A principios de este año, Francia fue uno de los ocho países que apoyaron una resolución palestina en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que pedía la retirada total de Israel a las fronteras previas a 1967 para finales de 2017. Ese voto significa que Francia apoya el establecimiento de un Estado palestino que probablemente lo regirá la misma clase de personas que el viernes perpetraron los ataques terroristas más siniestros desde la II Guerra Mundial.
Hoy, hasta un niño palestino sabe que, en el mejor de los casos, un futuro Estado palestino quedaría en manos de Hamás o la Yihad Islámica o, en el peor, del Estado Islámico y sus afiliados. ¿Se le ha ocurrido a alguien en Europa que el pueblo palestino podría no querer vivir bajo la ley de cualquiera de estos grupos, como no lo querrían para sí los europeos?
Durante mucho tiempo, Francia y los demás países de la Unión Europea han actuado en Oriente Medio contra sus propios intereses. Obviamente, al apoyar de continuo políticas propalestinas y antiisraelíes, Francia ha tratado de apaciguar a los países árabes e islámicos. El Hexágono parece estar convencido de que dichas políticas evitarán que los terroristas musulmanes tomen como objetivo a ciudadanos e intereses franceses. Esa es probablemente la razón de que haya cometido el catastrófico error de creer que la política de apaciguamiento hacia los árabes y los musulmanes persuadirá a los terroristas islamistas para que se mantengan alejados de su territorio. Los franceses corren ahora el grave peligro de creer que los ataques del 13 de noviembre se produjeron porque su país no apaciguó lo suficiente a los terroristas.
Lamentablemente, los dos ataques terroristas registrados previamente en París este mismo año –contra la revista satírica Charlie Hebdo y el supermercado judío HyperCacher– no bastaron para convencer a los franceses de que la política de apaciguamiento hacia los árabes y los musulmanes es no solo inútil, también peligrosa.
En lugar de aprender de esos errores y embarcarse en una nueva política respecto del conflicto israelí-palestino en general, y del islam extremista en particular, los franceses siguieron con su estrategia de apaciguamiento incluso después de los ataques contra Charlie Hebdo y el HyperCacher.
Más recientemente, Francia expresó su apoyo a los planes de la UE de poner un etiquetado especial a los productos procedentes de los asentamientos israelíes, sin duda creyendo que un paso así contentaría a los terroristas musulmanes. Pero como demostraron los ataques del viernes, al Estado Islámico y a sus adeptos no les impresionan demasiado las medidas antiisraelíes.
A los terroristas musulmanes no les importan los asentamientos israelíes. Para ellos se trata de un asunto trivial en comparación con su verdadero sueño y objetivo principal: matar a todos los infieles y fundar un imperio islámico. Los terroristas islámicos que han asesinado a judíos en Israel y en otras partes del mundo también pretenden matar a cualquiera que perciban que simpatiza con los valores occidentales en general. Entre ellos están, sobre todo, los cristianos: los que tienen la desgracia de vivir aún en Oriente Medio pero también los que viven en Francia y otros países occidentales.
La razón por la que los extremistas quieren destruir Israel no son los asentamientos ni los puestos fronterizos. Quieren destruir Israel porque creen que los judíos no tienen ningún derecho a estar en Oriente Medio. Y quieren destruir Europa porque no creen que los cristianos –ni nadie– tengan derecho a ser otra cosa que musulmanes. Esa es también la razón de que los musulmanes no parezcan muy interesados en la decisión de la UE de etiquetar de manera diferenciada los productos de los asentamientos israelíes. Vale la pena señalar que la decisión de etiquetar los productos israelíes ni siquiera fue una iniciativa árabe o islámica.
La decisión de la UE de boicotear los productos de los asentamientos israelíes ha enviado el mensaje erróneo a los enemigos de Israel y de los valores occidentales. Estos enemigos de Occidente ven esa decisión solo como el primer paso para etiquetar todo Israel como "asentamiento ilegal". No sorprende que los primeros en celebrar la decisión fuesen Hamás y la Yihad Islámica.
Lo que Francia y otros países occidentales no entienden es que las concesiones y los gestos son malinterpretados por los terroristas como signos de debilidad, lo que invita a más violencia. ¡Si los terroristas ven que la presión funciona, aumentarla funcionará más todavía!
Los boicots europeos se interpretan aquí como cinismo y frivolidad; como un intento de cortejar a unas élites ladronas a costa del pueblo. Los boicots solo se interpretan como una forma de mantener al pueblo palestino en las garras de sus líderes corruptos y de hacer que reconsideremos nuestra postura ante los extremistas: la única opción ofrecida.
Lo que los europeos quizá puedan aprender es que los ataques en París son lo que aquí vivimos todos –musulmanes, cristianos y judíos– desde hace décadas.
Durante los últimos 22 años, todas las concesiones territoriales y los gestos de buena voluntad de Israel han tenido como único resultado más terrorismo contra Israel, incluyéndonos a los árabes. Muchos palestinos interpretaron erróneamente la retirada de Israel de Gaza en 2005 como un simple síntoma de debilidad. Si disparar contra los judíos les hacía abandonar la Franja –como parecía–, hay que seguir disparando contra los judíos. El resultado fue que Hamás se atribuyó haber echado a los judíos de Gaza con misiles y atentados suicidas, con lo que alcanzó rápidamente el poder.
De la misma manera, cada vez que Israel ha excarcelado presos palestinos (muchos de ellos con sangre en las manos) como gesto hacia el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, o el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, los palestinos lo han calificado como un gesto de atención a sus demandas. Así que el siguiente paso ha sido aumentar la violencia y las demandas. Los palestinos interpretaron la retirada de Israel del sur del Líbano y Gaza y la excarcelación de los presos palestinos no como una señal de que Israel estaba interesado en la paz y la calma, sino como una recompensa al terrorismo.
Hace dos meses, Francia dio otro paso en el apaciguamiento de los árabes y los musulmanes. Esa vez votó a favor de izar la bandera palestina en la sede de la ONU. "Esta bandera es un símbolo poderoso, un rayo de esperanza para los palestinos", dijo François Delattre, embajador francés en la ONU. De nuevo, parecía creer que ese voto contentaría a los árabes y los musulmanes y persuadiría a los terroristas de que Francia estaba de su lado en la lucha contra Israel.
La deficiente política de Francia –y Europa– respecto del conflicto israelí-palestino no empezó hace un año ni dos. Hace cuatro años, Francia votó a favor de garantizar que Palestina fuese miembro de pleno derecho en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). El mes pasado, los líderes de la Autoridad Palestina intentaron valerse de la Unesco para aprobar una resolución que declaraba el Muro de las Lamentaciones un lugar sagrado exclusivamente musulmán. La resolución se cambió en el último momento y al final solo condenaba a Israel; pero en lugar de oponerse a la resolución, una Francia avergonzada optó por abstenerse. La Unesco sí votó, en cambio, que dos lugares ancestrales de gran valor simbólico para los judíos, la Tumba de Raquel y la Tumba de los Patriarcas, fuesen desde ese momento considerados patrimonio musulmán. Esa misma semana, otro lugar bíblico, la Tumba de José, fue incendiado (por segunda vez, la primera fue en 2000) por individuos que viven bajo la férula de la Autoridad Palestina, que se había comprometido a protegerlo.
Durante las últimas semanas, los palestinos han iniciado una nueva oleada de terrorismo contra los israelíes. Esta vez están utilizando rifles, cuchillos, piedras y coches para asesinar a tantos judíos como puedan. Pero seguimos sin escuchar ninguna condena auténtica –de Francia, Europa o cualquiera– del terrorismo palestino.
Tampoco hemos oído a Francia o a otros países europeos exigir al presidente Abás condenar los ataques terroristas contra los israelíes. La mayoría de los medios y periodistas franceses se han negado incluso a referirse a los atacantes palestinos como terroristas, pese a que muchos de ellos están afiliados a los dos grupos palestinos que comparten ideología con el Estado Islámico: Hamás y la Yihad Islámica.
Al no condenar los ataques terroristas contra los israelíes ni referirse a quienes los perpetran como lo que son –despiadados terroristas y asesinos–, Francia y los países occidentales están enviando una vez más el mensaje equivocado a los islamistas: el de que matar judíos no es un acto de terrorismo.
De lo que no se dan cuenta estos países es de que los terroristas que están atacando a los judíos también pretenden destruir Francia, Alemania, el Reino Unido y, por supuesto, el "Gran Satán" (EEUU). Hay que recordar diariamente a estos países que el objetivo último de los terroristas islámicos es obligar a todos los no musulmanes a someterse al islam o enfrentarse a la muerte. A veces, los terroristas ni siquiera tienen la paciencia de permitir elegir a los infieles; simplemente los matan mientras asisten a un concierto o un partido de fútbol.
Ahora queda por ver si Francia abre los ojos y se da cuenta de que el islam radical está en guerra contra los no creyentes y contra todos aquellos que se nieguen a aceptar los dictados del Estado Islámico y otros extremistas musulmanes. Esta es una guerra que Israel lleva librando más de dos décadas, pero con pocos apoyos, por desgracia, y la mayoría de las veces con una venenosa obstrucción por parte de los países europeos, incluido Francia.
Los franceses y los europeos deberían entender que no hay diferencias entre un joven palestino que agarra un cuchillo y sale a matar judíos y un Estado Islámico terrorista que asesina a decenas de inocentes en París. Una vez que los franceses y otros europeos comprendan esta realidad, les será mucho más fácil implicarse en la batalla contra el terrorismo islámico.