
Se rumorea que Xi Jinping perderá sus cargos en el Partido Comunista y el Estado chino en los próximos meses. Un nutrido grupo de analistas y académicos, sin embargo, dice que poco o nada está fuera de lugar en China, y que Xi está bien.
Sea cual sea la verdad, Estados Unidos y otros países deben prepararse para que el régimen arremeta sin previo aviso. Xi puede ahora tener motivos para tomar al mundo por sorpresa.
Hay señales claras de que Xi ha perdido el control del Ejército Popular de Liberación, la facción más importante del Partido Comunista de China. Una serie de artículos, partiendo del 9 de julio del año pasado, en el Diario del ELP, el principal órgano de propaganda de los militares, elogiaba "el liderazgo colectivo", una clara crítica al estilo unipersonal del presidente. Al mismo tiempo, muchos de los leales a Xi fueron destituidos de sus cargos.
El más destacado de ellos fue el general He Weidong, número uno de Xi, al que se vio por última vez en público el 11 de marzo. Algunos creen que el general, el oficial uniformado número 2, fue suicidado en mayo en el Hospital Militar 301 de Pekín, más o menos al mismo tiempo en que otro partidario de Xi, el general He Hongjun, también fue supuestamente asesinado.
También hay indicios de que perdió el apoyo de altos funcionarios civiles. Su ausencia de la cumbre de los BRICS celebrada en Río de Janeiro a principios de julio -la primera vez que faltaba a esta cita como líder de China- desató rumores de que o bien tenía tantos problemas que sentía que debía permanecer cerca de Pekín o bien otros miembros de la cúpula le habían impedido salir del país.
Los analistas que siguen de cerca al Partido Comunista -la versión actual de los kremlinólogos de la Guerra Fría- han observado que los medios de comunicación estatales y del Partido, desde finales de abril hasta finales de junio, retrataron a Xi con un papel disminuido. Por ejemplo, Charles Burton, del think tank Sinopsis, con sede en Praga, señaló que Xi, en un simposio del Partido Comunista celebrado el 13 de junio, se vio obligado públicamente a elogiar el "liderazgo colectivo", otra señal de que había perdido influencia.
No obstante, muchos académicos y veteranos analistas de China piensan que no ocurre nada inusual. "Gran parte de las especulaciones sobre las desgracias políticas de Xi se basan en rumores sin fundamento o en una flagrante ignorancia del contexto", escribe SinoInsider, una consultora sobre China con sede en Nueva York, en un análisis ampliamente difundido el 25 de junio. "En algunos casos, una mirada superficial a las llamadas señales revela que son ocurrencias totalmente normales. En otros casos hay explicaciones más sencillas y convincentes para acontecimientos considerados inusuales."
Existe, de momento, un gran desacuerdo entre los analistas sobre si el Politburó del Partido emitió normas, publicadas el 30 de junio, para restringir los poderes de Xi sobre las comisiones y grupos internos. El diario de Hong Kong South China Morning Post publicó un artículo sugiriendo que el propio Xi inició las normas porque quería delegar poder. También es cierto que Xi no es conocido por delegar poder.
En cualquier caso, este año han ocurrido demasiados acontecimientos fuera de lo común como para desdeñarlos. "Donde hay humo, hay fuego", dijo Burton, exdiplomático canadiense en Pekín, a Gatestone este mes. "Es evidente que Xi tiene algún tipo de problema. El humo sigue saliendo".
Si Xi realmente está debilitado y ha aceptado su destino, es poco probable que las consecuencias para otros países sean grandes. Hay informes de que su madre organizó a principios de junio un almuerzo para los ancianos del Partido, durante el cual negoció una retirada segura para su hijo. Si ese rumor es cierto, la transición de poder en Pekín debería resultar relativamente tranquila.
Si Xi sigue al mando y tan fuerte como siempre, no tendría ningún incentivo adicional para alterar el statu quo.
Sin embargo, el mundo corre un gran riesgo si se encuentra inmerso en una lucha sin cuartel por su supervivencia política. En este caso -el más probable, en mi opinión- podría sentir que tiene todos los motivos para no detenerse ante nada para salvarse. Podría, por ejemplo, desencadenar una confrontación o iniciar una guerra, no para unir al pueblo chino -por el momento, el pueblo chino no quiere una guerra-, sino para impedir que otras altas figuras del partido le desafíen.
Es probable que Xi no tenga poder para ordenar al Ejército que lance operaciones de gran envergadura, como una invasión de la isla principal de Taiwán, pero sí puede desencadenar una guerra.
Por ejemplo, podría, a través de sus otros canales, activar redes de agentes chinos en Estados Unidos, dándoles luz verde para derribar tendidos eléctricos, envenenar embalses, bombardear centros comerciales, provocar incendios forestales y matar estadounidenses en las calles.
Es evidente que hay agentes chinos en suelo estadounidense en este mismo momento. Hacia el final de la Administración Biden, oficiales de la Patrulla Fronteriza se percataron de la presencia de manadas de varones chinos de edad militar procedentes de México, todos ellos ataviados con idéntico equipo. Al parecer, la Patrulla Fronteriza sabía que algunos miembros de la manada tenían vínculos con el Ejército chino y sospecha que el mismo Ejército estaba orquestando la infiltración.
La avalancha de inmigrantes ilegales chinos sospechosos coincidió con un notable aumento de ciudadanos chinos que intentan entrar en bases militares estadounidenses. Es evidente que China está estudiando patrones y buscando vulnerabilidades. Preparándose para un ataque.
¿Por qué ordenaría Xi Jinping un ataque? Tal vez para demostrar a otras figuras del Partido Comunista que tiene la fuerza necesaria para enfrentarse a Estados Unidos, o para crear una crisis durante la cual nadie se atrevería a deponerle.
Tal vez el régimen chino no se está desmoronando. En el opaco sistema político del Partido Comunista, es difícil saber lo que está ocurriendo. Así que, dado el "humo", como lo denomina Charles Burton, Estados Unidos tiene que estar preparado para que el régimen chino resuelva sus disputas internas incendiando Estados Unidos... y quizá el resto del mundo.
Gordon G. Chang es el autor de 'Plan Red: China's Project to Destroy America', investigador distinguido del Gatestone Institute y miembro de su Consejo Asesor.