Algunos ministros de Exteriores de la Unión Europea se han reunido recientemente con representantes del mundo árabe-musulmán, turcos y cataríes incluidos, con la intención de formar una "fuerza conjunta para combatir al terrorismo islamista". Turquía y Qatar, por ejemplo, respaldan directamente al terrorismo islamista, por lo que de ningún modo pueden formar parte de una fuerza destinada a actuar contra el mismo.
Para cierta mentalidad islámica, semejante absurdo (que seguro que nunca llegará a convertirse en realidad) no es más que un prólogo a la guerra definitiva entre Gog y Magog (yagug wamagu), y un anuncio del fin de los tiempos.
El mundo árabe-musulmán está en una perpetua lucha interna. Irán, por ejemplo, mediante sus peones en el Líbano, Siria, Irak, Baréin y el Yemen, ha rodeado todos los yacimientos de petróleo de la región y actualmente está tratando de rodear Jordania, Israel y a los palestinos. Irán ya no se extiende sólo desde Afganistán hasta el Mediterráneo; los chiíes iraníes se han extendido por África y Sudamérica. Otra señal del fin de los tiempos es la colaboración de Estados Unidos con Irán contra el Estado Islámico en Irak y en Siria. Ello supone que el mundo acabará pagando que Norteamérica esté mirando hacia otro lado mientras los iraníes fabrican bombas nucleares en sus sótanos.
Puede que esos sótanos por ahora estén lejos de las costas estadounidenses, pero están cerca de todos los yacimientos de petróleo de Oriente Medio. Para cuando el presidente Barack Obama deje el cargo Irán no sólo habría alcanzado capacidad critica nuclear: también tendrá misiles balísticos con los que lanzar sus cabezas nucleares. Su próximo objetivo serán intereses estadounidenses en el Golfo. Si los iraníes logran finalmente expulsar de allí al Gran Satán estadounidense amenazando sus intereses en la zona, serán libres para tratar de expandirse aún más.
Ésas son o serán las consecuencias de la decisión estadounidense de darle largas al problema que supone un Oriente Medio explosivo. Con ello, Barack Obama puede dejarle la región al próximo presidente al tiempo que finge que el vacío creado al retirar de ella a las tropas estadounidenses (vacío que ahora están llenando Irán, el Estado Islámico y otros grupos terroristas) no ha tenido nada que ver con la situación.
Esta situación hace que, irónicamente, la única voz que quede predicando en el desierto sea la del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu. Por poco que a bastantes de nosotros nos gusten él o la gente a la que representa, es uno de los dos líderes mundiales occidentales que está diciendo la verdad y avisando de lo que se avecina (el neerlandés Geert Wilders es el otro). Esta asunción del peso de la responsabilidad de su pueblo (¿a cuántos de nosotros no nos gustaría que nuestros dirigentes mostraran siquiera un ápice de ella?) no le ha hecho recibir nada más que veneno por parte de la Administración Obama, que ve que está tratando de dar al traste con su estrategia de liderar procrastinando.
También está cada vez más claro que la política de la actual Administración estadounidense consiste en correr tras Irán para concederle cuanto desee y así poder exhibir un pedazo de papel que no vale ni la tinta con la que está escrito, afirmando que es "un acuerdo". Por su parte, Irán preferiría no firmar nada, y lo más probable es que no lo haga. Entretanto, ambas partes siguen afirmando enérgicamente lo contrario.
Por lo visto, lo que ocurre es, simplemente, que los líderes occidentales no están programados para comprender las capacidades de otros líderes ni cómo ellos también negocian, manipulan y se esconden tras mentiras. El botón de reinicio ruso de Obama no funcionó; su "Al Qaeda está huyendo" tampoco lo hizo; "nunca permitiremos que Rusia tome Ucrania", menos, y tampoco ha funcionado el proceso de paz palestino-israelí, en el que es imposible ganar.
Parece que Obama, para poder exhibir un pedazo de papel sin valor alguno, está ansioso por ser víctima de falsas promesas, de tratados inservibles y de las flagrantes mentiras de otros dirigentes; todo ello para parecer un tonto aún mayor que el premier británico Neville Chamberlain. Tras reunirse con Adolf Hitler en 1938, Chamberlain regresó a Gran Bretaña presumiendo de haber logrado "la paz en nuestra época". Pero él no contaba con el lujo de tener el antecedente de un Chamberlain engañado. Si el pacto que se firma con Irán está lleno de cabos sueltos y trampas, será Obama quien tenga la culpa. ¿De verdad quiere que su legado sea haber sido "el presidente que fue un tonto aún mayor que Neville Chamberlain"? No lo considerarán un Nixon en China, sino el cordero de la Fiesta del Sacrificio.