El Departamento de Estado anunció el jueves 12 que Estados Unidos se retiraba de la Unesco. Y esgrimió razones económicas, la necesidad de que dicha agencia de la ONU se reforme y su "constante sesgo antiisraelí".
La decisión del presidente Trump de abandonar la Unesco –la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura de Naciones Unidas– el 31 de diciembre de 2018 fue una decisión de política exterior apropiada que ojalá provoque replanteamientos muy necesarios respecto a Naciones Unidas, su propósito y sus prácticas. También lanzará un potente mensaje a los palestinos de que no pueden alcanzar la estadidad sólo a base de resoluciones de la ONU, y de que la única manera que tienen de avanzar hacia ella es participando en negociaciones directas con Israel, durante las cuales ambas partes deberán hacer sacrificios.
Fundada después de la Segunda Guerra Mundial, el objetivo de la agencia de la ONU con sede en París era noble: promover las libertades básicas y la seguridad mediante la colaboración internacional en proyectos educativos, científicos y culturales. Los proyectos patrocinados por la Unesco que se centran en la alfabetización, la formación profesional, la igualdad de acceso a la educación básica y la preservación de los derechos humanos y de monumentos y lugares históricos son realmente encomiables. Sin embargo, en la práctica, este organismo compuesto de 195 miembros –con su automática mayoría antiisraelí que existe en todas las instituciones de la ONU– se ha convertido en una plataforma para el odio antijudío y la reescritura de la Historia.
Sin duda, la Unesco no es ni mucho menos la única agencia de la ONU que pone a Israel en el disparadero. Pero sus decisiones antiisraelíes han sido abominables incluso para los patrones de la propia ONU. Reparemos en la resolución presentada en mayo que negaba los lazos jurídicos e históricos de Israel –y del pueblo judío– con la ciudad de Jerusalén, incluidos sus lugares más sagrados. Definió la Cueva de los Patriarcas de Hebrón –considerado el lugar donde reposan los restos de los patriarcas y las matriarcas judíos– y la Tumba de Raquel, cerca de Belén, como "lugares palestinos". Bochornosamente, esta votación se celebró deliberadamente el Día de la Independencia de Israel. Sólo dos meses después, el organismo cultural se reunió en Cracovia –una ciudad empapada en sangre judía– y declaró la ciudad de Hebrón, sagrada para los judíos, patrimonio palestino en peligro.
Incluso para algunos de los más duros críticos de Israel, esta ignorancia histórica es a veces demasiado difícil de digerir. En octubre de 2016, por ejemplo, cuando la Unesco aprobó una resolución que negaba la conexión de Israel con el Monte del Templo y el Muro Occidental –refiriéndose a ellos únicamente por sus nombres musulmanes–, la directora de la Unesco, Irina Bokov (cuyas intenciones y motivaciones son de por sí bastante curiosas), cuestionó el texto de la resolución, promovido por los árabes.
Esta indignante distorsión de la Historia no es particularmente sorprendente si se tiene en cuenta la cultura política antisemita que ha permeado la Unesco, en especial desde 2011, cuando se convirtió en la primera agencia de la ONU en admitir a los palestinos como miembros de pleno derecho. Hillel Neuer, de la organización UN Watch, señaló que entre 2009 y 2014 la Unesco había adoptado 46 resoluciones contra Israel, sólo una sobre Siria y ninguna sobre Irán, Sudán, Corea del Norte o cualquier otro violador de derechos humanos. De hecho, un representante del régimen del dictador sirio y asesino de masas Bashar al Asad tiene asiento en el comité sobre derechos humanos de la Unesco.
Neuer subraya aún más esta doble moral:
"La Unesco homenajeó al asesino múltiple Che Guevara, eligió a Siria para su comité sobre derechos humanos y ha creado premios llamados como los dictadores de Baréin y Guinea Ecuatorial, cuyo dirigente, Obiang, dice que Dios le confirió poderes para matar a quien quiera. La Unesco tenía una noble misión fundacional, pero ha sido completamente secuestrada por las peores tiranías del mundo y los patrocinadores del terrorismo."
Esta no es la primera vez que Estados Unidos se retira de la hipócrita agencia cultural de la ONU. En 1984, con el presidente Reagan, el abandono se debió a su mala gestión financiera y su "hostilidad hacia las instituciones básicas de una sociedad libre". Así fue hasta 2002, cuando el presidente G. W. Bush decidió la vuelta al organismo y declaró que Estados Unidos quería "participar plenamente en su misión para promover los derechos humanos, la tolerancia y el aprendizaje". Pero esa visión se trastocó cuando el presidente Obama dejó de financiar a la agencia en 2011 (la financiación estadounidense suponía en ese momento la quinta parte de su presupuesto), cuando Palestina fue aceptada como miembro de pleno derecho. El nivel original de apoyo económico no se ha restablecido, y la Unesco ha perdido desde entonces cerca de 600 millones de dólares de financiación estadounidense.
Al retirarse de la Unesco, el presidente Trump está enviando un poderoso mensaje a la comunidad internacional: Estados Unidos no va a seguir tolerando a las organizaciones internacionales que sirven de foro para la denigración de los judíos. Este importante mensaje se resumió en una poderosa declaración de la embajadora estadounidense ante Naciones Unidas, Nikki Haley:
"La Unesco tiene un buen propósito. Por desgracia, su extrema politización se ha convertido en una vergüenza crónica (...) Los contribuyentes estadounidenses ya no pueden seguir en condiciones de pagar por políticas que son hostiles hacia nuestros valores y son una burla a la justicia y el sentido común."
La embajadora de EEUU ante Naciones Unidas, Nikki Haley, calificó de "crónica vergüenza" la "extrema politización" de la Unesco. (Foto: Getty Images). |
El pensador político Charles de Montesquieu dijo célebremente: "No hay tiranía más cruel que la que se perpetúa bajo el escudo de la ley y en nombre de la justicia". Precisamente porque la Unesco pretende ser un organismo cultural y educativo, su falsa credibilidad enmascara su general intolerancia.
El viernes 13 se anunció que la exministra francesa de Cultura Audrey Azoulay –judía– había sido elegida presidenta de la Unesco. Azoulay dijo que la Unesco está atravesando "una profunda crisis", pero que confía en arreglarla desde dentro. Espero que tenga éxito en esa misión. Espero que pueda convertir esta Unesco que promueve la intolerancia en nombre de la cultura en una organización que se oponga a todas las formas de intolerancia. Dada la naturaleza de sus miembros con derecho a voto, no será fácil, pero con la presión desde EEUU puede tener alguna posibilidad de lograrlo. Tal vez entonces EEUU mantenga su condición de miembro y su aportación económica.