Muchos musulmanes y árabes se están frotando las manos, llenos de alegría, al ver que el presidente estadounidense, Barack Obama, declara la guerra a Israel tras la victoria del Likud, el partido de Benjamín Netanyahu, en las elecciones israelíes.
No consideran que las crecientes tensiones entre Obama y Netanyahu sean consecuencia de una disputa personal entre ambos líderes, sino que creen que forman parte de la estrategia de la Administración Obama para debilitar a Israel y obligarlo a hacer concesiones territoriales que supondrían una amenaza para la misma existencia del país.
A comienzos de su primer mandato, Obama despertó grandes esperanzas en los países árabes y musulmanes cuando se precipitó a pronunciar un discurso apologético en la Universidad Al Azhar de El Cairo, vinculada a los Hermanos Musulmanes. Su discurso dejó a muchos árabes y musulmanes con la impresión de que, finalmente, había un presidente estadounidense dispuesto a sacrificar a Israel con tal de apaciguar a sus enemigos.
Los musulmanes han considerado durante mucho tiempo que Obama estaba de su parte en el conflicto con Israel. Esperaban que se convirtiera en el primer presidente de Estados Unidos que abandonaba a los israelíes por ellos. Pero desde el discurso de El Cairo, en 2009, en los países árabes y musulmanes ha cundido el desencanto con el presidente por no haber "hecho algo" respecto a Israel.
Ahora, al fin, la creciente hostilidad de la Administración Obama hacia Israel es recibida con alegría en muchas capitales del mundo musulmán. Están encantados de ver que, tras fallarles durante los últimos seis años, parece que por fin Obama avanza en la dirección correcta.
Grupos terroristas como Hamás, Hezbolá, Al Qaeda y la Yihad Islámica están manifestando su satisfacción con la que consideran una declaración de guerra contra los israelíes por parte de Obama. Representantes de la Autoridad Palestina en la Margen Occidental también están celebrando el hecho de que Israel se haya convertido en el enemigo número uno de la Administración estadounidense.
La semana pasada un miembro de la Autoridad Palestina habría declarado que los palestinos no se sorprenderían si el mismo presidente Obama se unía a su campaña para acusar a Israel de crímenes de guerra ante la Corte Penal Internacional. Dicho miembro, al parecer, le habría dicho a un diplomático occidental afincado en Ramala que Obama odiaba a Israel y que ésa era una buena noticia para los palestinos.
Los enemigos de Israel han estado aguardando en sus fronteras, a la espera de una oportunidad para atacarlo. Una de las razones por las que hasta ahora han vacilado en declarar una guerra abierta para destruirlo era el temor a que Estados Unidos acudiera en su ayuda. Pero ahora Hezbolá, Hamás, la Yihad Islámica, el Estado Islámico y otros grupos terroristas esperan que Obama haya decidido, al fin, abandonar a los israelíes.
Los terroristas también han seguido con gran entusiasmo las noticias de que la Administración Obama está considerando revaluar su política en Oriente Medio tras la victoria electoral de Netanyahu. Es justo la clase de noticia que llevan muchos años esperando oír: que Estados Unidos ya no considera a Israel su principal aliado estratégico en Oriente Medio.
Las noticias de que la Administración Obama no seguirá apoyando a Israel en foros y agencias internacionales, particularmente ante la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, son consideradas por cada vez más árabes y musulmanes como el principio del fin de la asociación entre Estados Unidos e Israel. Dicha asociación ha preocupado a los enemigos de los israelíes durante décadas, porque supone un obstáculo en el camino hacia su objetivo de borrar a Israel de la faz de la tierra.
En resumen, la postura antiisraelí de Obama es el mejor regalo que los norteamericanos podrían haber hecho a los terroristas y radicales árabes. Por primera vez, la Administración Obama ha sembrado entre los enemigos de Israel la esperanza de que por fin Estados Unidos va a apoyarlos incondicionalmente, como ha estado haciendo con Irán.
La grave crisis entre la Administración Obama e Israel tiene lugar en un momento en el que Estados Unidos está perdiendo a la mayoría de sus amigos árabes y musulmanes, sobre todo en Egipto, Jordania, el Yemen y otros países. También coincide con que Irán está haciéndose con un país árabe tras otro, y ya ha rodeado todos los yacimientos de petróleo del Golfo Pérsico; además lleva años infiltrándose subrepticiamente en Sudamérica.
Gracias a la política de Obama, los iraníes y sus amigos controlan ahora Irak, el Yemen, Siria y el Líbano, y buena parte de Baréin, además de tener rodeados los yacimientos petrolíferos del Golfo Pérsico. Entre tanto, Estados Unidos se ha visto obligado a cerrar sus embajadas en tres países árabes: Siria, Libia y el Yemen.
En vez de enfrentarse a los peligros que implica la iniciativa iraní de exportar la revolución islámica a todos los países árabes y musulmanes posibles, con la ayuda de una operación acelerada para adquirir armas nucleares, Obama ha convertido a Israel en general y a Netanyahu en particular en la mayor amenaza para la paz y estabilidad mundiales.
Y en vez de felicitar al pueblo israelí por ser uno de los pocos países de Oriente Medio con unas elecciones verdaderamente libres y democráticas, Obama ha decidido infligir un castigo colectivo, no a Netanyahu, sino a todos los israelíes, incluso a sus ciudadanos musulmanes y cristianos, por haber celebrado unas elecciones que no tuvieron el resultado que él quería.
Lo que parece que pretende Obama es forzar a Israel a aceptar un Estado palestino que supondría una amenaza para su existencia y que se convertiría en fuente de inestabilidad y tensiones en la región. También parece que no quiere afrontar el hecho de que, por culpa de sus retiradas y negligencias, la situación actual en Oriente Medio, con el auge del Estado Islámico y de otros grupos terroristas, no es la misma de hace cinco años.
Incluso los palestinos y los árabes son conscientes del hecho de que, en las actuales circunstancias, un Estado palestino sería controlado antes o después por yihadistas y terroristas islámicos que sueñan con destruir Israel, Europa y Estados Unidos.
Si Obama tiene interés en reconsiderar su política para Oriente Medio, debería empezar por examinar las repercusiones que tendría en la seguridad regional e internacional el establecimiento de un Estado palestino independiente. Lo último que necesitan estadounidenses y europeos es otro Estado islámico extremista que exporte terrorismo (muy probablemente con armas nucleares) al resto del mundo.
Obama tiene que despertarse. El verdadero enemigo no es Netanyahu, sino Irán, Hezbolá, Hamás, la Yihad Islámica y el Estado Islámico. Por desgracia, el presidente estadounidense, mientras sigue debilitando a los musulmanes moderados del mundo libre, ha decidido ponerse de parte del bando equivocado.