La Autoridad Palestina (AP) sigue desplegando una política de juego a dos bandas con respecto a Gaza. Por un lado, el presidente Abás y compañía siguen incitando contra Israel y lo acusan de ser el único responsable de la crisis humanitaria y económica que vive la Franja; por el otro, imponen al enclave costero duras sanciones económicas.
Ahora, Abás está haciendo todo lo posible por frustrar un acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás y las demás organizaciones terroristas palestinas presentes en Gaza. Abás dice que le preocupa que dicho acuerdo pueda allanar el camino a la implantación del aún no anunciado plan de paz del presidente de EEUU, Donald Trump.
Aunque nunca han visto el plan de Trump, Abás y los demás gerifaltes de Ramala afirman que prevé la creación de un Estado palestino independiente en Gaza. También arguyen que pretende transformar el conflicto palestino-israelí para que deje de ser de tipo político y nacional y se convierta en otro solamente relacionado con cuestiones humanitarias y económicas. Abás dice que teme que la ayuda humanitaria y económica que la comunidad internacional ha prometido a la Franja como parte del acuerdo de alto el fuego esté pensada para extraer más concesiones de los palestinos, especialmente en lo tocante a Jerusalén y los refugiados.
Abás sostiene que cualquier acuerdo de alto el fuego consolidaría la división entre la Margen Occidental y Gaza. Y que la OLP, "el único representante legítimo del pueblo palestino", es la única parte autorizada a firmar un acuerdo con Israel.
Recordatorio: en marzo, Abás y su Gobierno decidieron aplicar una serie de medidas punitivas contra su propio pueblo gazatí. Entre ellas se contaban la de dejar de pagar a miles de funcionarios y la de obligar a otros miles a acogerse a la jubilación anticipada. Asimismo, decidió dejar de pagar a Israel por la electricidad que suministra a Gaza y limitó la cantidad de entrada de medicamentos en el enclave costero.
Abás ha defendido sus sanciones contra los gazatíes aduciendo que Hamás se negaba a entregar el control de la Franja a su Gobierno, según lo estipulado en los acuerdos de reconciliación suscritos entre su facción gobernante, Fatah, y la propia Hamás.
Los violentos disturbios provocados por los palestinos a lo largo de la frontera entre Gaza e Israel –organizados por Hamás con el marchamo de Marcha del Retorno– empezaron en marzo y alcanzaron su apogeo con el lanzamiento de cometas y globos incendiarios hacia el Estado judío.
En otras palabras: es el propio Abás el gran responsable de los enfrentamientos entre palestinos y soldados israelíes en la frontera. Si no fuera por sus sanciones, las facciones palestinas no habrían lanzado la Marcha del Retorno, cuyo principal objetivo es protestar por el deterioro de la situación en Gaza, de la que culpan a Israel en vez de a sus propios líderes. La sangre de los más de 150 palestinos muertos está en sus manos.
A la izquierda, un alborotador palestino entre la humareda provocada por la quema de neumáticos en la valla fronteriza entre Gaza e Israel, el pasado 8 de junio. (Foto: Ilia Yefimovich/Getty Images). A la derecha, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás. (Foto: Kevin Hagen/Getty Images). |
La violencia de los últimos meses en la frontera podría haberse evitado si Abás hubiese accedido a levantar las sanciones que él mismo impuso a los dos millones de habitantes de la Franja. Sin embargo, decidió mantenerlas para que los gazatíes siguieran dirigiendo su ira contra Israel. Abás no tiene oficina en Gaza ante los palestinos puedan protestar, y no tenía de qué preocuparse respecto a la comunidad internacional, porque sabía que, como de costumbre, sólo culparía a Israel por la crisis.
Hoy, cuando Egipto, Naciones Unidas y otros actores bregan por alcanzar un alto el fuego entre Hamás e Israel, Abás parece sentirse incómodo. Él y su equipo han estado incitando contra el acuerdo diciendo que es parte de una conspiración israelo-estadounidense para separar la Franja de la Margen Occidental y despejar el camino para la implantación del plan de Trump, que nadie ha visto. A Abás le preocupa especialmente que la comunidad internacional vaya a financiar proyectos económicos y humanitarios en Gaza a sus espaldas. Quiere que el dinero se canalice a través de su Gobierno. Quiere controlar cada céntimo que la comunidad internacional destine al bienestar de su pueblo.
Vayamos al meollo de la cuestión: Abás está intentando prolongar el sufrimiento de los gazatíes para poder seguir desviando la rabia y la violencia palestinas hacia Israel. También parece esperar que las sanciones que impuso provoquen que los gazatíes se rebelen contra Hamás. Aunque ha logrado su primer objetivo —desatar una ola de protestas contra Israel—, su deseo de que los gazatíes se alcen contra sus rivales de Hamás aún no se ha cumplido.
En lugar de ayudar a resolver la crisis de Gaza, Abás sigue echando gasolina al fuego incitando contra Israel y la Administración estadounidense. En sus últimos discursos ante el Consejo Central de la OLP en Ramala, Abás ha acusado varias veces a Israel y EEUU de conspirar contra los palestinos y de ser "socios" en "crímenes" contra los palestinos. También ha prometido continuar boicoteando a la Administración estadounidense por su "sesgo" a favor de Israel.
No se sabe cómo un alto el fuego a cambio de mejorar las condiciones de vida de los palestinos de Gaza puede asociarse a conspiración israelo-americana alguna. ¿Desde cuándo la ayuda económica y humanitaria se considera una conspiración contra los palestinos?
A Abás, como a la mayoría de los líderes árabes, nunca le importaron las condiciones de vida de los palestinos. Todos ellos podrían haber ayudado fácilmente a los palestinos a construir una economía fuerte y unas instituciones adecuadas. En su lugar, Abás y esos líderes árabes quieren que los palestinos sigan viviendo en campos de refugiados y en la pobreza, para poder seguir sacando dinero al mundo y echar la culpa de todo a Israel. A los líderes árabes parece importarles sólo una cosa: engrosar sus cuentas bancarias y asegurar el futuro de sus hijos e hijas.
¿Cómo puede Abás hablar del plan de paz de Trump cuando ni él ni ningún otro palestino lo ha visto jamás? ¿Cómo pueden él y su alto cargo Saeb Erekat saber que el plan de Trump tiene como objetivo "liquidar" la causa y los derechos nacionales palestinos?
Es igualmente deshonesto que Abás, responsable de la actual oleada de violencia en la frontera entre Gaza e Israel, esté exigiendo que la comunidad internacional, y específicamente la ONU, provean una "protección internacional" a los palestinos contra las medidas israelíes. En una carta al secretario general de la ONU, el ministro de Exteriores de Abás acusó a Israel de perpetrar "crímenes" contra los civiles palestinos, especialmente en Gaza, y reiteró su petición de que provea "protección internacional" a aquellos.
Este es el mismo Abás cuyas sanciones están privando de quimioterapia a los pacientes gazatíes de cáncer. El mismo Abás cuyas sanciones han privado a miles de funcionarios gazatíes de sus salarios. El mismo Abás cuyas sanciones han desatado la violencia en la frontera entre Gaza e Israel.
Abás está pidiendo "protección internacional" para los palestinos mientras hace todo lo posible para sembrar el caos en Gaza. No quiere un alto el fuego entre Hamás e Israel; no quiere levantar las sanciones que impuso a la Franja; no quiere que la comunidad internacional financie directamente proyectos económicos y humanitarios que mejorarían las condiciones de vida de su pueblo. Así que, ¿qué es lo que quiere exactamente Abás? Quiere que la población de Gaza siga protestando para poder seguir demonizando a Israel.
Lo que es peor: Abás no quiere que su pueblo alce la voz contra sus sanciones. Los palestinos que han protestado contra sus medidas punitivas en la Margen Occidental han recibido palizas por parte de las fuerzas de seguridad. Abás no tiene problemas con las protestas siempre y cuando llamen a la desaparición de Israel o EEUU. Pero los palestinos que se atreven a criticar sus políticas se suelen ver sujetos a varias formas de castigo, incluidas las detenciones y las palizas.
La mano dura de Abás contra las protestas es otra muestra más de su política de juego a dos bandas respecto a Gaza. Si alguien necesita "protección internacional" son esos manifestantes que están a merced de las fuerzas de seguridad de Abás en la Margen Occidental. Los dichos y hechos de Abás han demostrado que el bienestar de su pueblo es lo que menos le preocupa.
Abás tiene una estrategia: incitar a su pueblo contra Israel y EEUU. Está dispuesto a utilizar hasta el último palestino en su lucha contra Israel y EEUU. Es una batalla que libra a expensas de los enfermos de cáncer y las familias necesitadas. Para él, un alto el fuego en Gaza es negativo porque podría traer la calma y dejarle sin manera de promover el odio contra Israel y EEUU.
La pregunta se mantiene: ¿permitirá la comunidad internacional a Abás seguir jugando este juego sucio a costa de su pueblo, o abrirá los ojos y se dará cuenta de que el rais es parte del problema y no de la solución? La mejor forma de aplicar presión a Abás es dejarle claro que, mientras persista en sus políticas, incluida la incitación contra Israel y EEUU, no recibirá financiación internacional.