Los ataques violentos contra la policía alemana han alcanzado las dimensiones de una epidemia, y la culpa la tiene la política migratoria de puertas abiertas de la canciller Angela Merkel, según demuestran las estadísticas oficiales.
La Oficina Federal de Investigación Criminal (Bundeskriminalamt) reportó 36.755 ataques contra la policía alemana en 2016 —o una media de cien al día—, un aumento significativo respecto a los años anteriores.
La violencia —incluida la violencia verbal, las agresiones físicas e incluso el asesinato— contra la policía está descontrolada en los dieciséis estados federales de Alemania. Según la BKA, el epicentro del problema en 2016 fue Renania del Norte-Westfalia (8.929 incidentes), el estado con mayor población migrante, seguido de Baviera (4.930); Baden-Wurtemberg (4.355); Berlín (3.154); Baja Sajonia (3.030); Hesse (1.870); Sajonia (1.573); Renania-Palatinado (1.537); Hamburgo (1.339); Turingia (1.228); Schleswig-Holstein (1.237); Brandemburgo (1.009); Sajonia-Anhalt (899); Mecklemburgo-Pomerania (658); Sarre (521); y Bremen (486).
Los datos preliminares, recientemente filtrados a una radio pública alemana, indican que, en términos de violencia contra las fuerzas del orden alemanas, 2017 será un año récord. Sólo en Berlín, los ataques contra la policía han crecido un 70% en Görlitzer Park, el 35% en el Puente de Varsovia y el 15% en Kottbusser Tor, según el Berliner Morgenpost.
Las estadísticas oficiales no revelan el origen de la violencia, pero sí muestran un repunte en los ataques contra la policía desde 2015, cuando Merkel permitió la entrada al país a más de un millón de mirantes, en su mayor parte musulmanes, de África, Asia y Oriente Medio. La evidencia anecdótica corrobora las afirmaciones de la policía de que los migrantes son responsables de muchos de los ataques.
En Gelsenkirchen, por ejemplo, dos policías pararon a un conductor después de que saltara un semáforo en rojo. El conductor salió del coche y salió corriendo. Cuando la policía lo atrapó, se vieron enfrentados a más de cincuenta miembros de un clan árabe. Un joven de 15 años atacó a un policía por detrás y lo estranguló hasta dejarlo inconsciente. En otro incidente, más de sesenta miembros de un clan árabe rodearon y agredieron físicamente a la policía.
Los jefes de la comisaría de Gelsenkirchen mantuvieron después una reunión secreta con los representantes de tres clanes árabes para "cultivar la paz social entre los alemanes y los libaneses". Un informe de la policía filtrado reveló que los clanes le dijeron al jefe de la policía, Ralf Feldmann, que "la policía no puede ganar una guerra contra los libaneses porque nosotros somos más". Los miembros del clan añadieron: "Esto vale para todo Gelsenkirchen, si así lo queremos".
En la cercana Duisburgo, un policía le pidió a un hombre que moviera su coche, aparcado ilegalmente. El hombre se negó y empezó a gritar al agente. Al cabo de unos minutos, se presentaron allí más de 250 personas y empezaron a hostigar al policía, que pidió refuerzos. Se necesitaron más de 50 policías y 18 coches policiales para resolver lo que había empezado siendo un procedimiento rutinario de tráfico.
En Dusseldorf, quince policías resultaron heridos cuando trataron de disolver una manifestación ilegal organizada por los kurdos para homenajear al ilegalizado Partido de los Trabajadores Kurdos o PKK. La policía utilizó espráis de pimienta para restablecer el orden.
En Mülheim, alrededor de 80 miembros de dos clanes rivales iniciaron una pelea colectiva tras una discusión entre dos adolescentes. Cuando llegó la policía, fueron atacados con botellas y piedras. Se enviaron a cien policías, apoyados por helicópteros, para restablecer el orden. Se detuvo preventivamente a cinco personas, pero después fueron puestas en libertad.
En Dortmund, más de 40 migrantes participaron en una pelea en un centro de acogida para refugiados. Cuando llegó la policía, recibió "múltiples ataques" de la turba. La policía usó perros para restablecer el orden.
En Bremen, un hombre de 25 años fue apuñalado por un grupo de migrantes en el distrito de Hutchting. Cuando llegó la policía para investigar, se vio inmediatamente rodeada de una turba de entre treinta y cuarenta hombres. La policía usó gases lacrimógenos y perros para restablecer el oren.
En Fellbach, sesenta migrantes atacaron a la policía en el 70º Festival Anual de Harvest. La policía describió a los jóvenes como "exclusivamente ciudadanos alemanes con orígenes migrantes y otros migrantes". Se dijo que los jóvenes habían estado involucrados en "guerras entre pandillas".
En Leipzig, un iraquí fue apuñalado, quedando gravemente herido, durante una pelea colectiva delante de un restaurante de kebabs. Cuando intervino la policía, la turba la atacó con botellas y piedras.
Policía antidisturbios en Leipzig, Alemania, el 18 marzo de 2017. (Foto: Jens Schlueter/Getty Images). |
En Naumburgo, la policía requisó el permiso de conducir a Ahmed A., de 21 años y miembro de un clan sirio, en la parada de un semáforo. Casi inmediatamente, la policía se vio rodeada por una turba de otros miembros del clan. La policía se retiró. La turba fue después a la comisaría, la cual procedieron a saquear.
En Wurzburgo, un solicitante de asilo afgano de 17 años, blandiendo un hacha y gritando "Alá Akbar", hirió gravemente a cinco personas en un tren. El atacante cayó muerto por disparos de la policía, después de que embistiera contra ella con el hacha. Renate Künast, diputada del Patido Verde, criticó a la policía por usar fuerza letal.
Algunos policías creen que el sistema judicial políticamente correcto de Alemania fomenta la violencia contra ellos.
En Hannover, por ejemplo, un tribunal dictó sentencias suspendidas a seis miembros de un clan kurdo que dejó gravemente heridos a dos docenas de policías tras una violenta desmandada en Hamelín. La sentencia del tribunal fue recibida con enfado y burlas de la policía.
El caso se remonta a enero de 2014, cuando un joven de 26 años, perteneciente a un clan, que había sido detenido por robo, intentó escapar de la oficina del magistrado saltando por la ventana de un juzgado en un séptimo piso. El sospechoso fue llevado al hospital, donde murió. Los miembros del clan registraron el hospital, así como el juzgado, y atacaron a la policía con piedras y otros proyectiles; 24 agentes de policía y otros paramédicos resultaron heridos.
El juez dijo que estaba siendo indulgente porque los acusados habían presenciado la muerte del joven de 26 años y estaban traumatizados. El juez también dijo que había llegado a un acuerdo con el clan, lo que entre otras consecuencias evitó que la policía testificara en el tribunal.
Dietmar Schilff, presidente del sindicato de policía GdP en la Baja Sajonia, dijo que muchos policías no daban crédito al conocer la sentencia: "Lo único que esperan las fuerzas policiales es protección y apoyo del Estado". Añadió:
Para proteger a quienes velan por la seguridad pública, debe quedar claro que cualquiera que ataque a los agentes de la policía está atacando al Estado, y temer las consecuencias oportunas. No importa de qué entorno provengan los atacantes.
Los observadores conjeturaron que la verdadera razón de la indulgencia del juez fue que temía que su familia sufriese represalias por parte del clan.
Algunos ayuntamientos están tomando medidas para proteger a la policía. En Maguncia, por ejemplo, donde la violencia contra la policía se ha disparado más del 50 % desde 2014, la policía va equipada con cámaras corporales como medida disuasoria contra la violencia. En Bremen, la policía ha sido provista de "máscaras antisaliva" para impedir que los detenidos ataquen a la policía.
En un libro que ha sido un éxito de ventas, la policía alemana Tania Kambouri culpó del deterioro de la seguridad a los migrantes que no tienen respeto por la ley y el orden. En una entrevista con la radio Deutschlandfunk, dijo:
Durante semanas, meses y años he visto que los musulmanes, en su mayoría hombres jóvenes, no tienen ni un mínimo nivel de respeto por la policía. Cuando patrullamos las calles, somos verbalmente agredidos por jóvenes musulmanes. Está el lenguaje corporal, e insultos como 'policía de mierda' cuando pasamos. Si hacemos algún control de tráfico, la agresión va aún más lejos, y esto pasa la inmensa mayoría de las veces con migrantes.
Me gustaría que estos problemas se reconociesen y se abordasen. Si es necesario, las leyes tendrán que reforzarse. También es muy importante que el poder judicial, los jueces, emitan sentencias eficaces. No puede ser que los atacantes sigan llenando los expedientes de la policía, nos hieran físicamente, nos insulten, lo que sea, y que no haya consecuencias. Muchos casos se cierran o los delincuentes salen en libertad condicional o lo que sea. Sí, lo que está pasando hoy en los juzgados es de risa.
Freddi Lohse, vicepresidente del sindicato de la policía DPoIG en Hamburgo, dijo que muchos delincuentes migrantes ven la indulgencia del sistema judicial alemán como una luz verde para persistir en su conducta delictiva. "Están acostumbrados a consecuencias más duras en sus países de origen. No nos tienen respeto".
Soeren Kern es analista de política europea para el Instituto Gatestone en Nueva York.