Es probable que a los palestinos presos en Siria no les preocupe demasiado si una botella de vino producida por judíos es etiquetada o no por los europeos. Sin embargo, los europeos, que jamás dejan de sermonear al resto del mundo, adoptan un punto de vista distinto: diríase que consideran que los productos de los asentamientos son más peligrosos que las brutales medidas tomadas por las autoridades sirias contra los palestinos. (Imagen: iStock). |
Mientras todo el mundo está pendiente de la tensión que se registra en la Franja de Gaza, desde donde las organizaciones terroristas palestinas andan lanzando cohetes contra Israel como represalia por la eliminación, por parte de Israel, del comandante de la Yihad Islámica Baha Abu al Ata, el número de palestinos muertos en Siria desde que empezó la guerra civil (2011) se eleva ya a 4.006.
Pero el sufrimiento de los palestinos en Siria no preocupa a los líderes palestinos en la Margen Occidental y Gaza, que siguen obsesionados con destruir a Israel. Es obvio que a la comunidad internacional, empezando por Naciones Unidas y las organizaciones de defensa de los derechos humanos, tampoco les interesa el sufrimiento de los palestinos, ni en Siria ni en ningún otro país árabe.
A los 4.006 palestinos muertos en Siria no los mató Israel; evidentemente, esa es razón suficiente para que la comunidad internacional y la ONU miren para otro lado.
Los europeos piensan que tienen todo el tiempo del mundo para preocuparse por los alimentos que proceden de las comunidades israelíes, pero ninguno para expresar siquiera preocupación por la brutal muerte de más de 500 palestinos al año en Siria durante el último septenio.
En lugar de tomar nota de la creciente cifra de palestinos muertos en Siria, el Tribunal de Justicia de la UE dictaminó el otro día que los países miembros de la Unión deben obligar a los comerciantes a identificar con etiquetas especiales los productos elaborados en los asentamientos israelíes. La decisión del tribunal europeo no ayuda en absoluto a los palestinos de Siria, a los que les importa un bledo si los europeos etiquetan o no los productos de los asentamientos. Lo que sí les importa es seguir vivos; y agradecerían a los europeos que les ayudaran a mantener sus trabajos, en vez de centrarse en debates sobre etiquetados.
¿Qué hace, por ejemplo, la decisión del tribunal europeo para llamar la atención sobre el caso de tres palestinos que fueron torturados hasta la muerte en octubre en una cárcel del régimen sirio? Said Mustafá Amarín, Ziad Lufti Amarín y Fadi Fuad al Sotari fueron detenidos hace varios años. Con ellos son ya 611 los palestinos fallecidos en las cárceles sirias en los últimos ocho años, según un reciente informe.
Según el Action Group for Palestinians of Syria (AGPS), otros ocho palestinos murieron en Siria en los diversos brotes de violencia registrados en octubre.
Probablemente, estas víctimas no sabían nada de la decisión europea de etiquetar los productos de los asentamientos, pero aún seguirían vivas si los europeos hubiesen prestado parte de su atención a las atrocidades perpetradas por el régimen sirio contra los palestinos, y no en intentar sabotear unos productos sólo porque fueron fabricados por unos judíos que viven pacíficamente en sus comunidades de la Margen Occidental. Pero es que los europeos han demostrado que los únicos palestinos que les importan son los que viven en la Margen y la Franja cuyo sufrimiento puedan atribuir de algún modo a Israel.
El tribunal europeo habría prestado un mayor servicio a los palestinos si hubiese dictaminado que las autoridades sirias deben revelar el paradero de los 329 que han desaparecido en ese país en los últimos años; y excarcelar a los 1.768 que llevan años languideciendo en sus cárceles.
Es probable que a los palestinos presos en Siria no les preocupe demasiado si una botella de vino producida por judíos es etiquetada o no por los europeos. Sin embargo, los europeos, que jamás dejan de sermonear al resto del mundo, adoptan un punto de vista distinto: diríase que consideran que los productos de los asentamientos son más peligrosos que las brutales medidas tomadas por las autoridades sirias contra los palestinos.
También los líderes palestinos parecen letalmente ajenos al sufrimiento de su gente en Siria. Mientras el número de muertos superaba los 4.000, los líderes de la Autoridad Palestina y de Hamás seguían discutiendo sobre si debían celebrar nuevas elecciones presidenciales y parlamentarias, que deberían haberse celebrado hace mucho. Llevan enfrentados más de diez años, y en lo único en lo que parecen estar de acuerdo es en reprimir a sus disidentes.
Por lo visto, que 4.000 palestinos hayan muerto a manos de carniceros sirios es una nimiedad indigna de la atención de los líderes palestinos. Hamás, junto con sus aliados de la Yihad Islámica, parece decidida a continuar la lucha contra Israel, sin importar el precio que los palestinos de Gaza tengan que pagar. Por su parte, la Autoridad Palestina y su presidente, Mahmud Abás, están demasiado ocupados dando caza a sus críticos en Facebook como para prestar cualquier atención a los palestinos de Siria.
Dentro de dos meses, Abás cumplirá 85 años. El presidente de la AP luce decidido a mantenerse en el poder hasta su último aliento. Sus fieles de Fatah declararon públicamente el otro día que será su único candidato en cualquier elección presidencial –si es que se celebra alguna–. Ese anuncio no se podría haber hecho sin la aprobación de Abás. En otras palabras, Abás está demasiado ocupado aferrándose al poder como para darse cuenta de que su gente, en particular la que vive en Siria y en Gaza, pasa el día pendiente de los cañones de las ametralladoras que otros árabes apuntan contra ella.
El afán europeo por combatir los productos de los asentamientos israelíes, claramente antisemita (después de todo, no etiqueta productos de la China que ocupa el Tíbet), en vez de por salvar vidas palestinas, debe de causar regocijo a Abás y a Hamás. Para el presidente de la AP y para Hamás, ¿por qué no es como mínimo vergonzoso que otros árabes maten a palestinos? Mucho mejor, desde su punto de vista, es que la comunidad internacional pierda el tiempo vomitando odio contra Israel y los judíos; al fin y al cabo, eso sirve a los palestinos en su auténtico proyecto: deslegitimar y acabar con el único Estado libre y democrático de la región.