Una oleada de ira ha inundado la por lo común dócil Suecia. Después del doble homicidio en el Ikea de Västeras, donde un inmigrante ilegal apuñaló letalmente a dos suecos, más y más gente se pregunta por qué el Gobierno está exponiendo a la ciudadanía a asesinos de todo el mundo.
El 10 de agosto, la noticia de los asesinatos en Ikea dejó en shock a Suecia. Dos solicitantes de asilo de Eritrea (la segunda mayor fuente de solicitantes de asilo en el país) eran sospechosos de tomar unos cuchillos de la zona de menaje del hogar y atacar a dos suecos al azar. Las víctimas fueron Carola Herlin, de 55 años, y Emil, su hijo de 28.
Al mayor de los dos solicitantes de asilo, un hombre de 36 años, le habían denegado en dos ocasiones la residencia en Suecia porque ya la había obtenido en Italia, pero todavía no había sido deportado. (Los eritreos sin permiso de residencia en otros países de la Unión Europea se quedan de forma automática en Suecia).
El asesino se infligió heridas graves y necesitó varias operaciones antes de que la Policía pudiera interrogarlo. El 14 de agosto confesó. Su compatriota de 23 años fue puesto en libertad, ya que la Policía no cree que tuviera algo que ver con los asesinatos o supiera lo que su amigo estaba planeando.
El miedo ha sacudido a los suecos. Incluso a quienes venían tachando de racistas las críticas a la inmigración y el multiculturalismo. Las preguntas inundaron los medios de comunicación: ¿quiénes son estas personas a las que se permite entrar en Suecia? ¿Cuántas no son víctimas inocentes de la guerra, sino delincuentes o criminales de guerra? ¿Hemos de pagar miles de millones, vía impuestos, para apoyar y dar refugio a los ciudadanos de otros países, mientras algunos de ellos tratan de asesinarnos?
El hecho de que la Policía niegue el persistente rumor de que una de las víctimas fue decapitada sólo añade más leña al fuego.
Muchas preguntas y ninguna respuesta. Nadie del Gobierno se ha molestado siquiera en hacer declaraciones respecto a ese terrible doble asesinato. Ninguno de los medios de referencia ha preguntado al Gobierno a propósito de los delitos violentos contra suecos perpetrados por demandantes de asilo. Todo lo contrario: se han esforzado al máximo por convencer a los suecos de que todo está en orden. Mejor que nunca, de hecho. El día después del doble asesinato, el mayor periódico matutino, el Dagens Nyheter, publicó un artículo titulado "A fin de cuentas, la violencia letal está disminuyendo" que empezaba así:
"En las últimas semanas se han producido varios asesinatos brutales y mucha gente se pregunta hacia dónde va esta sociedad. La respuesta es que Suecia, después de todo, es un lugar más seguro. Desde hace un tiempo la violencia letal viene disminuyendo".
En ninguna parte del artículo se explica que la razón por la que la violencia letal ha disminuido es porque ahora la medicina de urgencia es capaz de salvar la vida de más víctimas con heridas de bala o arma blanca. Así, el denominado Hombre del Láser disparó a varios inmigrantes en la década de los 90. El patólogo forense Jovan Rajs comentó: "El Hombre del Láser disparó a once personas, una de las cuales murió. En los años 30 habrían muerto ocho o nueve; en los 70, unos cinco, y hoy probablemente ninguno".
La violencia letal se mantiene en ciertos niveles gracias a las mejoras en la atención médica, pero todas las demás clases de delitos violentos (intentos de homicidio incluidos) se han disparado. Los delitos violentos han crecido un 300% y las violaciones un 1.472% desde 1975, año en que el Parlamento decidió convertir la Suecia homogénea en un país multicultural.
El 90% de los que buscan asilo en Suecia carecen de documentos adecuados de identificación, así que en realidad nadie sabe cuántos asesinos, violadores y maleantes se esconden entre los aproximadamente 100.000 individuos a los que cada cada año se concede asilo.
Los suecos indignados braman contra los medios de comunicación. El orden democrático normal, donde los ciudadanos pueden contactar con los políticos o los medios de comunicación para que sus voces se escuchen, prácticamente se ha evaporado. Las páginas web de los periódicos han eliminado los campos para los comentarios, y los políticos se esconden tras un muro de funcionarios que tachan de "racista" a todo aquel que exprese preocupación y cuelgan. Hay miles de testimonios en Facebook. Esto escribió Ewa en esa red social sobre lo que pasó cuando llamó a los Servicios de Inmigración:
"Bien, he provocado al diablo. Llamé a los Servicios de Inmigración y pedí hablar con el responsable de la unidad. (...) Le eché la bronca por cada injusticia que se me venía a la cabeza, por ejemplo por lo mal que tratamos a nuestros mayores y cómo les sacamos de sus casas para dárselas a los que buscan asilo. También le dije lo inseguras que se sienten las mujeres suecas ante las violaciones colectivas perpetradas por quienes buscan asilo y otros extranjeros. También le pregunté si nos tenían que decapitar a todos antes de que dejaran de acoger a esa clase de gente. (...) Ahora estoy aquí, sentada, sintiéndome completamente vacía después de haber llorado, gritado, discutido; después de haberme enfurecido y quitado de encima toda esa frustración. Le dije que somos muchos los que estamos deprimidos por lo que está haciendo la inmigración. Él sentía mucho que yo estuviera así. Sí, le dije, un montón de gente se siente así porque tiene miedo de abrir la boca y ser tachada de racista. Ni siquiera tienes que ser un [simpatizante] de los Demócratas de Suecia para ver que nuestro país se viene abajo. Algo de lo que sois responsables tú y el resto de los que formáis el Servicio de Inmigración. ¿Dónde voy a solicitar asilo, pregunté, cuando llegue el día en que no pueda seguir viviendo aquí? Nuestro país está arruinado económica y socialmente, y vosotros sois los responsables. Respondió que eran los políticos quienes se encargaban de eso, pero que harían todo lo que estuviera en sus manos para hacer las cosas mejor".
Otra mujer, Amanda, escribió en Facebook que le mandó un correo electrónico al primer ministro, Stefan Löfven. "Puede que nada cambie, pero por lo menos voy a hacer que se escuche mi voz". Su correo rezaba:
"Hola. ¿Por qué el primer ministro piensa que fue vital y urgente ir y hablar sobre el incendio de la mezquita de Eskilstuna, si ni siquiera se sabía qué lo había provocado cuando pronunció su discurso? Pero ahora está callado como una tumba. ¿Por qué? Son sus/vuestras políticas de inmigración incondicionales y laxas las que han permitido a este criminal moverse libremente en la sociedad, a pesar de haber recibido una orden de deportación no en una sino en dos ocasiones. ¿Me puede decir si esto es algo a lo que los ciudadanos de este país han de acostumbrarse, a que los inmigrantes que han recibido órdenes de deportación asesinen a gente para obtener un contrato de por vida con el Estado sueco? Cada vez que esto ocurra, será su responsabilidad, espero que lo sepa. Porque esto no es sino un asunto político relacionado con la inmigración y... con sus vastas consecuencias para toda la nación".
El incendio en la mezquita en Eskilstuna al que Amanda se refería ocurrió el 25 de diciembre de 2014, y es uno de los muchos incidentes que afectan a los musulmanes y a otros inmigrantes que han recibido gran atención, mientras que la epidemia de violaciones que padece Suecia es básicamente ignorada. Tras el ataque, el primer ministro estuvo rápido a la hora de hacer declaraciones:
"Es despreciable, un acto despreciable. Nunca toleraremos este tipo de crímenes. La gente debe tener derecho a practicar su religión. Hoy siento una gran simpatía y empatía por aquellos que se han visto afectados".
Tres meses después se supo que no había crimen alguno, y la Policía abandonó la investigación. Muy probablemente fue un accidente o un niño jugando con fuego.
Pero cuando una mujer sueca y su hijo son brutalmente apuñalados hasta la muerte en el lugar más sueco de todos, una tienda de Ikea, el primer ministro no tiene nada que decir.
Los suecos no son propensos a la rebelión. Para encontrar a un ciudadano que se haya levantado en armas y marchado contra las ciudadelas del poder, uno tiene que remontarse a los días de Gustav Vasa, el monarca que, durante su reinado (1523-1560), fundó la nación-Estado.
Aunque hoy en día Suecia no es un territorio ocupado, está gobernado por un poder que ha cegado el proceso democrático con el Acuerdo de Diciembre de 2014. En las elecciones generales de ese año, el único partido crítico con la inmigración masiva, los Demócratas de Suecia (DS), se convirtió en la tercera fuerza parlamentaria. Los bloques de izquierda y centro acordaron excluir al DS del poder, pero el DS rechazó ser silenciado. Cuando, un mes después de las elecciones, el Gobierno minoritario de izquierdas presentó sus Presupuestos, el DS votó por los de la oposición, un hecho único y sorprendente en el Parlamento sueco. Aquí se considera decoroso y de buenas maneras votar por tu propia propuesta primero y luego rendirse y dejar que gane el Gobierno. Pero después del golpe de los Demócratas Suecos el primer ministro Löfven (del Partido Social Demócrata) se vio obligado a gobernar con un presupuesto de centroderecha durante su primer año de mandato.
Uno podría pensar que eso fue una grata sorpresa para la oposición de centroderecha, pero no. Nadie quiere el apoyo de los "racistas" del DS. En vez de convocar elecciones anticipadas, los dos bloques llegaron a un acuerdo por el que la oposición de centroderecha promete abstenerse en cuestiones importantes, como los Presupuestos.
Por tanto, el Acuerdo de Diciembre es en realidad una dictadura a lo carrera de relevos: el Gobierno de izquierdas hace lo que quiera en los próximos cuatro años y, después, si es que hay cambio, ya le llegará el turno al centroderecha. Esto significa que ambos partidos son libres de ignorar al 58% de los suecos que piensan que la inmigración es muy numerosa, y que quizá voten al DS en las próximas eleciones.
Cuando los suecos recibieron la noticia del Acuerdo de Diciembre, hicieron lo que suelen: apretaron los puños en los bolsillos, formaron grupos en Facebook y escribieron comentarios furiosos en Twitter y Facebook. Pero los políticos se felicitaron por haber restaurado de nuevo el orden e ignoraron la preocupación de la gente por la erosión de la democracia. Un conocido comediante, Magnus Betnér, pensó que era una buena idea reírse de los suecos asustadizos en un vídeo de Youtube:
"Sí, es realmente trágico que dos personas hayan sido asesinadas en Ikea. (...) pero... no es peligroso; Suecia nunca ha sido tan segura como ahora. (...) Sólo unos pocos de los que habéis visto las imágenes seréis asesinados, amigos. Y además seréis asesinados en vuestros propios hogares".
Cuando las élites rechazan tomarse en serio las preocupaciones de la gente, los rumores en las redes se expanden rápido. Uno muy persistente afirmaba que Carola Harlin había sido decapitada por el asesino eritreo. Según las fuentes consultadas por Gatestone, la mujer tenía rajada la garganta y fue apuñalada en el abdomen. Su hijo intentó defenderse, pero recibió una puñalada mortal en el estómago.
Cuando el Dispatch International llamó a Per Agren, el inspector de policía encargado del caso, y le preguntó por el rumor, Agren dijo: "No voy a confirmar... describir cualquier cosa de lo que haya pasado, sólo voy a decir que dos personas fueron asesinadas. No descubrireis el cómo por mí".
Una de las primeras medidas que tomó la Policía después de los asesinatos de Ikea fue empezar a vigilar todas las casas de acogida de demandantes de asilo. Hubo cierta inquietud a cuenta de unas "fuerzas oscuras", afirmó la Policía, sin especificar de qué estaba hablando. La noche del 15 de agosto, un hogar de refugiados de Arboga tuvo que ser evacuado después de que alguien gritara algo sobre una bomba. Ahora los medios convencionales están realmente en estado de alerta: Carola y Emil Herlin, según sus informes, estaban "en el sitio y el momento equivocados".
El periódico Aftonbladet entrevistó a una mujer que dijo, desde el anonimato: "Mi primo ha vivido aquí alrededor de un año. Me dijo que los suecos son las mejores personas de Europa. Y ahora pasa esto. Jamás lo podría haber imaginado".
Una vez más, se supone que los suecos deberían bajar la cabeza avergonzados. Al parecer, no somos los únicos que nos quejamos; no tenemos derecho a tener un miedo mortal por la política de inmigración de nuestros gobernantes. Las víctimas son los demandantes de asilo, aunque maten, roben y violen.
La pregunta candente es: ¿qué hará la gente a la que nadie escucha? En la Alemania Oriental de 1989, la gente tomó las calles, escaló el Muro de Berlín e hizo dimitir al Gobierno. Las otras dictaduras comunistas de Europa del Este cayeron de forma similar. La Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense (el derecho a tener armas) existe para asegurar que los ciudadanos son capaces tomar el poder de manos de un Gobierno tiránico.
Si la impotencia lleva a la gente a responder a la violencia con violencia, ¿no debería uno preguntarse por qué los suecos son "racistas" si no quieren el tener los mayores niveles de inmigración de Europa?
La cuestión más relevante es por qué un Gobierno tras otro ha decidido gastar el dinero de los contribuyentes suecos en ciudadanos de otros países. Mientras que los estudiantes suecos sucumben en las pruebas PISA, el 60% de las prestaciones sociales va a los inmigrantes, que suponen alrededor del 15% de la población. La atención sanitaria y otros servicios sociales están empeorando, según muchos suecos, mientras la violencia crece exponencialmente. Cuando más y más suecos sienten que están siendo maltratados en su propio país, los políticos han creado un polvorín que puede estallar en cualquier momento.
La verdad es que incluso los dóciles suecos tienen un límite. Cuando los que están en el poder nos exponen a baños de sangre, ya sea en la Gran Plaza de Estocolmo en 1520 o en el Ikea de Västeras en 2015, siempre habrá algunos preparados para imponerse a los poderosos. Como cuando Gustav Vasa, muchos suecos tienen armas de fuego. No es tan fácil como en EEUU, pero cada vez más suecos están obteniendo licencias de caza y, por tanto, pueden adquirir armas de forma legal. A partir de ahora, en Suecia puede pasar cualquier cosa.
Aunque respalda los artículos de Ingrid Carlqvist que ha publicado hasta la fecha, Gatestone Institute ya no está asociado a ella de ningún modo.