El escándalo más reciente relacionado con la explotación sexual de las mujeres musulmanas por parte de los líderes religiosos islámicos en Reino Unido es la enésima prueba de cómo Gran Bretaña está haciendo la vista gorda ante las terribles prácticas que están teniendo lugar ante sus propias narices.
Una investigación de la BBC sobre el halala —un ritual que permite a una mujer musulmana volver a casarse con su marido casándose primero con otro hombre, consumando la unión, y después divorciándose de él— reveló que los imanes de Gran Bretaña no sólo están alentando esta práctica, sino que además se están lucrando con ella. Esta depravación ha hecho que muchas mujeres se hayan convertido en rehenes —literal y metafóricamente— de los hombres pagados para ser sus segundos esposos.
Este ritual, que incluso los chiíes extremistas y salafistas de estilo saudí consideran una interpretación incorrecta, lo practican ciertas sectas islámicas, como la hanafí, la barelví y la deobandi. Cuando un marido repite tres veces la palabra árabe que designa el divorcio —talaq— a su esposa, el matrimonio musulmán queda nulo y sin efecto, según estas sectas. Para que una mujer pueda volver con el marido que la echó de su lado, primero debe casarse con otro hombre, y tener relaciones sexuales con él, para que el segundo marido se divorcie de ella.
Estos ritos de divorcio, a pesar de las leyes de cada país, son comunes en India, Bangladés, Pakistán y otros países asiáticos, donde la mayoría de la población pertenece a las sectas hanafí, barelví o deobandi. Los seminarios y mezquitas locales y servicios online, sin embargo, publicitan y promueven el halala con impunidad; está aceptado por la sociedad y pocas veces lo vigilan las autoridades estatales.
En Gran Bretaña, el halala ha surgido como un floreciente negocio, con webs y redes sociales que ofrecen mujeres con segundos maridos por unas desorbitadas cantidades de dinero. Si esto ya es grave, la historia tiene un lado aún más oscuro. Bajo la ley de la sharia, el segundo marido no tiene ninguna obligación de conceder a su mujer un divorcio rápido, lo que le permite mantenerla como esclava sexual todo el tiempo que éste desee.
Una mujer musulmana, que cambió de idea respecto a pasar por el halala tras averiguar cómo era el proceso, le dijo a la BBC que conocía a otras mujeres que sí se habían sometido a él, y que habían acabado sufriendo abusos sexuales durante meses por parte de los segundos maridos pagados para casarse con ellas. Según un reportaje de The Guardian, el Consejo de la Sharia de Gran Bretaña dice que trata con cientos de casos de divorcio al año.
Este infame consejo es directamente responsable de lo que básicamente se ha convertido en una pandemia de violaciones, ya que no hace nada para detener o refutar el halala. De hecho, declara que la práctica es completamente legal bajo la ley de la sharia. La única salvedad —afirma el Consejo— es que los imanes que presiden no están siguiendo las directrices adecuadas, según las cuales el segundo matrimonio y el divorcio no debería ser algo premeditado, sino ocurrir de manera natural.
Si alguien se pregunta cómo cuadra esto con la ley británica, la respuesta es que no lo hace. Pero a los jóvenes musulmanes de Reino Unido se les desanima en sus comunidades a casarse mediante el sistema británico, y se les dice que llamen a los imanes para oficiar sus bodas y a los consejos de la sharia para inscribir sus matrimonios. Las parejas que obedecen acaban estando a merced de las autoridades islámicas en los asuntos familiares, incluido el divorcio.
Debido a sus prácticas frecuentemente antiéticos, realizadas al amparo de la ley religiosa, el Consejo de la Sharia ha sido objeto de escrutinio en varias ocasiones. El pasado noviembre, por ejemplo, la ONG Muslim Women's Network, con sede en Reino Unido, escribió una carta abierta —firmada por cien personas— al Gobierno británico y al Comité Selecto de Asuntos Internos pidiendo que se investigase al Consejo de la Sharia para determinar si sus practicas se adhieren a la ley británica.
La respuesta del Consejo de la Sharia fue que la carta era "islamófoba" y acusó a la Muslim Women's Network de ser una organización antimusulmana. Además, la diputada laborista Naz Shah salió en defensa del Consejo de la Sharia, rechazando la propuesta de investigación, aduciendo que el cierre de dichos consejos significaría que más mujeres quedarían atrapadas en matrimonios abusivos.
Aunque reconoce que estos consejos pueden ser utilizados como instrumento para negar a las mujeres sus derechos, Shah dijo que también servían como útiles árbitros en las disputas maritales.
Sus afirmaciones carecen totalmente de base. Es la ley británica, y no la sharia, la que protege a los individuos y parejas musulmanas, como a cualquier otro ciudadano.
Si el Gobierno británico hubiese tomado medidas cuando la mala práctica del Consejo de la Sharia salió a la luz por primera vez, hoy no nos estaríamos enfrentando a esta pandemia. A diferencia de lo que dicen los apólogos de esta farsa, el sufrimiento de las mujeres musulmanas debería considerarse un asunto de derechos humanos.
Es hora de que el Gobierno británico despierte y adopte una postura firme sobre este sistema antiético y probablemente ilegal. Y cuanto antes, mejor, no vaya a ser que todo el sistema de consejos de la sharia pase a la "clandestinidad", quede fuera de alcance y no se pueda proteger a miles de mujeres del maltrato.