Hace cuatro años, el Gobierno australiano fue criticado por publicar un anuncio en el que desalentaba a los solicitantes de asilo que fuesen a viajar ilegalmente al país. "No Way" ["De ninguna manera"], decía el cartel. "No harás de Australia tu hogar. Si subes a un barco sin visado, no acabarás en Australia. Cualquier embarcación que intente entrar ilegalmente en Australia será cuidadosamente interceptada y expulsada de las aguas australianas".
Era un mensaje sumamente duro, pero funcionó. "La tasa de migración de Australia es la más baja en diez años", dijo Peter Dutton, ministro de Interior de Australia. En su intervención la semana pasada en Today Show, Dutton dijo que el descenso tenía que ver con "la restauración de la integridad de nuestra frontera". Los australianos están al parecer satisfechos con ello. Una nueva encuesta acaba de revelar que el 72% de los votantes apoyan la política migratoria del primer ministro, Malcolm Turnbull. Australia, una democracia occidental, ha intentado durante años manejar una crisis migratoria que proviene del mar.
"Los europeos creen que en Australia es fácil controlar nuestras fronteras, pero sólo están inventándose excusas para no hacer nada ellos mismos", dijo el teniente general en la reserva Jim Molan, coautor de la política de asilo de Australia.
En 2013, Tony Abbott fue elegido primer ministro con el eslogan "Frenar los barcos". "Frenar los barcos" es ahora también el eslogan del nuevo ministro de Interior de Italia, Matteo Salvini, que desde la formación del gobierno el mes pasado, se ha centrado de lleno en contener la inmigración proveniente de la ruta "más letal del mundo": la que cruza el Mediterráneo.
Parece que el mejor modelo que podría implementar Europa es un sistema de migración basado en la cualificación, para contener la ilegal.
El año pasado, un grupo de funcionarios de la UE fue a Australia a pedir ayuda. En una reciente cumbre, varios países miembros de la Unión Europea accedieron a copiar el modelo australiano de devolver los barcos de migrantes y mandarlos a terceros países, a centros dirigidos por las autoridades locales, siguiendo el modelo del Centro de Procesamiento Regional Manus de Papúa Nueva Guinea, que solía acoger a los migrantes rechazados por Australia. Italia está considerando ahora crear centros de recepción similares en la frontera sur de Libia.
: El Centro Regional de Procesamiento de Papúa Nueva Guinea, donde Australia solía enviar a los inmigrantes ilegales que expulsaba de su territorio. Fue formalmente clausurado el 31 de octubre de 2017. (Foto: Departamento Australiano de Inmigración y Ciudadanía). |
François Crepeau, relator especial de la ONU para los derechos humanos de los migrantes, pidió a Europa que no tomara a Australia como modelo; tachó la idea de "cruel, inhumana y degradante". Impedir que los migrantes mueran en el mar, en cambio, es lo opuesto a la crueldad: es humanidad. "Hay cientos, quizá miles de personas que se ahogan intentando llegar a Europa desde África", dijo Abbott en 2015. La "única manera en que puedes parar las muertes es en efecto parar los barcos".
El ministro de Inmigración de Australia, Peter Dutton, explicó que "no vamos a aceptar a gente que venga a nuestro país ilegalmente en barco". Los humanitarios —como los llamó Abbott—, estaban ayudándoles en virtud de un "altruismo desnortado".
Con el Gobierno de la ex primera ministra de Australia, Julia Gilliard, en mayo de 2013 Australia incluso escindió el interior del país de su zona migratoria. Esto supuso que los migrantes podían ser enviados a los centros de detención aunque sus barcos hubiesen tocado tierra.
El modelo australiano no se basa sólo en mantener seguras las fronteras y dar prioridad a los inmigrantes altamente cualificados. También gira en torno a la idea de un legado cultural que los migrantes tienen que asumir. El primer ministro Turnbull dice que quiere que los migrantes se sometan a un examen de "valores australianos", incluidas preguntas sobre si es aceptable pegar a tu esposa, impedir el acceso de las niñas a la educación o la mutilación genital femenina (MGF). En la Europa multicultural, ese mismo examen sería tabú. Turnbull ha pedido "defender" estos valores australianos. Es necesario preservar la nación-Estado y su tradición cultural occidental, dice, para asimilar a los migrantes. "Según mi larga experiencia en la política australiana, siempre que se percibe que un gobierno tiene los flujos migratorios bajo control, el apoyo público a la inmigración aumenta; cuando ocurre lo contrario, crece la hostilidad hacia la inmigración", escribió el ex primer ministro australiano John Howard.
Ahora que Italia está lidiando con los barcos que desde África intentan alcanzar sus costas, podría ser útil recordarle a la opinión pública que Australia también empezó con el "affaire Tampa": En 2001, Australia impidió que una barca noruega, que había rescatado a cientos de solicitantes de asilo en el océano Índico, los llevara a Australia. Se le llama "la barca que lo cambió todo". El ministro de Inmigración de entonces, Philip Ruddock, advirtió a los australianos de que diez mil personas de Oriente Medio se disponían a embarcar desde Asia hacia Australia. El Gobierno australiano ignoró una petición de Naciones Unidas para que dejaran a los refugiados pisar su isla. La opinión pública se puso del lado del Gobierno. Desde la primera ola de "gente en barcos", hace varias décadas, provenientes de Vietnam (1976-1981), estas personas han sido recibidas por la opinión pública con solidaridad, y las nuevas llegadas se convirtieron rápidamente en un asunto cada vez más preocupante, como está ocurriendo ahora en Europa. Desde entonces, la política de Australia para resolver su propia crisis migratoria ha sido: "no a los reasentamientos, no a los barcos".
Tras el affaire Tampa, se establecieron los elementos definitorios de la futura política de Australia:
Las islas fueron escindidas de la zona migratoria australiana para impedir que los solicitantes de asilo presentaran solicitudes de visado; se crearon centros de detención en la isla de Manus de Papúa Nueva Guinea y la pequeña y arruinada república de Nauru; y la marina, reticente, interceptó y devolvió las barcas con los solicitantes de asilo a bordo.
Italia se enfrenta a una potencial ola de setecientos mil migrantes que se encuentran ahora en Libia. El Gobierno italiano debería seguir ya el ejemplo de Australia.
Hago estas sugerencias con mucho pesar. Debe de ser demoledor vivir en un país cuya gobernanza es, en el mejor de los casos, cuestionable, y las oportunidades económicas limitadas, si las hay. Estas personas saben que están arriesgando su vida intentando mejorar su suerte. Pero para que Occidente no se inunde, necesitamos imperiosamente abordar estos problemas.
La inmigración ilegal es mala para Europa, y mala para los inmigrantes, también.