La visita del papa Francisco a Tierra Santa a finales de mayo fue una demostración clara del apoyo de la Santa Sede a las comunidades cristianas de Oriente Medio. El Santo Padre considera que en estos complicados momentos es necesario que las distintas concepciones del cristianismo que cohabitan en esta región encuentren puntos en común que les permitan unirse y les haga más fuertes a la hora de afrontar los ataques del islamismo radical.
El Pontífice apoyó a la comunidad cristiana durante la Primavera Árabe, cuando esta minoría estuvo expuesta al asesinato, la violación, el ataque y la persecución de los islamistas, lo que provocó la emigración de muchos cristianos.
Su visita al lugar en que San Juan bautizó a Jesús, a la basílica de la Natividad en Belén y a la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén supone una clara división de los espacios: Jordania e Israel por un lado y los territorios controlados por la Autoridad Palestina por otro.
Al ir a Jordania en primer lugar, el Papa subrayó que la Santa Sede entiende que es un país independiente y no parte de un Estado palestino. En Belén, donde celebró una misa, pidió el establecimiento de un Estado palestino junto a Israel, en los territorios que actualmente se encuentran bajo el control de la Autoridad Palestina: Cisjordania y la Franja de Gaza. Fue otro modo de decirles que dejen de fantasear con liberar toda Palestina –entendida como el área que va del Jordán al Mediterráneo– y que se contenten con tener su propio territorio, al que todos los descendientes de los refugiados iniciales que decidieron abandonar Israel (llamado entonces Palestina) en 1948 puedan volver. La aprobación y el apoyo del Papa al establecimiento de un Estado palestino fue un destacado hito.
El recibimiento que los palestinos brindaron al Papa fue profesional y digno de un Estado naciente, pero incluyó dos episodios intencionados que dañan notablemente su causa.
El primero tuvo lugar en Belén durante una misa celebrada por el Santo Padre. El muecín de la mezquita central de Belén, en un acto de provocación deliberado y falto de tacto, utilizó los altavoces para llamar a los musulmanes a la oración durante la celebración de la misa, molestando e impidiendo que se pudiera oír al Papa. Desgraciadamente, los líderes de la Autoridad Palestina no pueden o no quieren controlar a los islamistas de Belén y no pueden o no quieren evitar que traten de mostrar al mundo que la voz del islam es más alta que la de los cristianos.
El segundo acto tuvo lugar cuando los líderes de la Autoridad Palestina llevaron al Papa a la valla, cerca de Belén. Como es bien sabido, la valla fue erigida por el Gobierno israelí para evitar que los terroristas suicidas se infiltren en su territorio. El Papa permaneció de pie y en silencio observando con incomodidad los grafitis que se habían hecho aquella misma noche sobre "la liberación de Palestina". Sus anfitriones lo denominaron el "muro del apartheid"; un comentario que no sólo era obviamente falso, sino un insulto al líder de la Iglesia católica, ya que cualquier cristiano sabe cuáles son los verdaderos objetivos de seguridad de esta valla.
En relación a las acusaciones de "apartheid", no hay ni un solo árabe israelí que quiera renunciar a su carné de identidad, lo que contradice abiertamente esa vergonzosa afirmación palestina. El derechista Avigdor Lieberman, ministro de Asuntos Exteriores israelí, propuso hace algún tiempo a los residentes de la ciudad árabe israelí de Umm al Fahm la posibilidad de mover la frontera para que su localidad pasase a estar bajo control de la Autoridad Palestina. Ellos mantendrían sus propiedades pero tendrían que renunciar a la ciudadanía israelí. Rechazaron rotundamente la propuesta.
No nos engañemos: no hay un solo árabe israelí que quiera renunciar al "apartheid" israelí y su pasaporte para pasar a ser ciudadano de la Autoridad Palestina. La propaganda amateur sólo sirve para destruir el crédito de quien la practica. La consecuencia es que incluso las reclamaciones palestinas que son justas acaban siendo consideradas falsas y absurdas.
Los errores de los palestinos no cesan aquí. El Papa visitó la mezquita de Al Aqsa en el Monte del Templo, que controla Israel. El muftí de Jerusalén, Muhamad Husein, le explicó que Jesús fue el primer palestino y que Jerusalén estaba siendo "judaizada" por Israel.
El muftí, que niega habitualmente la existencia de templos judíos en Jerusalén, trató de enfatizar en su conversación con el Papa el derecho de los cristianos y los musulmanes sobre esta ciudad, negando el de los judíos. Esta falaz distorsión de los hechos históricos pone de manifiesto su ignorancia y genera animadversión hacia el islam y la causa palestina, toda vez que convierte el encuentro en una farsa. Según la historia cristiana, Jesús era judío y algunos episodios de su vida tuvieron lugar en el templo de Jerusalén. Negar su existencia y negar los derechos históricos de los judíos no sólo raya en lo estúpido, sino que refuta todo el relato cristiano de la misión de Jesús.
Además, durante algún tiempo los medios palestinos han repetido la extraordinaria ridiculez de que Jesús fue "el primer mártir (shahid) palestino" asesinado por manos judías.
Jesús, para cualquiera que sepa contar, vivió en Judea 600 años antes del nacimiento del islam y un siglo antes de que Adriano cambiase el nombre de Judea por el de Palestina. Y fue crucificado por los romanos, no por los judíos, como la propia Iglesia católica admite.
El intento de representarlo como un mártir palestino, lo que en el fondo evoca al terrorista suicida al servicio de su causa, pone de manifiesto una extraordinaria ignorancia.
Incluso el Corán dice que los judíos no mataron a Jesús, así que no pudo ser palestino ni un shahid. (Sura An-Nisa', 4:157: "Y ellos no lo mataron ni lo crucificaron… Ellos, con certeza, no lo mataron").
Con la afirmación de que los lugares sagrados cristianos y musulmanes en Jerusalén estaban siendo "judaizados" por Israel, el encuentro entre el Papa y el muftí pasó de lo absurdo a lo surrealista. Si los palestinos niegan que los judíos actuales sean los descendientes de los antiguos israelitas y rechazan reconocer a Israel como la patria de los judíos, Jerusalén no podría tener tampoco nada que ver con los cristianos.
La incongruencia es mayor si se tiene en cuenta que el muftí finge preocuparse por los intereses de los cristianos al mismo tiempo que otros líderes musulmanes son los responsables de su persecución y asesinato en nombre del islam en los territorios controlados por la Autoridad Palestina o en los países árabes.
Teniendo en cuenta los errores estratégicos de los palestinos durante la visita del Papa, no resulta sorprendente que éste expresara sus reservas sobre los palestinos y el terrorismo diciendo: "Que nadie instrumentalice el nombre de Dios para la violencia". De este modo, el Pontífice rechazaba la propaganda palestina e islámica contra los cristianos y los judíos, así como la yihad en nombre de "Alá".
Los errores palestinos llaman más la atención al confrontarlos con los éxitos de los israelíes durante la tercera y última fase de la visita papal a Jerusalén, donde el Santo Padre se reunió con el presidente, Simón Peres, y el primer ministro, Benjamín Netanyahu. El Pontífice depositó una corona de flores sobre la tumba de Theodor Herzl, el visionario padre del sionismo moderno, y visitó el Museo del Holocausto y el monumento a las víctimas del terrorismo.
En el monumento están escritos los nombres de los miles de israelíes asesinados por ataques terroristas perpetrados por organizaciones palestinas e islamistas, la mayoría de los cuales tuvieron lugar antes de que la valla fuera erigida. Así las cosas, el monumento sólo subraya hasta qué punto la valla es una respuesta no violenta, incluso pacífica.
Netanyahu explicó al Papa que Jerusalén es la capital del Estado de Israel y que nunca volverá a ser dividida. Añadió que el mantenimiento del statu quo era la clave para la coexistencia religiosa y la libertad de culto, algo en lo que nadie iguala a Israel y de lo que no hay precedente en todo el mundo.
No hay duda de que en estos tiempos turbulentos para los cristianos en Oriente Próximo, el objetivo de la visita del Papa a Tierra Santa era mostrar a los que sufren el apoyo religioso no sólo de la Santa Sede, sino de millones de cristianos de todo el mundo.
Incluso con los errores y las indiscreciones palestinas, la visita no perdió su importancia política y el mensaje quedó claro: los judíos tienen que seguir controlando Israel en general y Jerusalén en particular.
El Papa dio un cálido abrazo cristiano a los judíos; una afirmación adicional del reconocimiento por parte de los Estados Pontificios de Israel como Estado y de Jerusalén como su capital.
Por desgracia, y como es costumbre, los palestinos eligieron la propaganda, la distorsión histórica y la mentira. Y quedaron de nuevo en evidencia. No en vano, la mentira tiene las patas muy cortas.