Los enviados de EEUU Jason Greenblatt y Jared Kushner, que se reunieron recientemente en Jerusalén y Ramala con miembros del Gobierno israelí y de la Autoridad Palestina (AP) para hablar sobre la reanudación del proceso de paz, han descubierto lo que los anteriores enviados de EEUU a Oriente Medio aprendieron en las últimas dos décadas: que la AP no ha cambiado; que no puede y no va a cambiar.
En su reunión en Ramala con el presidente de la AP, Mahmud Abás, se les dijo que los palestinos no aceptarán nada por debajo de un Estado independiente a lo largo de las líneas anteriores a 1967, con Jerusalén como capital. Abás también remarcó que no tenía intención de hacer concesiones sobre el "derecho de retorno" de los "refugiados" palestinos. Esto significa que quiere un Estado palestino junto a Israel y también llenar Israel con millones de refugiados palestinos; y convertirlo, así, en otro Estado palestino.
Jared Kushner (izquierda), asesor especial del presidente de EEUU, Donald Trump, se reúne con el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, el 21 de junio de 2017 en Ramala. (Foto: Thaer Ghanaim/PPO via Getty Images). |
En la reunión, Abás reiteró su exigencia de que Israel liberara a todos los presos palestinos, incluidos los condenados por asesinato y con sangre judía en las manos, como parte de cualquier acuerdo de paz. En el pasado, la liberación de terroristas sólo dio lugar a más terrorismo contra Israel.
Según el portavoz de Abás, Nabil Abu Rudaineh, el presidente de la AP dijo a Kushner y Greenblatt que "un acuerdo de paz justo e integral debería basarse en todas las resoluciones de Naciones Unidas [relativas al conflicto israelo-árabe] y en la Iniciativa Árabe por la Paz [de 2002]". Traducción: Israel debe retirarse a las indefendibles líneas anteriores a 1967 y permitir a las facciones armadas palestinas establecerse en lo alto de las colinas con vistas al Aeropuerto Ben Gurión y Tel Aviv.
La postura de Abás refleja con precisión la política de los líderes de la AP a lo largo de las dos últimas décadas; una política que ha sido transmitida a todas las anteriores Administraciones de EEUU, los sucesivos Gobiernos israelíes y la comunidad internacional.
Hay que reconocerle a Abás que no le ha faltado constancia. Él nunca, jamás, ha mostrado voluntad de ofrecer la menor concesión a Israel. No pierde la oportunidad de reafirmar sus demandas a los líderes mundiales y funcionarios gubernamentales con los que se reúne periódicamente. No obstante, en la comunidad internacional hay quienes siguen creyendo que Abás –o cualquier otro líder palestino– podrá hacer concesiones a cambio de la paz con Israel.
Increíblemente, Kushner y Greenblatt parecen creer que pueden tener éxito donde todos los demás han fracasado. Los dos inexpertos emisarios estadounidenses están trabajando bajo la ilusión de que convencerán a Abás y a los líderes de la AP de que renuncien a demandas como el derecho al retorno, la liberación de los terroristas presos y el cese de la construcción en los asentamientos.
Por qué los enviados del presidente Trump están generando la peligrosamente confusa impresión de que es posible la paz con los actuales líderes de la AP es todo un misterio. Esa impresión resultará seguramente en un efecto boomerang cargado de venganza; cuanto más altas las expectativas, mayor la decepción. Dar a los palestinos la sensación de que la Administración Trump posee una varita mágica para resolver el conflicto israelo-palestino acabará aumentando el resentimiento y la hostilidad de los palestinos hacia los americanos e Israel. Cuando los palestinos sean conscientes de que la Administración Trump no va a intimidar a Israel para que se ponga de rodillas, volverán a sus ataques retóricos contra Washington, al que acusarán una vez más de parcialidad a favor de Israel.
Eso fue precisamente lo que pasó con los anteriores Gobiernos y presidentes estadounidenses que decepcionaron a los palestinos por no imponer sus dictados a Israel. Los palestinos siguen soñando con el día en que EEUU –u otra superpotencia– obligue a Israel a satisfacer todas sus demandas.
Cuando Israel no cumpla con su lista de exigencias, los palestinos lo acusarán de "destruir" el proceso de paz. Peor aún: los palestinos utilizarán esta acusación como excusa para redoblar sus ataques terroristas contra israelíes. Como siempre, el alegato palestino será que se ven obligados a recurrir al terrorismo en vista del fracaso de otro proceso de paz promovido por EEUU.
La Administración Trump está cometiendo un error garrafal al pensar que Abás o cualquiera de sus compinches de la AP pueden manifestar la menor flexibilidad hacia Israel, en particular en lo concerniente a Jerusalén, los asentamientos y el derecho al retorno. Sin duda, Abás no es capaz de reunir el valor necesario para aclarar a los enviados estadounidenses que él no tiene el mandato de su pueblo para dar ningún paso hacia la paz con Israel. Abás sabe, aunque puedan no saberlo los representantes estadounidenses, que cualquier movimiento en esa dirección terminaría con su carrera, y muy posiblemente con su vida.
Abás tampoco quiere pasar a la historia palestina como el líder traicionero que "se vendió a los judíos".
A pesar de las buenas intenciones de los enviados de EEUU –y otros de la comunidad internacional–, Abás sabe perfectamente cuál es el destino de cualquier líder palestino que considere siquiera colaborar con la entidad sionista.
Abás, cuyo mandato expiró en 2009 y es considerado un presidente ilegítimo por muchos palestinos, ni siquiera está en condiciones de ofrecer a Israel concesión alguna a cambio de la paz. Para empezar, puede salir alguien y decir, con toda la razón, que Abás ha excedido su tiempo en el cargo, y que cualquier acuerdo que haga es ilegal e ilegítimo.
Abás tampoco puede detener la incitación antiisraelí; no puede dejar de pagar a los asesinos convictos y a sus familias y no puede aceptar la soberanía judía sobre el Muro Occidental, en Jerusalén.
Aunque algunos de sus colaboradores salgan a veces con declaraciones que sugieren que la cúpula de la AP está preparada para considerar concesiones en esos puntos, no se deben tomar en serio: van dirigidas al público occidental.
La posición declarada de la AP es que ya ha hecho suficientes concesiones con el mero reconocimiento del derecho de Israel a existir y la renuncia a la reclamación de "toda Palestina". Según esta postura, es Israel, y no los palestinos, quien tiene que hacer concesiones para la paz. "Hemos alcanzado la línea roja en lo referente a hacer concesiones", explicó Ashraf al Ajrami, exministro de la AP. "Ya hemos hecho una serie de concesiones en estas cuestiones fundamentales, mientras que Israel no nos ha propuesto nada".
Esta declaración del exoficial de la AP es una flagrante mentira, dados los generosos ofrecimientos, gestos y concesiones hechos por los sucesivos primeros ministros y Gobiernos israelíes a lo largo de las últimas dos décadas.
Una y otra vez, todas las iniciativas israelíes se han encontrado con el rechazo palestino y una escalada de la violencia. La oferta hecha por el primer ministro Ehud Barak en Camp David en 2000 de retirarse de la mayoría de los territorios capturados por Israel en 1967 tuvo como respuesta la Segunda Intifada. La retirada israelí de la Franja de Gaza, cinco años después, fue erróneamente interpretada por los palestinos como una señal de debilidad y repliegue, y tuvo como resultado el lanzamiento de miles de cohetes y misiles contra Israel. Otra oferta –generosa e inaudita– hecha por el primer ministro Ehud Olmert cayó también en saco roto.
La actual política de los líderes de la Autoridad Palestina es evitar el extrañamiento de la Administración Trump insistiendo en fingir que Abás y sus secuaces quieren realmente la paz con Israel. Por eso los representantes de Abás se cuidan de no criticar a Trump o a sus enviados.
Abás quiere hacer creer a la Administración Trump que tiene el coraje, la voluntad y el mandato para hacer la paz con Israel, de la misma manera que mintió a los anteriores primeros ministros israelíes. Este es el mismo Abás que en los últimos diez años ni siquiera ha podido volver a su residencia privada en la Franja de Gaza, que sigue bajo el control de Hamás.
En privado, algunos altos oficiales palestinos han criticado a la Administración Trump por atreverse simplemente a hacer demandas a los líderes palestinos, como el cese de la incitación contra Israel y el pago de salarios a los terroristas presos y a sus familias. En otras palabras, lo que los funcionarios palestinos están diciendo es: o Trump acepta nuestras demandas o se puede ir al infierno.
"Los estadounidenses han apoyado la postura israelí", se quejó Hana Amireh, alto funcionario de la OLP.
Los líderes palestinos rechazan la exigencia de interrumpir la ayuda financiera a los presos y a sus familias (...) En lugar de establecer condiciones previas a los palestinos, los estadounidenses deben exigir a los israelíes el fin de la construcción en los asentamientos y la incitación.
En el retorcido mundo de los líderes de la Autoridad Palestina, las exigencias israelíes de acabar con el ensalzamiento palestino de los asesinos son en sí mismas un acto de "incitación". ¿Cómo se atreve Israel a exigir que los líderes de la AP dejen de destinar fondos a los terroristas presos y a sus familias? ¿Cómo se atreve Israel a denunciar la incitación y el ensalzamiento de los asesinos y terroristas? Los líderes de la AP simplemente no pueden entender qué problema hay en poner a calles, plazas públicas y centros para jóvenes y mujeres el nombre de asesinos de judíos.
Sólo es cuestión de tiempo que los líderes de la AP empiecen a acusar abiertamente a la Administración Trump de tener un sesgo proisraelí. En el mundo de Abás y sus secuaces, cualquier Administración estadounidense que no se trague sus mentiras y fabricaciones es un elemento "hostil" controlado por los judíos y los sionistas.
Esto es precisamente lo que dijeron los palestinos sobre Trump y su equipo durante la campaña electoral estadounidense. Los líderes de la AP han suavizado su tono contra Trump y sus asesores desde que éste ganó las elecciones. Sin embargo, el cambio de tono tiene un objetivo: evitar que la AP sea acusada de estar contra la paz.
En realidad, los líderes de la AP han cambiado el tono, no la melodía. Estamos observando un movimiento táctico y temporal por parte de los palestinos. Esta representación teatral acabará muy pronto. La pregunta sigue siendo si Occidente se dará cuenta de que ha caído el telón.