Mientras que los israelíes se preparan para votar en las elecciones municipales de la próxima semana, decenas de miles de electores árabes de Jerusalén boicotearán de nuevo este proceso democrático.
En los últimos días, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Hamás y otras organizaciones palestinas han instado a los residentes árabes de Jerusalén a no acercarse a las urnas. Estos grupos sostienen que la participación de los árabes en las municipales se interpretaría como un reconocimiento de la decisión de Israel de anexarse la parte oriental de la ciudad tras la guerra árabe-israelí de 1967.
Así, la gran mayoría de los habitantes árabes de la ciudad han boicoteado desde entonces las elecciones locales, sobre todo por miedo a ser considerados traidores por diversas organizaciones palestinas. Pero si hay alguien que salga perdiendo con el boicot, ésos son los propios árabes.
En primer lugar, el boicot no ha hecho nada por menoscabar la soberanía israelí sobre Jerusalén. Hay quien diría, incluso, que el dominio israelí sobre la ciudad nunca ha sido tan fuerte como hoy en día, especialmente después de que los vecinos árabes no hayan querido participar en decisiones cruciales que afectan a sus barrios y comunidades.
En segundo lugar, el boicot ha perjudicado gravemente los intereses de los residentes árabes, a quienes se ha negado la oportunidad de tener representantes en el concejo municipal que lucharan por unos mejores servicios y por la mejora de sus condiciones de vida. Los árabes constituyen entre un 25 y un 30% del electorado local, lo que significa que podrían tener entre 7 y 8 representantes entre los 31 concejales que componen la corporación. El boicot ha privado a los árabes de la oportunidad de implicarse directamente en la planificación de sus vecindarios.
Si bien es cierto que algunos árabes boicotean las municipales por motivos ideológicos, eso no quita que muchos también teman convertirse en objetivo de radicales si presentan su candidatura o acuden a las urnas. Unos pocos árabes que, en el pasado, osaron desafiar el boicot han tenido que afrontar amenazas de muerte.
Uno de ellos fue el editor de prensa Hanna Siniora, que, en 1987, anunció su intención de presentarse a los comicios municipales. Su coche fue incendiado por miembros del Frente Popular para la Liberación de Palestina, lo que le obligó a retirar su candidatura.
Once años después, otro árabe, Musa Alayan, desafió el boicot presentándose al frente de una lista independiente. Obtuvo menos de 3.000 votos y no logró entrar en el concejo. Alayan podría haberse convertido en su primer miembro árabe si él y sus partidarios no hubieran tenido que enfrentarse a una brutal y violenta campaña por parte de activistas palestinos.
Pese a que los árabes boicotean las elecciones, la mayoría de ellos sigue tratando con la misma Administración municipal a la que se supone que no reconoce. Incluso sigue pagando impuestos y tasas al Ayuntamiento de Jerusalén. Éste tiene más de 1.500 empleados árabes, y sus diversos departamentos siguen brindando numerosos servicios a barrios y comunidades árabes de la ciudad. Estas actividades tienen lugar pese al boicot árabe que se mantiene desde 1967. Los árabes que se quejan de la falta de servicios municipales buscan frecuentemente la ayuda de representantes de los partidos de izquierda en el concejo, como los del Meretz.
Hoy en día muchos árabes de Jerusalén no temen declarar abiertamente que prefieren vivir gobernados por Israel y no por la Autoridad Palestina o por Hamás. Sin embargo, el problema sigue siendo que la abrumadora mayoría de ellos aún teme a los radicales.
Lo que hace falta es un liderazgo árabe fuerte, que no vacile en enfrentarse a los radicales y en cuestionar sus metas; unos dirigentes así tendrían que dejar claro que debería existir una completa separación entre los temas políticos y las cuestiones cotidianas de la población árabe de Jerusalén.
Por desgracia, hasta que aparezcan unos líderes así, los árabes hierosolimitanos seguirán boicoteando las elecciones municipales y, con ello, actuando en contra de sus intereses.