"Entonces, ¿va usted tras civiles inocentes, o es incompetencia, coronel Lerner?", pregunta la entrevistadora, con el rostro mostrando un desprecio aparentemente sólo reservado a los israelíes. Una falta de respeto tan estridente hacia un oficial norteamericano o británico indignaría a los espectadores, y, en el caso de ir dirigida a un comandante árabe, provocaría acusaciones de racismo.
La línea de interrogación –repetida en los medios a diario– muestra una voluntad ingenua y desinformada de creer (y anima a los espectadores a creer) en la absurda idea de que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) están dirigidas e integradas, de arriba abajo, por matones psicópatas asesinos de bebés.
Sugerir que la incompetencia militar es la única explicación para las muertes de civiles, aparte del asesinato en masa deliberado, muestra una pasmosa, aunque nada sorprendente, ignorancia acerca de la realidad de los combates.
Pese a que en pocas ocasiones se les permite completar ni siquiera una frase, los intentos por parte de los israelíes para explicar las políticas de fijación de objetivos de las IDF son despreciados, inevitablemente, y considerados una invención ridícula.
La realidad es muy distinta. Las FDI han desarrollado las medidas más completas y sofisticadas para minimizar el número de víctimas civiles en el transcurso de ataques contra objetivos militares legítimos.
Cada ataque aéreo va precedido de sistemas obligatorios de información y vigilancia con múltiples sensores para confirmar la presencia o ausencia de civiles. Se avisa a los ocupantes para que huyan mediante mensajes de texto, llamadas telefónicas y mensajes por radio en árabe. Se lanzan octavillas desde el aire en las que se incluyen mapas que muestran zonas seguras. Cuando las advertencias no se atienden, aviones lanzan explosivos no letales para advertir de que hay un ataque inminente.
Sólo cuando los pilotos y controladores aéreos están seguros de que no hay civiles en el objetivo se autoriza el ataque. Cuando los pilotos emplean munición guiada por láser han de tener áreas de seguridad previamente establecidas hacia las que puedan desviar los misiles en pleno vuelo, en el caso de que aparecieran civiles de forma repentina.
En los últimos días los pilotos de las Fuerzas de Defensa han abortado numerosas misiones porque en las zonas objetivo permanecían civiles.
Las fuerzas terrestres tienen procedimientos equivalentes, aunque la naturaleza de los combates sobre el terreno implica que éstos sean más rudimentarios y menos sofisticados. Conversaciones con soldados de infantería de las FDI recién llegados de los combates en la frontera de Gaza confirman, sin embargo, que evitar víctimas civiles es su prioridad, incluso cuando ellos mismos son atacados.
Mientras tanto, en la seguridad del estudio, la evidente ira de la entrevistadora hacia el portavoz de las FDI se ha impuesto a cualquier objetividad profesional: "¡Hablan sin cesar de todas las advertencias que dan, pero el hecho es que han matado a un millar y medio de personas, la abrumadora mayoría de los cuales eran civiles!".
Pero, naturalmente, al coronel no se le permite que ofrezca una respuesta adecuada que ayudaría a que los espectadores comprendieran la realidad de la situación.
Con pocas excepciones, los reporteros, comentaristas y analistas aceptan, sin cuestionarlas, las estadísticas de víctimas ofrecidas por las autoridades médicas de la Gaza controlada por Hamás, que atribuyen todas las muertes a las FDI. ¿Hay alguien en Gaza que muera por causas naturales? Las ejecuciones masivas de "colaboracionistas" y los civiles muertos por cohetes averiados de Hamás son atribuidos al fuego de las Fuerzas de Defensas de Israel.
¿La "abrumadora mayoría" de los muertos son verdaderamente civiles? Aparentemente sí. Vemos numerosas imágenes grotescas y conmovedoras de mujeres y niños muertos y sangrantes, pero jamás de combatientes muertos o heridos. Los reporteros tampoco preguntan ni hacen comentarios acerca de la completa ausencia de bajas militares gazatíes, un fenómeno extraordinario único en este conflicto. La realidad, por supuesto, es que Hamás hace grandes esfuerzos por apartar a sus víctimas militares para mantener la ficción de que Israel sólo está matando civiles. También hay cada vez más señales de que el movimiento islamista palestino, mediante el uso directo de la fuerza o el de amenazas, está evitando que los periodistas filmen a sus combatientes, vivos o muertos.
No sabremos la verdad hasta que la batalla haya concluido. Pero sabemos ahora que Hamás ha ordenado a su gente que informe de que todas las muertes son de civiles inocentes. Sabemos también que el movimiento islamista tiene un historial de mentiras acerca de las víctimas. Tras la operación Plomo Fundido en Gaza (2008-09), las FDI estimaron que, de 1.166 muertos palestinos, 709 eran combatientes. Hamás –respaldado por diversas ONG– afirmó que sólo habían resultado muertos 49 de sus combatientes, y que el resto eran civiles inocentes. Mucho más tarde se vieron obligados a admitir que las Fuerzas de Defensa de Israel tenían toda la razón desde el principio y que entre 600 y 700 de las víctimas, en realidad, eran combatientes. Pero los medios y su corta memoria son incapaces de tener en cuenta esto antes de emitir sus afirmaciones incendiarias y sin fundamento.
Un análisis sobre las víctimas, emitido por la cadena Al Yazira, con sede en Qatar, indica que, hasta ahora, la mayoría de los muertos gazatíes durante el conflicto han sido hombres jóvenes en edad de combatir, no mujeres, niños ni ancianos. Según un analista, pese a suponer en torno al 50% de la población, la proporción de mujeres muertas es del 21%.
Análisis preliminares del Centro Israelí de Información Meir Amit sobre Inteligencia y Terrorismo sugiere que 71 de los primeros 152 palestinos abatidos (el 46,7%) eran combatientes, y que 81 (el 53,3%) eran civiles no implicados.
Ninguno de estos análisis es definitivo, pero siembra dudas sobre las acusaciones de ataques indiscriminados contra la población por parte de las FDI, y sobre las estimaciones de Naciones Unidas (ampliamente difundidas como hecho por los medios y por la ONU, que no es precisamente imparcial) de que entre el 70 y el 80% de las víctimas palestinas han sido civiles.
No obstante, hay muchos civiles inocentes muertos trágicamente. ¿Cómo es posible que haya sucedido, dadas las medidas de las FDI para minimizar tales muertes?
Los mandos de las Fuerzas de Defensa dicen que nunca disparan intencionadamente a objetivos en los que hay civiles no involucrados, una política que va mucho más allá de las exigencias de la Convención de Ginebra. Esta política me ha sido confirmada por soldados de infantería sobre el terreno y por pilotos de F16 que llevaban a cabo ataques contra Gaza.
Pero los errores suceden. La vigilancia y la inteligencia nunca pueden ser infalibles. Ha habido informaciones que hablan de que Hamás obliga a civiles a regresar a edificios una vez han sido evacuados. A veces hay consecuencias imprevistas de ataques, por ejemplo cuando un edificio adyacente en el que hay civiles se viene abajo, a menudo a causa de explosiones secundarias de las propias municiones de Hamás.
Se pueden cometer errores al interpretar imágenes, al procesar información o al introducir los datos de los objetivos. No sabemos aún qué les sucedió a los cuatro muchachos que fueron trágicamente abatidos en una playa de Gaza; no es verosímil que fueran identificados como niños y asesinados deliberadamente a continuación.
Los sistemas de guiado de las armas a veces fallan, y las bombas, balas y misiles pueden aterrizar donde no se suponía que debían hacerlo. Hasta los sistemas de comunicación tecnológicamente más sofisticados pueden fallar en el momento decisivo.
En ninguna parte son más frecuentes y catastróficos estos errores que en el combate terrestre, en el que los mandos y los soldados experimentan caos, ruido, humo, miedo, agotamiento, peligro, shock, mutilaciones, muerte y destrucción que exceden la comprensión de nuestra entrevistadora en su estudio climatizado de televisión.
Estos errores y fallos se producen en todos los ejércitos combatientes y en todos los conflictos. Y, en todos los conflictos, los errores incluyen las muertes de soldados por fuego amigo. Quienes afirman que las muertes de civiles palestinos son actos deliberados de las FDI, ¿sugieren acaso que los incidentes de fuego amigo en Gaza también son intencionados?
Sin embargo, es probable que la política israelí de no atacar objetivos en los que haya civiles se deje a un lado en un caso concreto. Si hay tropas sometidas a fuego letal desde una posición enemiga, las FDI están autorizadas atacar el objetivo aunque sea seguro que morirán civiles, conforme a las habituales normas de proporcionalidad.
Por definición, las vidas de los soldados israelíes corren más riesgo debido a las restrictivas reglas de actuación destinadas a minimizar las bajas civiles. Pero los mandos, en el campo de batalla, deben equilibrar su preocupación por los civiles con la conservación de las vidas de sus hombres y su eficacia en el combate.
Dejando a un lado estas realidades, todas las víctimas civiles de este conflicto son consecuencia última de la agresión de los terroristas de Gaza contra Israel y del uso de escudos humanos por parte de Hamás: el principal puntal de la política de combate de la organización terrorista.
Almacenar y lanzar proyectiles en áreas densamente pobladas, obligar a a los civiles a quedarse donde están cuando se les avisa de que huyan, atraer a las fuerzas israelíes para que ataquen y maten a su propio pueblo… el recuento de víctimas palestinas es esencial para la guerra de propaganda de Hamás, con la que pretende crear presión internacional sobre Israel e incitar el odio antiisraelí y antisemita en todo el mundo.
Esta nauseabunda explotación del sufrimiento de su propio pueblo, y la complicidad de los medios en ello, no se demuestra de manera más cínica que en los teatros de operaciones de la Franja de Gaza. Sin la menor consideración por unas medidas de preservación de vidas, o por el cuidado, privacidad o dignidad de los heridos, las autoridades palestinas meten a toda prisa cámaras y equipos de grabación en las salas de urgencias mientras unos desesperados cirujanos luchan por salvar la vida de un niño despedazado y cubierto de sangre.