Si los científicos chinos consiguen diseñar patógenos que afecten sólo a extranjeros, el próximo microbio, virus o germen procedente de China podría acabar con las sociedades no chinas. Será el matacivilizaciones de la China comunista. Por ello, el mundo necesita algo más importante que la justicia o recibir una compensación. Necesita disuasión. En la imagen (Johannes Eisele/AFP, vía Getty Images), la viróloga Shi Zhengli (izquierda), en un laboratorio del Instituto Virológico de Wuhan, el 23 de febrero de 2017. |
El pasado 27 de agosto la Administración Biden difundió un resumen desclasificado del informe de la comunidad de inteligencia (CI) norteamericana sobre los orígenes del covid-19. La CI, conformada por 18 agencias de inteligencia, llegó a sólo unas pocas conclusiones definitivas y dijo que necesitaba más información, pero el mundo sabe ya lo suficiente como para imponer severos costes a China.
EEUU y otros países pueden deben hacerlo, para impedir que el Partido Comunista chino esparza una enfermedad matacivilizaciones. Sí, el Ejército de Liberación del Pueblo está desarrollando patógenos para destruir sociedades no chinas.
"La CI evalúa que el SARS-CoV-2, el virus que causa la covid-19, probablemente surgió e infectó a humanos mediante una exposición inicial a pequeña escala que se produjo no más tarde de noviembre de 2019, y el primer clúster de casos de covid-19 se dio en Wuhan, China, en diciembre de 2019", dice el resumen.
La CI cree que "el virus no fue desarrollado como arma biológica", según se lee en el texto. "Además, la mayoría de las agencias evalúan con un nivel de confianza bajo que el SARS-CoV-2 probablemente no fue diseñado genéticamente". Tanto una "exposición natural a un animal infectado [como] un incidente asociado a un laboratorio" son "plausibles".
Lo más importante del informe es esto: "La CI permanece dividida sobre el origen más probable de la covid-19".
"El mundo merece respuestas, y no descansaré hasta que las obtengamos", dijo el presidente Biden en una declaración coincidente con la difusión del resumen de marras. Bien dicho.
Pero no basta. El presidente de los Estados Unidos no necesita un conocimiento perfecto para actuar. Como indica el resumen, Pekín "sigue obstaculizando la investigación global, se resiste a compartir información y acusa a otros países, empezando por EEUU".
No hay justificación para el proceder chino. Tienen la información, como nos dice la CI. Simplemente, se niegan a compartirla.
Su negativa a compartir información, aun cuando está obligada a ello, es razón suficiente para imponer severos costes a Pekín; pero es que además hay otras dos.
En primer lugar: durante al menos cinco semanas, los chinos no sólo ocultaron y posteriormente mintieron sobre la transmisibilidad humano a humano del SARS-CoV-2 diciendo al mundo que la covid-19 no era contagiosa, cuando sabían que sí lo era. Al tiempo que confinaban ciudades como Wuhan, presionaron a otros países para que aceptaran ingresos desde China sin restricciones. Tenían que saber que estaban esparciendo la enfermedad, lo que hace que las 4,5 millones de muertes registradas fuera de China semejen intencionadas.
En segundo lugar, el Ejército chino está trabajando en la siguiente generación de patógenos. Su Universidad de la Defensa Nacional, en la edición para 2017 de su acreditado La Ciencia de la Estrategia Militar, mencionó una nueva clase de guerra biológica con "ataques genéticos [contra] etnias específicas".
Los investigadores y analistas militares chinos llevan media década escribiendo sobre esa clase de patógenos, y de hecho a los norteamericanos les preocupa que los científicos chinos hayan experimentado con "gérmenes convertidos en armas capaces de atacar a grupos étnicos", en palabras de Bill Gertz, del Washington Times. La campaña de Pekín para recopilar perfiles genéticos de extranjeros mientras impide la transferencia fuera de China de perfiles chinos es otra muestra de que sus militares, en violación de sus obligaciones para con la Convención de Armas Biológicas, están dotandose de armas biológicas contra etnias específicas.
"Ya creas que China liberó el coronavirus de manera deliberada o accidental, la reacción del mundo ha enseñado al Ejército de Liberación del Pueblo cómo conseguir que un futuro ataque biológico sea letalmente exitoso", le dijo Richard Fisher, del Centro Internacional de Evaluaciones y Estrategia, a American Consequences. Numerosos analistas han manifestado que las armas biológicas no son prácticas, pero el SARS-CoV-2 ha matado a millones de personas e incapacitado sociedades en todo el mundo. Por desgracia, esta es la prueba de concepto definitiva.
No debería sorprender que Pekín actúe tan maliciosamente. Como Cleo Paskal, de la Fundación para la Defensa de las Democracias, le dijo a la misma publicación, "el Partido Comunista chino utiliza un marco de trabajo empírico denominado Poder Nacional Integral, o PNI, para clasificar países". China puede convertirse en el país más poderoso en función de ese baremo elevando su propio PNI o reduciendo el de los demás.
"Si los líderes chinos comprenden que tienen una epidemia entre manos que disminuirá el PNI del país, es lógico que la conviertan en una pandemia restringiendo su expansión nacional mientras no ponen impedimentos a su expansión internacional", dice Paskal, que también forma parte de Chatham House. "Así, puede que el PNI chino disminuya, pero también lo hará el de todos los demás, y la posición relativa de China no se verá afectada, de hecho, puede que mejore".
Si los científicos chinos consiguen diseñar patógenos que afecten sólo a extranjeros, el próximo microbio, virus o germen procedente de China podría poner fin a las sociedades no chinas. Será el matacivilizaciones de la China comunista.
Así pues, la próxima pandemia podría ser una que dejara a la china como la única sociedad viable. Por ello, el mundo necesita algo mucho más importante que la justicia o una compensación. Necesita disuasión.
Por el momento, Biden ha mostrado poco interés –y a veces ninguno– en pedir cuentas a Pekín. En febrero se pasó dos horas al teléfono con el líder chino, Xi Jinping, y ni siquiera planteó la cuestión del origen. Parece que ordenó a la comunidad de inteligencia una revisión el 26 de mayo, después de la indignación que suscitó aquella mañana una información de la CNN de que el Departamento de Estado se había cargado una investigación sobre la enfermedad ordenada por Pompeo [secretario de Estado de Donald Trump].
Con su débil reacción, Biden ha mostrado a Jinping que China puede matar con un patógeno a millones de no chinos sin pagar el menor coste. Si no se le detiene, Xi volverá a hacerlo.