Keith Ellison, diputado demócrata por Minnesota, dijo que el veto de 90 días del presidente Donald Trump a los inmigrantes provenientes de siete países predominantemente musulmanes es "un veto basado en la religión" y que, "si puede vetar a los musulmanes, por qué no a los mormones". Esta se ha convertido en la postura del Partido Demócrata y los grandes medios de comunicación, que no sólo ha influido en la opinión pública estadounidense, también en la de la mayoría del mundo, en la idea de que América es "mala". ¿Cómo podemos culpar al mundo, e incluso a buena parte de ciudadanos estadounidenses, por odiar a América, cuando dichas afirmaciones falsas y manipuladoras son difundidas al mundo por boca de los funcionarios y los canales televisivos de Estados Unidos?
La mayoría del mundo no entiende que buena parte de los medios estadounidenses está librando una guerra propagandística contra la Administración Trump simplemente porque alude a la yihad islámica por su nombre y prefiere que lidere el mundo una América fuerte y próspera, en vez de que lo haga una dictadura, sea secular o teocrática. Se presentó por el partido Republicano; mientras, los demócratas y los grandes medios se niegan a mantener un debate respetuoso y legítimo sobre la amenaza más vital contra la civilización occidental en el siglo XXI: el islam. Trump ya es irrelevante; la gente parece preferir un juego de tiras y aflojas políticos para despertar la antipatía de la opinión pública contra la Administración Trump y, presumiblemente, para que los demócratas salgan elegidos eternamente. Así es como está organizado el sistema.
Los debates televisivos se han vuelto sumamente frustrantes; ahora consisten en competiciones de gritos e insultos, al menos en el plano informativo. Los presentadores de televisión suelen instigar –y participar en– esas competiciones de gritos. Su lógica es, al parecer, que cuanto más alto griten, más atractivo será el programa. Así que todos hablan a la vez, y el espectador no puede oír a nadie, de modo que el programa no puede resultar más aburrido.
La Constitución de EEUU protege la libertad de culto. Y el islam ha sido acogido en Occidente siguiendo ese principio, como una de las tres religiones abrahámicas. Según los valores occidentales y la comprensión occidental del mundo, se supone que la "religión" es una relación personal con Dios, donde el libre albedrío es de primordial importancia; el creyente tiene autoridad sólo sobre sí mismo en lo que respecta a las leyes religiosas o al castigo de los pecados (como abandonar la religión o cometer adulterio); algo muy distinto de las leyes penales cuyo objetivo es proteger a la sociedad. Los valores occidentales también permiten a los creyentes de una religión la libertad de hacer proselitismo, pero jamás recurriendo al Gobierno para aplicarlo.
En conclusión: la definición occidental de religión está en armonía con los valores bíblicos de los derechos humanos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, y de que todos los seres humanos son creados iguales ante la ley. Se entiende como un valor occidental básico considerar a Dios, la familia y el país como prioridad.
Ahora comparemos estos valores con los islámicos:
Los ciudadanos musulmanes tienen derecho a penalizar a otros ciudadanos con castigos humillantes, severos, crueles y atípicos como la muerte, la flagelación y la amputación, por pecar contra Alá, el Corán o el islam. Esos "delitos" incluyen abandonar el islam, ser homosexual o cometer adulterio. Y si el gobierno islámico no aplica dichos castigos, cualquier musulmán de la calle tiene derecho a aplicar el castigo contra otro musulmán con impunidad. Por eso los apóstatas, como yo mismo, no podemos visitar ningún país musulmán; no sólo por miedo a los gobiernos islámicos; también a cualquiera de la calle.
Ser musulmán no es una relación personal con Dios, como dice la Biblia, sino una ley que te aplica el Estado al nacer. Cuando nace un niño en Egipto de padre musulmán, el certificado de nacimiento lleva el sello de "musulmán", y también todos los documentos emitidos por el Gobierno. El niño debe realizar estudios islámicos en el colegio y practicar el islam a lo largo de toda su vida. En Egipto, los gemelos de una madre cristiana divorciada fueron obligados a realizar estudios islámicos y convertirse en musulmanes sólo porque su padre, originalmente cristiano, se había convertido al islam. Hoy, en Egipto, sigo siendo considerado musulmán, y dicho estatus nunca podrá cambiar si alguna vez volviera a vivir allí.
La ley y los líderes del islam dependen de que el Gobierno obligue a su cumplimiento –so pena de muerte– para mantener a los musulmanes dentro del islam y convertir a la minoría de la población cristiana al islam. La ley islámica de la sharia obliga a los estados islámicos a aplicar la ley religiosa, y aunque el jefe musulmán del Estado se niegue a seguir leyes religiosas, la sharia permite a la población recurrir a la fuerza para derrocar al jefe del Estado.
El islam afirma ser una religión abrahámica pero, en realidad, el islam llegó al mundo 600 años después de Cristo, no para afirmar la Biblia sino para desacreditarla; no para coexistir con las "Gentes del Libro" –los judíos y los cristianos– sino para sustituirlos, tras acusarlos de falsear deliberadamente la Biblia. El islam se creó como rebelión contra la Biblia y sus valores, y recurre a la aplicación gubernamental para hacerlo.
Los preceptos citados arriba son sólo algunas de las diferencias entre el islam, la Biblia y el concepto occidental de la religión. Lo que Occidente no entiende es que el islam admite que el control del gobierno es esencial para el islam, y que los musulmanes exigen, antes o después, vivir bajo un gobierno islámico. Eso podría explicar la eterna violencia en casi todos los países musulmanes, por que el gobierno esté en manos de una teocracia religiosa o del ejército. El islam, tal como se practica hoy en día, ha transgredido todas las definiciones occidentales de las palabras "religión" y "valores".
El islam político y jurídico (sharia) es mucho más que una religión. ¿Es la Primera Enmienda un pacto suicida?
Imagen: Brent Payne/Flickr. |