Lo sucedido el pasado día 4 en Ramala, a menudo considerada bastión del laicismo y la moderación, sirve como recordatorio de que el islam radical ha logrado penetrar en esta ciudad de la Margen Occidental.
Ese día, cientos de fundamentalistas islámicos desfilaron por las calles de la ciudad conmemorando el 92º aniversario de la caída del Califato.
La Autoridad Palestina (AP), que en el pasado había reprimido a Hizb ut Tahrir (Partido de la Liberación), la organización radical que encabezaba la marcha, ordenó a sus fuerzas de seguridad que no intervinieran, ni siquiera cuando el portavoz de HT condenó los esfuerzos del secretario de Estado estadounidense, John Kerry, por reactivar las conversaciones de paz entre los palestinos e Israel.
Hizb ut Tahrir (HT) es una organización islamista radical, que insta a todos los musulmanes a unirse bajo un Estado islámico regido por la sharia y un califa. La marcha de Ramala fue organizada por miembros de su sección palestina, que, junto a sus seguidores, lamentaron la decisión, adoptada hace ya tantos años, por la Gran Asamblea Nacional en Angora (Ankara): deponer al califa Abdul Meyid Effendi y abolir el Califato.
Habitantes de Ramala manifestaron su sorpresa ante la decisión de la Autoridad Palestina de permitir que cientos de fundamentalistas islámicos desfilaran por su ciudad, en escenas que parecían sacadas de las calles de Gaza, controlada por Hamás. "¿Desde cuándo permite la AP que partidarios de Al Qaeda organicen manifestaciones en nuestras ciudades?", se preguntaba un tendero. Por su parte, un universitario confesaba:
Hoy me he sentido como si estuviera en Siria o en Gaza. Resulta extraño que la Autoridad Palestina, que detiene a gente por publicar comentarios críticos en Facebook, permita que extremistas musulmanes marchen por Ramala llamando a la instauración del Califato.
Los fundamentalistas llamaron a los ejércitos islámicos a "marchar sobre Palestina para liberar la mezquita de Al Aqsa y el resto del país", mientras recitaban proclamas a favor de la restauración del Califato. También profirieron consignas de apoyo a los terroristas yihadistas que combaten al régimen del presidente sirio Bashar al Asad.
Baher Saleh, alto cargo de Hizb ut Tahrir, dijo a la multitud que era hora de que los ejércitos musulmanes "liberaran la mezquita de Al Aqsa de manos de los sucios judíos". Saleh y otros miembros de HT condenaron a los dirigentes de la AP por no respaldar su ideología ni movilizar al mundo islámico para la guerra contra Israel.
Los responsables de la AP no han ofrecido explicaciones que aclaren por qué Hizb ut Tahrir, cuyos miembros son a menudo objetivo de las fuerzas de seguridad palestinas en la Margen Occidental, obtuvo permiso para celebrar un mitin a favor de la yihad contra Israel.
Sin embargo, algunos palestinos afirmaron que la decisión de permitir a los fundamentalistas celebrar el mitin de Ramala tenía como finalidad enviar un mensaje a Kerry sobre los desafíos y amenazas a los que se enfrenta la AP. Según esta teoría, los líderes de ésta se están valiendo de los radicales islamistas para asustar a los donantes occidentales, a fin de que sigan enviando (o incluso aumenten) su ayuda financiera al Gobierno palestino de la Margen occidental.
Pero, al mismo tiempo, se están disparando en el pie. Hizb ut Tahrir es una organización que desprecia de forma manifiesta a los dirigentes de la AP, a los que considera traidores y colaboradores de los enemigos del islam.