En la imagen: Sobame Da, una población de mayoría cristiana en Mali, después del ataque de pistoleros fulani en junio de 2019, donde fueron masacrados 100 hombres, mujeres y niños. (Fuente de la imagen: Naciones Unidas/MINUSMA/Flickr) |
"En la selva amazónica, que es de vital importancia para el planeta, se ha desatado una profunda crisis por la intervención sostenida del hombre, en la que prevalece la 'cultura del desperdicio' (LS16) y una mentalidad extractivista", ha declarado el Vaticano.
"El Amazonas es una región rica en biodiversidad, multiétnica, multicultural y multirreligiosa. Es un reflejo de toda la humanidad que, en defensa de la vida, necesita que los seres humanos, los países y la Iglesia hagan cambios estructurales y personales".
Por esta razón se ha programado un Sínodo de Obispos para la Amazonia, que se reunirá en Roma desde el 6 al 27 de octubre. En una entrevista con el periódico italiano La Stampa, el papa Francisco dijo que uno de los mayores problemas para la región amazónica es "la amenaza a la vida de las poblaciones y el territorio que se derivan de los intereses económicos y políticos de los sectores dominantes de la sociedad".
El programa del sínodo para la Amazonia en Roma habla de "vida amenazada", "inculturación e interculturalidad", "destrucción extractivista" y "pueblos indígenas", entre otros asuntos. Sin embargo, hay otro grupo de "pueblo indígena" cuya vida ha sido "amenazada" y que vive sometido a la "destrucción" física y existencial. Son los cristianos perseguidos, y a ellos debería el Vaticano dedicarles el próximo sínodo.
"Le pidieron que negara a Cristo, y cuando se negó, le cortaron la mano derecha; cuando se negó [otra vez], le cortaron el codo. Como se negó, le dispararon en la frente, el cuello y el pecho", relató hace poco Enoch Yeohanna, cristiano nigeriano, sobre el asesinato de su padre en 2014. Las tribulaciones de los cristianos nigerianos se ha descrito como "una pesadilla global", pero está sucediendo en muchos países.
"La persecución de los cristianos en todo el mundo es uno de los grandes males de nuestro tiempo", escribió hace poco el padre Benedict Kiely, fundador de Nasarean.org, que se dedica a paliar la persecución de los cristianos.
Los guardan un llamativo silencio sobre los ataques a los cristianos. En la misma semana en que se produjo el terrible atentado a la mezquita de Christchurch en Nueva Zelanda —un crimen atroz e inconcebible—, mataron a más de doscientos cristianos en Nigeria. Apenas se mencionó lo segundo en las noticias. No hubo marchas por los cristianos martirizados, ningún gobierno mandó tocar ninguna campana, ni hubo camisetas de "Je suis Charlie" ni ninguna indignación pública.
Los terroristas de Boko Haram les cortaron las orejas a las mujeres cristianas tras sacarlas de sus casas en una redada nocturna en una población de mayoría cristiana al norte de Camerún. La organización Barnabas Fund explicó que "los extremistas islamistas irrumpieron en las casas, agarraron a las mujeres y las arrastraron a las afueras de Gagalari, en el distrito de Yagoua, donde le cortaron una oreja a cada víctima". Unos días más tarde, también en Camerún, Angus Fung, traductor de la Biblia, fue asesinado y le cortaron el brazo a su mujer. Después, fue asesinado David Tanko, un sacerdote católico en Nigeria, y le prendieron fuego a su cadáver y a su coche. El mes pasado, fue asesinado otro sacerdote nigeriano, Paul Offu. El año pasado, hubo dos sacerdotes católicos y 13 fieles entre las víctimas de un atentado en Nigeria.
Cuatro cristianos fueron asesinados hace poco en Burkina Fasso por llevar crucifijos. "Llegaron los islamistas y obligaron a todo el mundo a tumbarse en el suelo boca abajo", relató el obispo Laurent Birfuoré Dabiré, de la Diócesis de Dori.
Después los registraron. Cuatro personas llevaban crucifijos. Así que los mataron porque eran cristianos. Después de asesinarlos, los islamistas advirtieron a todos los demás aldeanos que si no se convertían al islam, también los matarían.
Cientos de cristianos, entre ellos 433 niños, se "enfrentan a atentados a tener que huir de la violencia de los extremistas islamistas en Mali", donde en junio, 100 hombres, mujeres y niños fueron asesinados en Sobame Da, una aldea de mayoría cristiana.
David Curry, presidente de Open Doors, un organización no gubernamental (ONG) que vigila la persecución de los cristianos, ha establecido que las mujeres cristianas son "el grupo más perseguido del mundo". Sufren unos pasmosos niveles de opresión y mutilación. En Nigeria, Boko Haram mantiene secuestrada a una niña, Leah Sharibu. Pudo haber sido puesta en libertad junto a sus compañeras de clase, pero Leah se negó a renunciar a su fe cristiana. También en Pakistán se secuestra y esclaviza a las mujeres cristianas. "Cada año, secuestran al menos a mil niñas, las violan y las obligan a convertirse al islam, e incluso las fuerzan a casarse con sus torturadores", dijo Tabassum Yousaf, abogado católico vinculado a la ONG italiana St. Egidio. Es un patrón recurrente también en Egipto, donde las mujeres cristianas se enfrentan a una "epidemia de secuestros, violaciones, palizas y torturas".
La cristiana perseguida más famosa, Asia Bibi, pasó injustamente casi una década en una cárcel paquistaní por "blasfemia" —buena parte de ese tiempo en el corredor de la muerte— antes de ser puesta en libertad. En mayo, fue trasladada a Canadá, donde se reunió con su familia. Según Bibi:
Cuando mis hijas me visitaron en la cárcel, nunca lloraba delante de ellas, pero cuando se iban, solía echarme a llorar yo sola, llena de dolor y pena". Pensaba en ellas todo el tiempo, en cómo estarían viviendo.
Los satélites de la NASA observaron los incendios en el Amazonas, lo que llevó a los líderes mundiales a comprometerse a proteger la selva tropical. Pero los satélites no observan la quema, desmembramiento y asesinato de los cristianos, ni su sufrimiento se ve en las televisiones y periódicos. En realidad, en Occidente parece como si no hubiese ninguna persecución contra los cristianos. El Vaticano, el papa Francisco, otros clérigos y los medios tienen que elegir: o arrojan luz sobre estos cristianos perseguidos, o ser acusados de ceguera voluntaria.