ministro Netanyahu abogan por que éste no hable jamás con nacionalistas europeos porque en Europa el nacionalismo a menudo va de la mano con el antisemitismo.
Irónicamente (o quizás hipócritamente), muchos de esos mismos críticos han urgido a los primeros ministros israelíes a hablar con Yaser Arafat y otros líderes terroristas que han abogado por y practicado el asesinato de judíos. ¿Cuál es la diferencia?
Con frecuencia, líderes electos tienen que taparse la nariz y hablar con otros líderes de cuyas ideologías y acciones abominan. Pero cuando eres el líder de un país, el pragmatismo de la Realpolitik a menudo debe imperar sobre la pura ideología.
Recuerden el gesto que tenía Isaac Rabín cuando el presidente Clinton le instó a estrechar la mano de Yaser Arafat, que había ordenado personalmente el asesinato de tantos niños, mujeres y hombres israelíes. Cuando hablé con Rabín sobre esto, me dijo que su mano quedó protegida por el guante de seda de la diplomacia. La izquierda elogió a Rabín, e hizo bien. Pero muchos de quienes tal hicieron andan ahora condenando a Netanyahu por usar el mismo guante de seda diplomático con nacionalistas extremistas europeos.
Por supuesto, hay líneas que nadie debería atravesar ni protegido por el referido guante de terciopelo. Ahora bien, si esas líneas no se cruzaron con Arafat, desde luego que no se han cruzado con Viktor Orbán y otros líderes nacionalistas europeos. El criterio de decisión no puede estar basado en si el pretendido villano es de derechas o de izquierdas, musulmán o cristiano; sino que debe estar fundado en factores objetivos.
EEUU ha tratado, aun calladamente, con los líderes de Irán; incluso con Hitler, Mussolini y Stalin allá por los años 30 y 40 del siglo pasado. Cuando le preguntaron si estaba hablando con el líder tiránico de un país centroamericano, el presidente Roosevelt respondió con el célebre: "Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta".
En lo relacionado con Israel, los líderes nacionalistas de Europa Central y del Este dan lugar a la ambigüedad. Así, apoyan fervientemente tanto el nacionalismo judío –el sionismo– como al Estado nación del pueblo judío. Pero su actitud hacia los judíos y el Holocausto a menudo es altamente cuestionable. El primer ministro de Israel debe anteponer los intereses de su país a la pureza ideológica o a la actitud hacia los judíos en general. En un mundo en el que tan pocas naciones lo apoyan y en el que tantas lo condenan de manera rutinaria en la ONU, Israel no debe renunciar a la ligera al apoyo de los nacionalistas de derechas.
Una de las acusaciones que se vierten sobre Viktor Orbán es que ha atacado a George Soros, multimillonario judío cuyas actividades en Europa y alrededor del mundo son altamente controversiales. Pero lo cierto es que Soros merece ser criticado, y el hecho de que sea judío no debería liberarle de ello. Soros es un enemigo de Israel desde hace mucho tiempo y jamás ha sido un gran defensor de los valores judíos. Así pues, resulta irónico que criticarlo se le considere un síntoma de antisemitismo.
Ahora bien, más allá de Soros, hay buenas razones para oponerse a las políticas y declaraciones de Orbán y sus colegas de la derecha nacionalista. Su actitud hacia el Holocausto, en especial la glorificación de antisemitas que colaboraron con los nazis, merece una grave condena, así como la negativa de esos líderes a responsabilizar a algunos de sus compatriotas por la 'solución final' contra los judíos.
La vida siempre presenta cuadros complejos como éste, sobre todo cuando hablamos de la política y de las relaciones internacionales. Por tanto, no condenemos a Netanyahu por hacer lo que han hecho casi todos los primeros ministros de Israel, empezando por el David ben Gurión que aceptó las reparaciones alemanas. La política hace extraños compañeros de cama, y para qué hablar de la política internacional. Así las cosas, condenemos a los nacionalistas europeos cuando sus acciones merezcan condena, pero saludemos su apoyo a Israel ahora que dicho apoyo es cada vez más importante.