Desde hace poco, cada vez mas jóvenes y niños palestinos dejan sus casas y van a apuñalar israelíes. Representantes de la Autoridad Palestina afirman que nuestros niños toman esa decisión de forma independiente y que nadie los envía a cometer ataques terroristas. Pero en realidad todos los palestinos saben que tras esos ataques supuestamente independientes y espontáneos hay una incitación organizada y deliberada, por parte de políticos y de las fetuas emitidas por clérigos.
Uno de esos clérigos, el jeque Yusuf al Qaradawi, se refugia lejos, en la seguridad de Qatar, y envía a la muerte a niños palestinos. Las mezquitas y escuelas de la Autoridad Palestina y de la Franja de Gaza, así como sus redes sociales, se aprovechan sin reparos de unos niños que pueden estar algo perdidos emocionalmente y que ansían ser admirados por un gran acto heroico cometido en el contexto de una gran causa romántica.
Por desgracia, como las fuerzas israelíes no suelen dejar que esos atacantes escapen, muchos asesinatos cometidos por estos niños también acaban siendo suicidios pasivos innecesarios.
Nuestros pervertidos líderes no sólo animan a los jóvenes palestinos a cometer asesinatos; cuando estos niños mueren al cometer estos crímenes, tanto la AP como Hamás afirman que los israelíes los ejecutan. Entonces llaman mártires (shuhadaa) a nuestros niños, los glorifican y los convierten en modelos de conducta para otros niños perdidos. Y pagan enormes primas a sus familias.
Envían a menores a hacer su trabajo sucio, sabiendo perfectamente que probablemente los maten las fuerzas de seguridad israelíes. ¿Cómo podemos justificarnos esto a nosotros mismos? ¿Qué hemos dejado que le pase a la conciencia que Alá nos dio? ¿Qué ha sido de nuestro sentido de la moral?
Es desolador ver cómo estos jóvenes se convierten en descartes de saldo. Estamos ante un sacrificio infantil cometido por unos cínicos dirigentes palestinos que fomentan una sórdida cultura del asesinato y de la muerte.
Si de verdad los palestinos quieren pelearse con Israel, ¿por qué envían a niños a librar una guerra santa, en vez de librarla ellos mismos, como hombres?
De estas muertes en ambos bandos no ha salido nada bueno, ni se espera que lo haga. ¿La situación de la mezquita de Al Aqsa ha mejorado? ¿Ya no está en peligro?
El problema es que la mezquita nunca estuvo en peligro. Tampoco hubo ratas resistentes al veneno que, supuestamente, habrían soltado los israelíes, como afirmó la agencia oficial de noticias palestina, Wafa, para hacer que los residentes árabes de Jerusalén se fueran de sus casas. Como escribió lacónicamente un reportero árabe: "No está claro cómo enseñaron a esas ratas a mantenerse lejos de los judíos, que resulta que también viven en la Ciudad Vieja". Tampoco existió ese chicle al que supuestamente los israelíes habrían añadido un afrodisiaco para corromper a nuestros hombres y mujeres. ¿Acaso se ha liberado un solo metro de territorio palestino? ¿De verdad los judíos están huyendo aterrorizados de Israel? Al contrario: los judíos europeos están huyendo a Israel. Irónicamente, cuando los judíos parecen divididos y enfrentados entre sí no hemos hecho sino unirlos más.
De algún modo, los israelíes siempre parecen sobreponerse a los secuestros, atentados suicidas, asesinatos y al terrorismo en general que los palestinos cometemos contras ellos. Nunca retroceden; siempre avanzan.
Así las cosas, hay dos tareas que parecen urgentes. En primer lugar necesitamos decidir –y deprisa– si de verdad queremos otro conflicto armado con los israelíes. En segundo lugar, tenemos que mantener a nuestros hijos lejos de los campos de batalla. Cualquiera que envíe a jóvenes (muchos de ellos probablemente con problemas emocionales) a matar y a morir es un asesino y, al final, será destruido.
La sociedad palestina parece estar retrocediendo a la oscura época de la yahiliyah, antes de que el islam nos llevara a la luz. En vez de educar a nuestros hijos, como hacen en Occidente, para que formen parte de la generación startup, imitamos al África más tenebrosa, donde arman a los niños con rifles Kalashnikov y los envían a matar a otros niños. No nos hemos vuelto mejores que los iraníes, que enviaban a niños, armados con "llaves al Paraíso" de plástico, a desmantelar minas terrestres durante la guerra irano-iraquí. ¿Por qué ésos no son crímenes de guerra?
Cada día nuestros hijos beben de la fuente ponzoñosa de internet y aprenden a decapitar, a crucificar y a degollar. Volvemos a la yahiliyah y sacrificamos a nuestros hijos en nombre de Alá, como si Alá fuera una estatua pagana con un altar y tuviera que ser apaciguado con la sangre de niños. Ésa es, a grandes rasgos, la situación actual del terrorismo palestino. Quienes descuidan la educación de sus hijos deben recordar que las niñas indefensas que hoy abandonan sus casas sin conocimiento de sus padres para ir a apuñalar israelíes mañana podrían traer la deshonra a sus hogares. Semejante sociedad no asustará ni a los judíos ni a ningún otro. Probablemente acabemos criando a fundamentalistas cortacabezas y nos autodestruyamos.
Vivimos en una sociedad enferma, en las que las leyes de la conservación exigen asesinatos y venganza. En las fiestas nuestros niños miran mientras degollamos ovejas, así se acostumbran al uso de cuchillos, a los cuellos cortados y a la sangre que mana. Ven vídeos de gente quemada viva o ahogada en Irak y en Siria. ven al ISIS. Nada los impresiona. En Occidente, la muerte de una mascota, aunque sea un pez de colores, hace que un niño casi se desmaye. Nuestros hijos ven a ovejas chillando mientras agonizan y ni parpadean.
El islam prohibe que se mate a mujeres, niños y ancianos, pero los palestinos escuchan fetuas de islamistas radicales que les dicen que maten a pesar de todo, siempre que se trate de judíos, aunque sean niños pequeños. "Mañana serán soldados", dicen los palestinos.
Fetuas como ésa distorsionan y retuercen los fundamentos mismos del islam al enviar a niños a la muerte. Hamás, la Yihad Islámica Palestina y el ISIS, todas las organizaciones terroristas radicales, han proliferado en una misma placa de cultivo: los Hermanos Musulmanes. Los cuchillos de los palestinos no son diferentes de los cuchillos del ISIS. Decapitan a niños, a periodistas, a trabajadores pobres y a otras víctimas inocentes, todo ello en nombre de Alá, y luego siguen cometiendo atentados por todo el mundo. La única diferencia es que los miembros del Estado Islámico van ellos mismos a matar; los palestinos envían a sus jóvenes.
Quien crea que está construyendo el futuro de Palestina a costa de niños asesinos, no sólo va camino de destruir la sociedad palestina, sino del infierno.
El profeta Mahoma y sus compañeros también decapitaban infieles, pero eso ocurrió en el siglo VII. Cada vez son más las voces de devotos musulmanes que claman por una reforma.
La semana pasada, sin ir más lejos, una distinguida autora, la profesora Ibtihal al Jatib, de la Universidad de Kuwait, dijo en televisión:
"Si no nos reformamos nos extinguiremos. Las naciones que se aferran a principios que chocan con el progreso de la civilización llegarán a su fin. Esas naciones no sobrevivirán. Cualquier intento de justificar o legitimar el terrorismo es una idea terrorista: tanto la idea como el acto son igual de peligrosos."
Las declaraciones de Al Jatib demostraron inmediatamente que estaba años luz por delante del secretario de Estado John Kerry, que cometió la idiotez de soltar que algunos atentados tienen "una legitimidad (...) una lógica". Por esas declaraciones fue ridiculizado de forma contundente, como correspondía. Las excusas que encuentran los terroristas para justificar el asesinato de inocentes son infinitas, de una depravación sin límites y corrompen nuestras sociedades.
Esas voces que instan a la reforma a menudo son acalladas por quienes temen que entonces el poder, la influencia y los cargos que ocupan (y que mantienen sólo merced a los diezmos (zakat) que les pagan) podrían verse amenazados. A la mayoría de nosotros no nos gusta perder comodidades. Muchos musulmanes siguen sin querer dejar de tener esclavos (no sólo sucede en Mauritania, sino en elevados niveles de la comunidad musulmana).
Pero no hay justificación para el terrorismo. Los franceses, que con tanta facilidad justifican el terrorismo cometido contra los judíos en Oriente Medio, se encuentran ahora con esa misma situación en su casa. Lo único sorprendente es que se hayan sorprendido.
La imagen del terrorismo islámico global se va enfocando. Aquí los islamistas quieren liberar Jerusalén de la ocupación de los infieles sionistas y cruzados. Luego quieren liberar también la España ocupada, que antaño fuera el Al Andalus musulmán, y devolverla al seno del islam. Y después de eso quieren ocupar el Vaticano y establecer el Emirato islámico sobre las ruinas de la cristiandad, como hicieron en su Edad de Oro, cuando conquistaron Constantinopla, la capital de Bizancio.
Mientras los judíos destacan en la mejora de la agricultura, ganan premios Nobel, desarrollan la medicina para salvar vidas, fundan startups y, en general, avanzan en ciencia y tecnología punteras, nosotros los palestinos, arrastrándonos de vuelta a la yahiliyah, no le hemos dado al mundo nada más que terrorismo y muerte.
Antes incluso de que el palestino Abdulá Azam se convirtiera en mentor de Osama ben Laden, los palestinos ya libraban una campaña terrorista global. El terrorismo palestino cobró fuerza en los años 70. En mayo de 1972 los pasajeros que estaban en tierra en el aeropuerto israelí de Lod (el actual aeropuerto internacional Ben Gurión) fueron masacrados. En septiembre de 1972 asesinaron a atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Munich. En mayo de 1974 mataron a niños israelíes en Maalot. En 1976 secuestraron un avión de Air France que iba de Tel Aviv a París, y separaron a los pasajeros judíos. En 1978, en la carretera costera israelí, asesinaron a unos civiles que viajaban en autobús. En 1985 secuestraron el crucero Achille Lauro, procedente de Egipto, y heroicamente arrojaron por la borda a un inválido en silla de ruedas.
Y la lista prosigue: atentados suicidas en autobuses, cafés, hoteles, guarderías, centros comerciales y discotecas, la mayoría de ellos contra civiles, hasta llegar a la actual oleada de ataques contra israelíes en las calles, en coches o mientras celebran el culto.
¿Y ahora qué? Nuestros líderes palestinos defienden a estos menores armados de cuchillos con la excusa de que pretenden matar a civiles judíos debido a la ocupación, o porque "la mezquita de Al Aqsa corre peligro"; falsas acusaciones con las que acabó la semana pasada una encuesta palestina.
Mientras nuestros niños son manipulados para matarse sigue habiendo líderes de Fatah, como Abás Zaki, uno de los principales activistas de la organización, que se engañan a sí mismos y pretenden creer que puede haber algún beneficio en otra inútil intifada o en poner fin a la coordinación de la seguridad con Israel. Todos los que piensan como él harían bien en recordar que, como saben perfectamente todos los palestinos, la coordinación con Israel en materia de seguridad redunda, ante todo, en su propio beneficio y evita que la Autoridad Palestina colapse: protege a nuestros dirigentes de ser asesinados por Hamás, como les sucedió a los líderes de Fatah de la Franja de Gaza. Es la única garantía que tenemos del posible establecimiento de un Estado palestino.
También haríamos bien en recordar el resultado de las dos primeras intifadas. Cientos, puede que miles de palestinos murieron, pero los israelíes no se movieron ni un metro. Libramos una campaña terrorista tras otra y la violencia no nos conduce a ningún sitio ni conseguimos nada con ella, ni de Israel ni de la comunidad internacional.
Si realmente queremos nuestro Estado palestino, podemos tenerlo mañana. Todo lo que tenemos que hacer es cambiar nuestra imagen de terroristas.