Un año después de que Mahmud Abás, presidente de la Autoridad Palestina, anunciara la creación el Gobierno palestino de consenso nacional entre Fatah y Hamás, ambos partidos rivales siguen tan alejados entre sí como siempre.
El Gobierno de consenso nacional, encabezado por el primer ministro Rami Hamdala, se formó tras una serie de acuerdos entre ambos partidos, basados en anteriores pactos de reconciliación mutua.
Un año después, es evidente que el Gobierno no ha alcanzado sus principales objetivos: la reconstrucción de la Franja de Gaza, el fin del conflicto entre Hamás y Fatah, y la preparación de nuevas elecciones legislativas y presidenciales.
Ambas partes no pueden sino culparse mutuamente por el fracaso de este último intento de acabar con su enfrentamiento y hacer algo bueno por su pueblo. No hay forma de que esta vez puedan echarle la culpa a Israel.
Ambos partidos tenían la oportunidad de colaborar en la reconstrucción de Gaza tras el enfrentamiento bélico del año pasado entre Israel y Hamás. La comunidad internacional incluso se brindó a ayudar, pero Fatah y Hamás prefirieron seguir luchando entre ellos, a costa de los gazatíes. A día de hoy, ambas facciones rivales no han sido capaces de llegar a un acuerdo sobre el mecanismo para transferir los fondos de sus donantes internacionales a la Franja de Gaza.
Fatah afirma que Hamás quiere robar el dinero, mientras que éste último acusa a la facción de Abás y al Gobierno de la AP de estar maquinando cómo echarle mano a los fondos.
Ambas partes acordaron en su día que el Gobierno de Hamdala tendría un mandato de seis meses, el plazo necesario para preparar elecciones presidenciales y legislativas en la Franja de Gaza y la Margen Occidental, que se tendrían que haber celebrado ya hace mucho. Pero el Gobierno provisional acaba de cumplir su primer año, mientras que las posibilidades de que, en las presentes circunstancias, se vayan a celebrar unas nuevas elecciones, son inexistentes.
Una vez más, ambas partes no parecen interesadas en absoluto en enviar a los palestinos a las urnas. Cada una de ellas tiene muchas y buenas razones para evitar la celebración de elecciones en los territorios palestinos.
En primer lugar, Fatah y Hamás no confían el uno en el otro, y cada uno está convencido de que el otro tratará de falsear el resultado de las elecciones. ¿Cómo puede haber unas elecciones libres y democráticas mientras ambos partidos siguen deteniendo y torturando a los partidarios del otro tanto en la Margen Occidental como en la Franja de Gaza?
En segundo lugar, Fatah teme que las posibilidades que tiene Hamás de ganar las elecciones (sobre todo en la Margen), sean muy altas. Ello se debe a que muchos palestinos siguen sin confiar en Abás y en su facción, a los que acusan de mantener estrechos vínculos de seguridad con Israel. Además, muchos siguen desilusionados debido a su fracaso a la hora de combatir la corrupción económica y administrativa, y también por no haber abierto el camino al surgimiento de nuevos líderes.
No hay forma de que Hamás y Fatah puedan echarle la culpa a Israel en el tema de las elecciones. Si de verdad tuvieran interés en celebrarlas, podrían hacerlo con ayuda de la comunidad internacional, como sucedió con los comicios de 2005 y 2006. Incluso Israel ayudó a los palestinos a celebrarlas.
Cuando algunos candidatos de Hamás en Jerusalén Oriental se presentaron a las legislativas de 2006, Israel no hizo nada por impedírselo. Incluso abrió sus oficinas de Correos en la ciudad para permitir que los votantes árabes hierosolimitanos (con carnets de identidad emitidos por Israel) pudieran votar.
Las acusaciones de algunos palestinos y grupos antiisraelíes de todo el mundo, que culpan a Israel de frustrar los intentos de lograr la unidad de los palestinos, carecen de fundamento. Pese a que, inicialmente, el Gobierno israelí se opuso a al acuerdo de reconciliación entre Fatah y Hamás, firmado en 2014, ello no le impidió al primer ministro palestino y a algunos de los miembros de su Gabinete visitar la Franja de Gaza para tratar de poner en práctica dicho acuerdo. De hecho, desde entonces el primer ministro Hamdala ha visitado la Franja dos veces, tras ser autorizado por Israel a cruzar el paso de Erez.
Hace poco, diez ministros palestinos fueron expulsados de la Franja, después de que Hamás los pusiera bajo arresto domiciliario en su hotel y les prohibiera reunirse con los habitantes del enclave. Los ministros entraron en Gaza a través del paso de Erez. Venían a tratar de ayudar a resolver el problema de los miles de funcionarios gubernamentales que llevaban más de un año sin cobrar, y también para tratar cuestiones relativas a la reconstrucción de la Franja.
Así que mientras que Israel facilitó las visitas de Hamdalá y de sus ministros, fue Hamás quien los expulsó y le impidió cumplir con sus obligaciones. Si hubiera sido Israel el que los hubiera expulsado o les hubiera impedido entrar en la Franja, habría sido criticado por la comunidad internacional por impedir los intentos de los palestinos por lograr la unidad y reconstruir Gaza.
Hoy por hoy, es innegable que son Fatah y Hamás, y no Israel, los responsables del constante padecimiento de los palestinos de la Franja. Es poco probable que ambas partes resuelvan sus diferencias en un futuro inmediato, lo que no hará sino exacerbar el sufrimiento de los suyos. Cada partido se preocupa sólo de sus propios intereses, mientras le mienten al mundo diciendo que todo es culpa de los israelíes. Hamás no está dispuesto a ceder el control de Gaza; desde luego, no a Abás y a la Autoridad Palestina, que fueron expulsados de allí en 2007. En cuanto al rais, no parece interesado en recuperar el control de una zona tan problemática como la Franja de Gaza, en la que la mayoría de la población vive bajo el umbral de la pobreza, en campamentos de refugiados.
Pero en vez de ser sinceros con su pueblo y reconocer su fracaso a la hora de mejorar sus condiciones de vida, Hamás y Fatah siguen organizando campañas en las que se desprestigian mutuamente y, al mismo tiempo, difaman a Israel.
Las campañas de ambos movimientos contra Israel, sobre todo las internacionales, están destinadas a desviar la atención de su fracaso en lo relativo a proporcionarle servicios básicos a su pueblo, o a darle algún tipo de esperanza.
Mientras ignoran el sufrimiento de los gazatíes, los dirigentes de la Autoridad Palestina estaban dispuestos a dedicar grandes esfuerzos y abundantes recursos a tratar de que Israel fuera suspendido por la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación). Como si los palestinos hubieran resuelto todos sus graves problemas y todo lo que les quedara por hacer fuera impedir que los futbolistas israelíes disputen partidos internacionales.
Por su parte, Hamás sigue destinando enormes recursos a excavar nuevos túneles, como preparación a una nueva guerra contra Israel. El dinero invertido en los túneles y en la compra y contrabando de armas podría beneficiar a muchas de las familias que perdieron sus hogares en la última guerra. Pero al movimiento islamista, lo mismo que a la AP, no le importa el sufrimiento de los gazatíes. Quiere combatir contra Israel hasta el último palestino. Y todo ello con la colaboración de los Gobiernos antiisraelíes de todo el mundo y de grupos como el movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones), cuyo único objetivo es deslegitimar a Israel y demonizar a los judíos, no ayudar a los palestinos.