La escalada de los enfrentamientos entre terroristas islamistas y el gobierno de Birmania (Myanmar) tiene su origen en la crisis de refugiados en el Sudeste Asiático que ha provocado que Naciones Unidas y los medios internacionales pongan el foco en los rohinyás en el norte de Rakáin, una provincia aislada al oeste del país, de mayoría budista.
A finales de agosto de 2017, una organización terrorista que se hace llamar Ejército de Salvación Arakan Rohinyá (ARSA, por sus siglas en inglés) lanzó una serie de ataques coordinados contra las fuerzas de seguridad birmanas en el norte de Rakáin. Cuando el ejército birmano anunció que había respondido matando a 370 atacantes, los activistas rohinyás afirmaron que muchos de los muertos eran personas inocentes que no estaban involucradas en los ataques. También acusaron a las autoridades de demoler poblaciones rohinyás —la devastación se pudo ver en unas imágenes de satélite hechas públicas por Human Rights Watch— pero el gobierno birmano dijo que lo había llevado a cabo ARSA, la cual había cometido ataques similares contra la policía birmana en octubre de 2016.
Desde que se produjeron estos sucesos, cientos de miles de rohinyás —musulmanes que se habían establecido en Birmania antes de su independencia en 1948— han estado huyendo durante dos años, principalmente a las vecinas India y Bangladés, para intentar escapar de la violencia y la pobreza. Temiendo por su seguridad nacional, y alegando que entre los refugiados hay terroristas y simpatizantes de ARSA con vínculos con el ISIS y otras organizaciones islamistas, India dictó una orden de deportación de los rohinyás que habían cruzado ilegalmente la frontera. Pero el Tribunal Superior de Justicia de la India puso objeciones a la medida. Bangladés ha abordado el problema restringiendo duramente el movimiento de los refugiados rohinyás.
El clamor por los hombres, mujeres y niños inocentes que se ven atrapados en el fuego cruzado de los radicales —que dicen representar sus intereses— está completamente justificado. Pero no se puede encontrar ni llevar a la práctica ninguna solución humanitaria para resolver sus apuros sin entender el conflicto y sus verdaderos culpables.
La actual crisis se está retratando —erróneamente— como la "limpieza étnica" de una minoría musulmana inocente por parte de las fuerzas de seguridad birmanas, y la "apatía" de Aung San Suu Kyi, ministra de Exteriores y jefa de facto del Estado birmano, ante el sufrimiento de los rohinyás. Como informó PJ Media, muchas voces críticas en los medios y las organizaciones de defensa de los derechos humanos están pidiendo que se le retire a Kyi el Premio Nobel de la Paz que se le concedió en 1991 por su campaña en defensa de la democratización y contra los dirigentes de la junta militar del país.
Refugiados rohinyás llevan a Bangladés el 17 de septiembre de 2017. La crisis actual se describe -erróneamente- como una "limpieza étnica" contra una inocente minoría musulmana, pero los auténticos culpables son los islamistas radicales de entre los propios rohinyás, que con armas de fuego, machetes y bombas están matando a su propia gente, así como a budistas, hindúes y otros individuos que se interponen en su camino. (Foto: Allison Joyce/Getty Images) |
Pero, como señalaba el reportaje, Priscilla Clapp, que fue jefa de la misión estadounidense en Birmania entre 1999 y 2002, discrepa enérgicamente del actual "relato" sobre Kyi y la respuesta de su gobierno a los atentados terroristas de Rakáin los pasados meses de octubre y agosto. En una entrevista el 7 de septiembre con France 24 (cuya transcripción parcial ofreció PJ Media), Clapp sostuvo que los atentados fueron "perpetrados por personas de la diáspora rohinyá que viven en Pakistán y Arabia Saudí que llegaron a través de Bangladés", y que el más reciente de ellos
se planificó para después de [...] que se presentaran las recomendaciones del Comité Internacional Kofi Annan sobre Rakáin, que Aung Sun Suu Kyi ha aceptado y acordado implementar [y que] pedía una solución a largo plazo allí. [...] Sus tácticas son terroristas. No hay ninguna duda. [Kyi] no está llamando terrorista a toda la población rohinyá, ella se refiere a un grupo de personas que van por ahí con pistolas, machetes, IED [artefactos explosivos improvisados] y matando a los suyos además de a budistas, hindúes y otros que se interponen en su camino. Han matado a muchos miembros de las fuerzas de seguridad, y están causando estragos en toda la región. La gente que está corriendo y huyendo hacia Bangladés no sólo huye de la respuesta de las fuerzas de seguridad, están huyendo de sus propios grupos radicales porque han estado atacando a los rohinyás, y en particular a los líderes que estaban intentando cooperar con el gobierno en el proceso de obtención en el asunto de la ciudadanía y otros esfuerzos humanitarios que estaban en proceso [...] La comunidad internacional tiene que esclarecer los hechos antes de hacer acusaciones.
Las afirmaciones de Clapp las respalda un exhaustivo análisis realizado en 2005 por el doctor Aye Chan, profesor de Historia del Sudeste Asiático en la Universidad Internacional Kanda de Japón, y tratadas recientemente en un artículo del escritor Andrew Bostom. Según Bostom, el artículo de Chan, "El desarrollo de un enclave musulmán en Rakáin en el Estado de Birmania", sobre los orígenes de la yihad musulmana bengalí en Birmania occidental desde finales del siglo XIX hasta la época de la II Guerra Mundial, explica que está "radicado en la misma institución atemporal del islam de la yihad expansionista que eliminó a la civilización budista del norte de la India".
Bostom también aludió a una carta abierta, firmada por Chan en 2014, al entonces secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, demostrando los esfuerzos transparentes "aunque ímprobos" de los migrantes musulmanes bengalíes para que el noroeste de Birmania "eliminara su propia identidad étnica [budista] del pueblo de Rakáin".
Para entender la intención de los yihadistas en Rakáin, es importante analizar las actividades de ARSA —antes Harakah Al Yaqin, "Movimiento de la Fe", en árabe—, creada tras las revueltas rohinyás en junio de 2012 contra una comunidad budista.
El máximo líder del grupo, Ataula Abu Yunani (conocido familiarmente como Ata Ulah) nació en Karachi (Pakistán), de padre rohinyá migrante y creció en La Meca (Arabia Saudí), donde asistió a un colegio islámico y desarrolló vínculos con clérigos saudíes. Según el gobierno birmano, Ata Ulah, también recibió en algún momento entrenamiento en la guerra de guerrillas con los talibanes en Pakistán. Aunque dice estar luchando "en nombre de la minoría musulmana rohinyá de Birmania durante mucho tiempo oprimida", sus métodos son los de todos los terroristas islamistas. El peligro para Birmania —y el motivo de que India y Bangladés teman que los refugiados representen un problema de seguridad— es que Ata Ullah logrará radicalizar a cada vez más rohinyás tanto dentro como fuera del país.
En vez de atribuir toda la culpa al gobierno birmano por esta situación crítica, la preocupada comunidad internacional y las asociaciones de defensa de los derechos humanos deben reconocer la verdadera amenaza. Sólo entonces podrá Kyi empezar a implementar las recomendaciones concretadas en el plan para un "futuro pacífico, justo y próspero para el pueblo de Rakáin", que ella misma encargó.