Cientos de africanos y asiáticos armados con cuchillos y barras de hierro libraron batallas callejeras en la ciudad portuaria de Calais, al norte de Francia, el 1 de febrero, menos de dos semanas después de que el presidente francés Emmanuel Macron visitara la zona y prometiera tomar medidas serias contra la inmigración ilegal.
Los enfrentamientos han sumido a Calais —símbolo del descontrol de Europa de la migración masiva— en una zona de guerra y ha reforzado la percepción de que las autoridades francesas han perdido el control de la seguridad del país.
Las reyertas colectivas, libradas en al menos tres partes distintas de Calais, estallaron después de que un migrante afgano de 37 años que dirigía una operación de tráfico de personas abriera fuego contra un grupo de africanos que no tenían dinero para pagarle sus servicios. Cinco africanos sufrieron heridas de carácter crítico.
Al cabo de una hora, cientos de eritreos, etíopes y sudaneses salieron a las calles de Calais y atacaron a todo afgano que encontraron. Más de mil policías emplearon porras y gas lacrimógeno para restablecer el orden. Dos docenas de migrantes fueron hospitalizados.
El ministro de Interior francés, Gérard Collomb, dijo que el nivel de violencia en Calais "no tenía precedentes". Atribuyó las peleas a una lucha territorial entre bandas afganas y turcas que quieren hacerse con el control del tráfico de personas entre Calais y Gran Bretaña, a la que muchos migrantes consideran "El Dorado" por su gran economía sumergida. Cada día parten unos cuarenta ferris desde Calais a Gran Bretaña.
Vincent de Coninck, director de la organización benéfica Secours Catholique du Pas-de-Calais, dijo que las bandas rivales estaban intentando asegurarse el control sobre el acceso al puerto de Calais para introducir el pago de 2.500 euros por parte de los migrantes que intentan viajar de polizones en los camiones que cruzan el canal inglés.
De Coninck dijo también que la situación en Calais se había deteriorado desde el 18 de enero, cuando Macron y la primera ministra británica, Theresa May, firmaron el llamado Acuerdo de Sandhurst, por el que May se compromete a acelerar el los trámites de los migrantes que esperan viajar a Gran Bretaña desde Calais.
Según De Coninck, Macron y May no explicaron adecuadamente los contenidos del nuevo tratado. Dijo que esto había creado falsas esperanzas a los migrantes de África y otras partes respecto a que el tratado mejoraría sus oportunidades de alcanzar Gran Bretaña. De Coninck dijo además que han llegado cientos de migrantes nuevos a Calais en las últimas dos semanas desde la firma del acuerdo. El repunte de las nuevas llegadas, dijo, había creado un "desequilibrio" entre los africanos y los asiáticos, elevando por tanto las tensiones interétnicas.
François Guennoc, vicepresidente de la organización benéfica L'Auberge des Migrantes de Calais, compartía la opinión de que el nuevo acuerdo había creado falsas expectativas. "Le dio a la gente la esperanza de alcanzar Inglaterra", dijo.
"De repente llegó gente, unas 200 personas, principalmente menores y mujeres que habían llegado a Calais porque pensaban que el Ministerio del Interior había dicho que podían ir directamente a Inglaterra. Después pensaron que el Ministerio del Interior estaba mintiendo. La gente estaba molesta. Era una locura."
La crisis migratoria de Europa supone la primera gran prueba a la que se enfrenta el presidente Macron, que parece estar buscando una solución de compromiso intermedia sobre el asunto: ha prometido promover el "humanitarismo" acelerando el proceso de solicitudes de asilo aunque también ha prometido ejercer "firmeza" deportando a quienes no cumplan los requisitos.
En la campaña electoral, Macron, que se presentó como centrista, repudió las posturas antimigratorias de su rival, Marine Le Pen. Defendió un programa de fronteras abiertas y prometió hacer de Francia "el nuevo centro del proyecto humanista". Sin embargo, desde que llegó a la presidencia en mayo de 2014 de 2017, Macron parece haber incorporado muchas de las ideas de Le Pen.
En un artículo publicado en Le Monde el 2 de enero de 2017, Macron escribió que la decisión de la canciller alemana, Angela Merkel, de dejar entrar a más de un millón de migrantes desde África, Asia y Oriente Medio había "salvado la dignidad colectiva" de los ciudadanos europeos. Añadió que no toleraría "la reconstrucción de muros en Europa", y criticó las "simplificaciones abyectas" de quienes dicen que "al abrir las fronteras a los migrantes, la canciller expuso a Europa a varios peligros".
El 27 de julio de 2017, sin embargo, al cabo de menos de tres meses de gobierno, Macron alertó de que 800.000 migrantes de Libia iban de camino a Europa. Anunció un plan para crear centros de inmigración en Libia para vetar a los solicitantes de asilo allí. Dijo que su plan derivaría el flujo de migrantes al desincentivar económicamente a los migrantes que se embarcan a cruzar el Mediterráneo hacia Europa. "La idea es crear puntos de acceso para evitar que la gente corra riesgos descabellados cuando no son admisibles para el asilo", dijo Macron. "Iremos a ellos".
En ese mismo discurso, no obstante, Macron parecía animar a los migrantes a emprender el camino a Francia. Prometió alojamiento a todos los llegados a "todas partes de Francia" y "desde el primer minuto". Añadió: "No quiero que a finales de este año haya ningún hombre o mujer viviendo en la calle, en los bosques. Quiero alojamientos de emergencia en todas partes".
El 8 de agosto de 2017, el Ministerio de Interior francés informó de que más de 17.000 migrantes habían intentado subir a camiones y trenes con destino a Reino Unido en el puerto y el eurotúnel de Calais en los primeros siete meses de 2017. Las cifras revelaban que el cierre de "La Jungla" en octubre de 2016 no había disuadido a los migrantes en Calais de intentar llegar a Gran Bretaña.
Calais, Francia, 8 de octubre de 2016: migrantes del campo denominado La Jungla, poco antes de que fuera clausurado por las autoridades. (Foto: Christopher Furlong/Getty Images). |
En septiembre de 2017, el gobierno francés pidió a la Unión Europea permiso para mantener controles fronterizos en la zona Schengen de exención de visado, durante cuatro años como máximo, a causa de la constante amenaza del terrorismo islámico, según un documento clasificado filtrado a The Guardian. El 3 de octubre, Francia amplió los controles fronterizos por otro periodo de seis meses, hasta el 30 de abril de 2018.
El 15 de octubre, dos semanas después de que un migrante tunecino apuñalara y matara a dos mujeres en Marsella, Macron se comprometió a deportar a cualquier migrante que hubiese cometido un delito. "Tomaremos las medidas más severas, haremos lo que tengamos que hacer", dijo Macron. "No estamos dando todos los pasos que deberíamos dar. Bien: eso va a cambiar". Varios analistas dijeron que los matices de la ley francesa harían imposible llevar la promesa a la práctica.
El 20 de noviembre, en una circular filtrada a la prensa, el ministro de Interior, Gerard Collomb, ordenaba a los prefectos, los representantes del Estado en cada uno de los 96 departamentos de la Francia continental, de deportar a todos los solicitantes de asilo rechazados. También les mandó presentar un informe para finales de febrero de 2018 en el que proporcionaran
"detalles sobre la lucha contra la inmigración irregular en su departamento en 2017, y su plan para la implementación de estas instrucciones en los próximos meses [...]. La lucha contra la inmigración irregular es responsabilidad del prefecto de cada departamento. Es necesario actuar con rapidez."
La filtración de la llamada Circular de Collomb marcó el comienzo de un movimiento de resistencia organizada entre las élites políticas y mediáticas francesas contra las políticas migratorias de Macron. En una carta abierta publicada en Le Monde, por ejemplo, un grupo de intelectuales y sindicalistas —muchos de los cuales habían apoyado a Macron en la campaña electoral— criticaron su política migratoria: "Señor Macron: ¡Su política contradice el humanismo que defiende!"
El 4 de diciembre, en una entrevista con RTL, el ministro del Interior Collomb dijo que el gobierno estaba trabajando en la reforma de la política migratoria. "Hay 95.000 solicitudes de asilo al año, es decir, una ciudad grande cada año. Si aceptásemos a todo el mundo, no podríamos hacerlo en buenas condiciones. Hemos decidido aceptar a quienes son refugiados de zonas en guerra, que son presos políticos, pero al mismo tiempo intentar aplicar una política que permita que la migración económica se conduzca de otras formas".
El 12 de diciembre, el ministro del Interior Collomb ordenó a las autoridades regionales que crearan "equipos móviles" para expulsar a los migrantes sin papeles de los refugios de emergencia. La medida generó un fuerte rechazo en las organizaciones benéficas, que dijeron que los refugios eran sagrados.
El 9 de enero, la Oficina Francesa para la Protección de los Refugiados y los Apátridas informó de que en 2017 más de 100.000 personas habían solicitado el asilo en Francia, una cifra "histórica" y un aumento del 17% respecto a 2016.
El 14 de enero, el ministro del Interior Collomb anunció un plan para crear 400 centros de detención para deportar a los migrantes económicos que se encuentren ilegalmente en el país. "Los refugiados son bienvenidos, los migrantes económicos no", dijo.
El 16 de enero, durante su visita a Calais, Macron esbozó la nueva política migratoria de su gobierno: comida y refugio para los que tengan derecho a quedarse en Francia, y deportación para los que estén ilegalmente en el país.
El 18 de enero, Macron viajó a Gran Bretaña, donde firmó el Acuerdo de Sandhurst, que reduce los tiempos de trámite para los migrantes que esperan viajar a Gran Bretaña desde Calais de seis meses a uno en el el caso de los adultos y 25 días en el de los niños. El nuevo acuerdo, lejos de resolver la crisis migratoria, parece estar exacerbándola.
En un análisis publicado en Paris Match, las encuestadoras Chloé Morin y Marie Gariazzo dijeron que las reacciones mezcladas de los votantes al "método Macron" de comprometerse en la política migratoria "refleja las contradicciones de su electorado":
Estudios cuantitativos indican, a priori, que una clara mayoría de votantes franceses están a favor de una política migratoria más restrictiva. [...] El núcleo de las políticas del gobierno [...] protege la inviolabilidad del derecho al asilo mientras que desafía la capacidad del país para asumir toda la miseria del mundo. [...]
No es seguro que la apuesta de Macron —encontrar un equilibrio entre la firmeza y la humanidad— vaya a ser una apuesta ganadora en el largo plazo. Emmanuel Macron parece contar en esta fase con el apoyo de sus bases. Pero entre ellos encontramos una expectativa de firmeza ("no debemos vernos superados", "la laxitud tendría consecuencias negativas para nuestro país") así como de humanidad ("debemos ayudar a los que huyen de la guerra y la persecución", "es moralmente indiscutible aceptar a extranjeros en situación de emergencia y desamparo") [...]
Este discurso se ve por lo tanto sistemáticamente atrapado entre los que, por un lado —a menudo en la derecha, pero a veces incluso en el núcleo de la base macronista—, juzgan esta política como demasiado "laxa" y, por otro lado, los que se indignan por su firmeza. [...]
Es muy probable que una gran parte de los que se encuentran en el centro del espectro político, en particular en el centro-izquierda, acepten los argumentos del gobierno y se vayan adhiriendo poco a poco a la lógica de la "inmigración selectiva". Por lo tanto, el discurso oficial podría contribuir a la larga a un viraje de la población "moderada" en el asunto de la migración desde la humanidad hacia la firmeza.
Los ratios de popularidad de Macron han experimentado una crecida "sin precedentes" desde que adoptó una línea más dura en la inmigración, según la empresa de sondeos francesa Ifop. Su ratio de aprobación subió diez puntos desde octubre, al 52%. Anteriormente, la popularidad de Macron había registrado el mayor descenso para un nuevo presidente desde 1995.
"Emmanuel Macron lo hizo", reportó Paris Match. "Nunca antes un presidente de la República había caído en la impopularidad tan rápido y haber vuelto después a ser popular".
Soeren Kern es analista de política europea para el Instituto Gatestone en Nueva York.