El ayatolá Husein Kazamani Boruyerdí, miembro de alto rango del clero musulmán chií, cumple actualmente el octavo de los 11 años a los que fue condenado por los tribunales de la República Islámica por defender la separación entre religión y Estado en Irán. También se ha pronunciado en contra del islam político y de sus dirigentes. Como consecuencia, durante su estancia en prisión ha sido sometido a la tortura especialmente reservada al clero disidente y a los prisioneros políticos de la República. Boruyerdí ha tenido que soportar que su mujer fuera violada ante otros miembros de la familia. Se ha visto expuesto deliberadamente a agentes químicos tóxicos mientras estaba en una pequeña celda indivual. Como resultado de ello, ahora sufre daños neurológicos permanentes, agravados por palizas a las que le han sometido grupos de individuos. Se le ha privado reiteradamente de atención médica de urgencia para su larga lista de dolencias, que, en su mayor parte, son consecuencia directa de años de tortura y desnutrición.
El 29 de septiembre de 2013, por ejemplo, el ayatolá Boruyerdí sufrió en la cárcel un ataque al corazón, para el cual se le negó atención médica. Al parecer, su estado empeoró el 28 de enero pasado, cuando sufrió graves temblores y se quedó inmóvil durante horas en su celda, en la que actualmente sigue sin recibir cuidados médicos.
Debido posiblemente a la relevancia del ayatolá Boruyerdí, el régimen parece haber decidido no ejecutarlo, sino matarlo silenciosamente en prisión. En 2012 se produjeron en la cárcel dos intentos frustrados de asesinarlo por envenenamiento. Su madre, que estaba presa en ese momento, también fue envenenada y murió. Anteriormente, en noviembre de 2011, a un preso que estaba esperando la ejecución las autoridades le dijeron que si lograba matar a Boruyerdí sería liberado. El intento se frustró por la intervención de otros presos.
Para protestar contra los violentos crímenes del islam político en Irán, Boruyerdí anunció desde prisión, a través de una cinta de audio: "Ya no tengo ganas de seguir llevando esta túnica; carece de crédito y de valor, en Irán o ante la comunidad internacional", y se despojó de sus vestiduras clericales.
El ayatolá Boruyerdí procede de una larga línea de destacados clérigos chiíes: tanto su padre como su abuelo fueron opositores a la presencia de líderes religiosos en política. Como consecuencia, sus padres y su hermano fueron asesinados por las autoridades en misteriosas circunstancias, como es habitual en el régimen.
Pese a su estado crítico en prisión, sigue desafiante y su espíritu se mantiene indestructible: ha manifestado su esperanza de que su caso sirva como prueba del gobierno despótico de la República Islámica y de sus innombrables violaciones de los derechos humanos.
El ayatolá Boruyerdí se ha arriesgado a perder la vida lentamente, sometido a tortura, al escribir cartas desde la prisión a la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, y a Naciones Unidas, en las que hablaba de la absoluta falta de libertad en Irán, de las terribles violaciones de los derechos humanos y del inminente peligro que supone el islam político. Además, recientemente instó al pueblo iraní a boicotear las elecciones del 14 de junio de 2013. Como consecuencia directa de esas declaraciones se reiniciaron las torturas, pese a su estado de salud extremadamente frágil.
Roya Aragi, una abogada de Boruyerdí que fue encarcelada y torturada por defenderlo, y que, desde entonces, ha huido de Irán, cree que sin tratamiento médico ni intervención internacional, lo más probable es que el ayatolá muera pronto, sometido a tortura.
El 29 de junio de 2013 miembros de la familia del ayatolá Boruyerdí acudieron a la prisión de Evin para visitarlo, y se quedaron impresionados al ver el estado físico en el que se encontraba en el séptimo de sus once años de condena. Ha desarrollado una dolencia cardiaca aguda, que le provoca una grave hinchazón de pies y de rodillas. También sufre dolencias oculares, pulmonares y respiratorias, pero las autoridades le han negado tratamiento médico hasta que no se "arrepienta" y "enmiende su conducta".
El 8 de julio del año pasado Boruyerdí fue sometido a un largo interrogatorio por agentes del Gobierno debido a su negativa a ceder a las exigencias del régimen firmando una carta de arrepentimiento. Se le informó de que "las presiones y las torturas aumentarán hasta que se le haya destruido". Hasta ahora se niega a rendirse.
En una llamada telefónica, poco frecuente, que tuvo lugar tras el episodio citado, declaró que nunca se rendiría ante una sola amenaza o táctica intimidatoria del régimen. Su familia dice que añadió que no lamentaba ninguno de sus actos, que mantenía sus palabras, y que estaba preparado para morir.
Tras su visita, la familia Boruyedí anunció que los fanáticos del tiránico régimen de la República Islámica seguían exterminando de manera sistemática a los prisioneros políticos y a los presos de conciencia mediante torturas prolongadas y bien planificadas, tanto físicas como mentales.
Pese a una declaración de 2012 de la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton, y a una petición del ponente especial sobre Irán de Naciones Unidas, el Dr. Ahmed Shahid, para que se liberara al ayatolá Boruyerdí, el régimen iraní sigue torturando a este hombre de Dios, cuyo único crimen es defender la separación entre religión y política, la democracia y los derechos humanos.
El 24 de julio de 2013, Andrew Bennett, embajador de Canadá ante la Oficina de Libertad Religiosa, condenó la prolongada detención del Gran Ayatolá Boruyerdí por parte de las autoridades iraníes, pero no obtuvo resultado alguno.
El régimen iraní está ejecutando en silencio a Boruyerdí, sin balas ni sogas, lejos de los ojos del mundo. Estas ejecuciones silenciosas son ahora un método habitual de asesinar a los presos políticos en Irán, mientras el régimen trata de ocultar sus terribles violaciones de los derechos humanos y el creciente numero de ejecuciones de sus prisioneros.
Los activistas pro-derechos humanos que defienden la democracia en Irán querrían llamar de forma inmediata la atención de todos los Gobiernos y de todas las organizaciones internacionales que luchan por los derechos humanos sobre el hecho de que la vida del ayatolá Boruyerdí corre un grave peligro debido a que las autoridades iraníes le privan deliberadamente de los cuidados médicos necesarios. En su nombre, pedimos que se intervenga para salvar su vida.
Nota de la Redacción: El artículo original, al que enlazamos, incluye como anexo una lista de algunos de los prisioneros políticos en Irán. Junto a su nombre figura la prisión en la que se encuentran recluidos, la condena que cumplen, el delito por el que se les encarceló y las dolencias que padecen. Dicha lista ha sido elaborada por la organización Campaign to Free Political Prisoners (CFPPI).