Los propagandistas chinos nos dicen que este año la economía de su país "se acelerará hasta el 4,8%". Los analistas extranjeros son aún más optimistas. Goldman Sachs estima un crecimiento del 5,5%.
La Comisión Nacional de Salud china anunció el 7 de diciembre el fin de la política de covid cero dictada por el Partido Comunista. Wall Street no tardó en poner en marcha la maquinaria del optimismo. Al día siguiente, Morgan Stanley publicó una nota de investigación en la que predecía que los activos bursátiles chinos superarían a los de los mercados emergentes y a sus homólogos mundiales. Desde entonces, los analistas financieros no han dejado de repetir que las acciones chinas seguirán subiendo este año.
Las acciones pueden dispararse durante un tiempo, pero la economía china está mucho más enferma de lo que suponen los analistas.
En el centro de las buenas perspectivas está la rapidez con que China ha dejado atrás el covid-19.
En vísperas de la festividad del Año Nuevo Lunar chino, a menudo denominada "la mayor migración humana del mundo" y, por tanto, un acontecimiento potencialmente superdifusor del coronavirus, Wu Zunyou, epidemiólogo jefe del Centro de Control y Prevención de Enfermedades del país, declaró que el 80% de la población ya se había infectado. Al término de las vacaciones, el mismo centro informó de que entre el 20 y el 26 de enero se habían producido 6.364 fallecimientos en hospitales, casi la mitad que la semana anterior.
La posición de Pekín es que la enfermedad ya ha alcanzado su punto máximo, por lo que es improbable que siga propagándose.
No es de extrañar que los inversores estén exuberantes. La relajación de las medidas anti-covid es fundamental para la idea de que la economía china producirá un crecimiento sólido. Ayudados por la propaganda del Partido Comunista y del Gobierno central, los especuladores esgrimen el argumento de que el fin de las medidas de control de la enfermedad –China mantuvo durante tres años una de las normativas más estrictas del mundo– dará lugar a una borrachera de gasto de venganza. "Los consumidores chinos, atrapados en sus apartamentos durante parte de la pandemia, acumularon más de 2,2 billones de dólares en depósitos bancarios el año pasado, lo que debería alimentar un mayor gasto", se decía el otro día en The Wall Street Journal. Según el Financial Times, la cifra asciende a 2,6 billones de dólares.
¿Están en lo cierto? Hay cuatro razones de peso para dudarlo. En primer lugar, las estadísticas chinas sobre enfermedades son cuestionables. "El retrato chino de la suave salida del covid deja a los científicos con ganas de más datos", comentaba un atento titular del Wall Street Journal.
Pekín está pidiendo al mundo que crea que el SARS-CoV-2, el patógeno causante de la enfermedad, se comporta de forma diferente en China que en el resto del mundo. Si esta afirmación es falsa, y casi seguro que lo es, se producirá una oleada de infecciones en el país esta primavera, como vienen prediciendo los modelos sobre la difusión del coronavirus.
En segundo lugar, incluso si China se hubiera quitado de encima el covid, como sostiene el régimen, su economía sigue lastrada por una excesiva dependencia del sector inmobiliario, que representa casi el 30% del PIB. Los precios y las ventas llevan cayendo en picado desde finales de 2021, cuando Pekín restringió por fin los préstamos imprudentes a los grandes promotores inmobiliarios, entre los que destaca China Evergrande Group, ahora en suspensión de pagos.
La vivienda es fundamental porque también representa alrededor del 70% de la riqueza de la clase media. Los chinos han impulsado la economía con el gasto cuando subían los precios inmobiliarios, bien porque cosechaban ganancias en las ventas o por el efecto riqueza, es decir, porque la gente tiende a gastar cuando siente que sus activos han subido de valor. Ahora bien, lo contrario del efecto riqueza es la depresión del consumo.
"La desaceleración del sector inmobiliario se prolongará hasta el primer semestre de 2023", señalaba el mes pasado el Grupo Rhodium en un análisis sobre las perspectivas económicas de China. Esto significa que también es inevitable una caída del PIB en el primer semestre.
En tercer lugar, la economía china es mucho más débil de lo que afirma Pekín. La Oficina Nacional de Estadística informó de que el PIB creció un 3% el año pasado, pero es muy poco probable. Lo más probable, como indica a Gatestone Anne Stevenson-Yang, de J Capital Research, es que la economía china se haya contraído. La mala situación económica, al igual que la crisis inmobiliaria, parece haber frenado el gasto de los consumidores. El estado de ánimo general de los chinos les llevará a ahorrar más de lo que piensan los analistas.
En cuarto lugar, durante la pandemia el régimen no hizo casi nada para remediar el principal defecto estructural de la economía china: la excesiva dependencia del gasto público, que durante décadas ha dado lugar a un exceso de construcción y, por tanto, ha creado montañas de deuda cuestionable. Gregory Copley, presidente de la International Strategic Studies Association, afirma a Gatestone: "Los fundamentos de la economía china ya han sido destruidos, por lo que el optimismo sobre la revocación de la política del Partido Comunista en la gestión de covid será efímero".
"China ha vuelto": así resumía el Financial Times el mensaje del viceprimer ministro Liu He en el recién finalizado Foro Económico Mundial de Davos. Puede que sí, pero volvemos a la vieja estructura económica defectuosa. "China es demasiado optimista sobre una rápida recuperación económica en 2023 tras los confinamientos del covid", afirmó Andrew Collier, analista de Global Source Partners, en comentarios enviados por correo electrónico a este autor. "Los Gobiernos locales registran enormes déficits financieros, mucha gente retiene efectivo porque está preocupada por su salud y la caída del mercado inmobiliario ha afectado a los ahorros para la jubilación".
Collier, residente en Hong Kong, cree que los consumidores ricos pueden comprar productos importados de gama alta, por lo que el impacto global en la economía china "no será grande". Por ello, cree que no se producirá un repunte hasta 2024.
En cualquier caso, Copley, director de Defense & Foreign Affairs Strategic Policy, afirma que "los analistas extranjeros de la economía de la China continental siempre han se han caído en el wishful thinking, y ahora se respira un aire de desesperación".
China no va a tener un buen 2023 ni un buen 2024. Los extranjeros volverán a perder dinero allí.