Los objetivos del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en Oriente Medio acabaron con el régimen del más laico de los líderes árabes de la región. Es posible que sus consideraciones se basaran, al menos en parte, en la propaganda sobre las causas de la supuesta falta de libertad que tienen los musulmanes allí. Aparentemente, a Obama le dijeron que si se pudiera derrocar a todos esos dictadores laicos, florecería una magnífica Primavera Árabe.
Ese era justo el objetivo de los Hermanos Musulmanes, por lo visto: lograr la ayuda de Estados Unidos para acabar con las dictaduras –la mayoría militares y laicas, en aquel momento–; pero para reemplazarlas después con sus propios regímenes, de carácter islamista.
Las metas de los Hermanos Musulmanes resultaron estar en sintonía con las de Obama. El primer gran discurso de éste como presidente tuvo lugar en El Cairo, ante un gran número de jeques islámicos y miembros de los Hermanos Musulmanes. Obama los empoderó y les dio legitimidad. El despreciado presidente egipcio, Hosni Mubarak, no asistió. Y así fue como, con la bendición de Estados Unidos, comenzó el ascenso al poder de los Hermanos Musulmanes en Egipto.
El primer discurso presidencial relevante de Obama tuvo lugar en El Cairo el 4 de junio de 2009, ante un vasto número de jeques y miembros de los Hermanos Musulmanes, a los que el presidente norteamericano empoderó y confirió legitimidad. El despreciado presidente egipcio Hosni Mubarak no acudió. Así, con las bendiciones de EEUU, empezó al ascenso al poder de los Hermanos Musulmanes. (Imagen: la Casa Blanca). |
Hoy, los egipcios corrientes establecen una relación directa entre el ascenso de los Hermanos Musulmanes y la Administración Obama. El Cairo estuvo a punto de convertirse en la capital del nuevo Califato; si no hubiese sido porque, al cabo de un año, millones de egipcios salieron a las calles a impedirlo.
La Administración Obama no parecía demasiado contenta con la contrarrevolución, ni con el ascenso al poder del actual presidente egipcio, el general Abdel Fatah al Sisi, y empezó a hacer todo lo posible para ponerle trabas.
Egipto volvía a la casilla de salida: una dictadura militar a la que en tiempos se le convenció de que Occidente era la causa de la opresión nacional.
La aventura estadounidense de la Primavera Árabe –derrocar dictadores laicos para propiciar democracias– no se estaba desarrollando exactamente según lo planeado. El objetivo de llevar la libertad y la democracia a Oriente Medio se saldó con un estrepitoso fracaso, pero la tiranía del Califato, que había sido el objetivo de los Hermanos Musulmanes desde el principio, se estaba construyendo. Después de que Egipto tumbara a los Hermanos Musulmanes, el objetivo de fundar el Califato se trasladó sin más a Siria, la única nación árabe en la que un líder musulmán laico ha sobrevivido a la Primavera Árabe.
Promover el islam también parece haber sido un importante factor en la ecuación americana de Obama. Antes de que empezara a llevar a la práctica su promesa de "cambiar los Estados Unidos tal como los conocemos", primero tenía que cambiar el Oriente Medio tal como lo conocían allí. Muchos de los cambios que se han producido bajo su presidencia estaban en armonía con los objetivos de los Hermanos Musulmanes. Su lema es: "Alá es nuestro objetivo, el Profeta es nuestro líder, el Corán es nuestra ley, la Yihad es nuestro camino, el martirio en nombre de Alá es nuestra mayor esperanza".
Pero a pesar de que los Hermanos Musulmanes han sido ilegalizados en Egipto, la Administración Obama sigue negándose a considerarlos una organización terrorista. Con Obama, el islam se volvió intocable; no estaba abierto a ningún tipo de crítica. Afirmó incluso: "El islam ha estado entretejido en la tela de nuestro país desde su fundación".
La secretaria de Estado Hillary Clinton siguió su ejemplo y organizó varias conferencias a puerta cerrada en Washington y Londres sobre "La difamación contra la religión", para suprimir la libertad de expresión y criminalizar internacionalmente cualquier crítica al islam con multas y penas de prisión.
En un reciente debate, Clinton llegó a afirmar: "El islam siempre formó parte de la historia de EEUU, desde la Guerra de Independencia incluso".
Antes echaría la culpa del terrorismo a la libertad de expresión que a las violentas doctrinas del islam.
Solo una persona de Oriente Medio podría entender el inmenso valor que tiene esa concesión para los objetivos de los yihadistas en Estados Unidos.
Es una desgracia que muchos americanos sigan, al parecer, sin saber que los islamistas reescriben la Historia a fin de reclamar cualquier territorio que deseen con el argumento de que había sido originalmente islámico o fundado por musulmanes, aunque el islam histórico no existiese hasta el siglo VII, cientos de años después que el judaísmo y el cristianismo.
Hoy, los musulmanes han reescrito sus libros de historia para afirmar que fueron ellos los construyeron los lugares ancestrales judíos, y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) se ha plegado a los deseos de Qatar y la Organización de Cooperación Islámica (OIC) –bloque compuesto por 56 países islámicos más Palestina– para respaldar esta ficción. La Unesco ha aprobado recientemente unas resoluciones que obscenamente declaran lugares islámicos antiguos monumentos bíblicos judíos como la Cueva de los Patriarcas de Hebrón, la Tumba de Raquel de Belén y el Monte del Templo de Jerusalén.
¿Qué país será el siguiente? Esta escalada subversiva debería ser motivo suficiente para que todos los países occidentales se separen de Naciones Unidas. Su historial de corrupción no es una novedad ni una sorpresa, ni tampoco que funciona como un "club de dictadores" antidemocráticos cuyos intereses son contrarios a los nuestros.
Los yihadistas están diciendo ahora que también tienen derechos sobre Italia, Grecia, España y, ahora, Estados Unidos. Obama y Hillary Clinton dieron solidez a dichas reivindicaciones para los futuros libros de historia islámica respecto a quién levantó realmente los Estados Unidos.
Los estadounidenses pueden elegir: pueden seguir dando alas al islam, y ayudando a los extremistas musulmanes a infiltrarse en el sistema estadounidense –el Congreso ha aprobado incluso una resolución para suprimir toda crítica al islam–, o pueden terminar con la arriesgada apuesta de la actual Administración, que parece decidida a cambiar Estados Unidos para siempre permitiendo el empoderamiento del islam a nivel mundial. Pueden continuar con la revolución de la Primavera Árabe para cambiar "América tal como la conocemos", o preservar las libertades de la república estadounidense.
Recientemente se vio claro, gracias a WikiLeaks, que el sistema estadounidense está en realidad amañado y que Washington se ha convertido en un lodazal; o, para ser más exactos, en un lodazal de la Primavera Árabe.
Egipto tuvo que enfrentarse –en una escala mucho menor– a una decisión parecida en 2012 y 2013; a elegir entre los valores de los Hermanos Musulmanes o una vida bajo un rayo de esperanza democrática que el islam, con sus leyes, jamás permitiría.
Tanto los egipcios como Occidente necesitan urgentemente entender que la ley islámica –la sharia– no les permite nada más que un régimen islámico bajo la ley islámica. En consecuencia, sólo las fuerzas militares pueden enfrentarse a la tiranía de la sharia. Los Hermanos Musulmanes han demostrado una vez más que la única manera de salir de las teocracias islámicas es mediante las dictaduras militares.
Ha empezado a producirse una colisión frontal sobre el futuro de Estados Unidos. Muchos estadounidenses siguen sin entender la magnitud de lo que está en juego, pero muchos islamistas sí lo entienden: están al acecho, esperando volver a su Califato en ciernes.
NOTA: Este artículo se publicó en vísperas de las elecciones presidenciales norteamericanas.